¿Cuánto entusiasmo inviertes en cumplir Mitzvot?

 

 

“Cuidarán las Matzot” 12:17.          -

 

 

Después de las diez plagas, Egipto estaba material y anímicamente destruido; el caos y el clamor de su pueblo se convirtieron en una carga demasiado pesada para el Faraón, quien se vio forzado a expulsar de todo su territorio a todos los hijos de Israel.

 

La liberación de los judíos de Egipto se conmemora con la festividad de Pésaj. La Matzá, el pan de la esclavitud, es al mismo tiempo el símbolo del sometimiento y de la libertad. En la Hagadá de Pésaj, la Matzá es tanto el pan de los pobres como el símbolo de que Hashem nos redimió en tan sólo un instante.

 

Cuando el versículo dicta: Cuidarán las Matzot,[1]se refiere al pan ázimo que comieron nuestros padres antes de la salida de Egipto. Rab Yeshayá expone una fundamental enseñanza: “Por su afinidad lingüística, en hebreo podrá leerse Mitzvot, preceptos; es decir, así como no se puede dejar que la masa repose durante 18 minutos (porque esto provoca su fermentación y la convierte en Jametz, leudado), también si se nos presenta un precepto no debemos retrasar su cumplimiento; debemos realizarla de inmediato.[2] Un Yehudí debe ser ágil y fuerte en la observancia de los preceptos. Así lo expresó el Rey David: Me apresuré y no me retrasé en el cumplimiento de Tus preceptos.[3] Así también lo advirtieron los Jajamim: Debes ser osado como el tigre, ágil como el águila, rápido como el ciervo y fuerte como el león para cumplir la voluntad de Tu Padre Celestial.[4]

 

La agilidad es una virtud de suma importancia en el cumplimiento de la Torá y los preceptos; es un rasgo que distingue a los justos en su servicio a Hashem: Los ágiles se adelantan en el cumplimiento de las Mitzvot.[5] Abraham Abinu dejó grabado este comportamiento en nuestro código genético, cuando asumió la responsabilidad de sacrificar a su hijo: Y madrugó Abraham por la mañana.[6] A pesar de que le resultaba sumamente difícil sacrificar a su hijo único y amado, cumplió ágilmente con la Voluntad del Eterno y madrugó por la mañana. Quien actúa con agilidad está demostrando claramente que ama a Hashem, así como un esclavo que ama a su patrón cumple su voluntad con rapidez. Abraham e Yitzjak anularon en sus corazones el amor que sentía uno por el otro y actuaron con total entrega y agilidad para cumplir con Su Voluntad.[7]

 

El Yehudí debe cuidarse mucho de cumplir las Mitzvot con presteza, porque nadie sabe lo que puede pasar de un momento a otro: pueden presentarse muchos impedimentos e incitaciones del instinto maligno. El que ama las Mitzvot como se debe, las buscará más que a todo el oro del mundo…

 

Cierta vez preguntaron al Yétzer Hará: “¿Cuáles son tus armas más perniciosas?”. Él respondió: “Una cobija y un ventilador. Cuando una persona se levanta por la mañana como un león para servir a Hashem, se me dificulta todo el trabajo del día. Si hace mucho frío antes del amanecer, me acerco a su cama  para evitar que madrugue, por lo que enciendo mi ventilador para que duerma más. Y si hace frío, lo cubro con mi cobija. Si lo consigo, tendré la batalla casi ganada, ya que no dirá bien su Tefilá, seguramente va a colocarse sus Tefilín sin la concentración adecuada; va a pronunciar apresuradamente sus oraciones; en el desayuno no tendrá tiempo para bendecir debidamente por los alimentos, ni antes ni después, o lo hará rápido y mal. En resumen, si logro que comience su día espiritual con el pie izquierdo, el resto del día estará prácticamente en mis manos…[8]

 

Por tanto, debemos comenzar bien el día. Hay gente que, aun cuando concurre frecuentemente al Bet Hakneset para pronunciar la Tefilá, llegan tarde y tratan de incorporarse a la congregación, pero tienen que saltarse rezos para alcanzar al Jazán.

 

Un Rab llegó a casa de Rab Jaim Kanievsky y le relató algo que sucedió con uno de los miembros de su congregación: “Él llegaba al Bet Hakneset todos los días, tres veces por día, con una constancia ejemplar, solamente que tenía la costumbre de llegar tarde a todas las oraciones. Era tan ‘puntual’ como un reloj suizo; siempre llegaba diez minutos tarde. Si la Tefilá comenzaba, por ejemplo, a las siete de la mañana, él llegaba siempre a las 7:10. Nunca llegaba a tiempo… Me acerqué a él para explicarle la importancia de llegar a tiempo; le traje varios libros donde aparece el valor que tiene el acto de rezar con tranquilidad y a la par del oficiante. Pero él argumentaba que no tenía problema en alcanzar al Jazán. ‘¿Qué diferencia hay eso?’, decía. Siguió llegando tarde y yo trataba de persuadirlo, y él continuaba con lo mismo… Hasta que un día, sorprendentemente, comenzó a llegar temprano. Me acerqué a preguntarle a quée se debía el cambio. Me respondió entusiasmado que Hashem le había mostrado la diferencia que tenía llegar diez minutos antes o diez minutos después. Él era un hombre muy pudiente; era dueño de una fábrica muy moderna y eficiente, una de las más rentables del ramo. Me comentó que el día anterior había sucedido un incidente; por un descuido de un operario, comenzó un incendio que fue propagándose hasta que todo quedó hecho cenizas. Yo seguía sin entender la relación entre el incidente y su puntualidad…Siguió relatando que en cuanto se percató del siniestro llamó a los bomberos. Pasaron algunos minutos y éstos no llegaban; el fuego seguía consumiendo su fábrica. Llamó de nuevo con desesperación a los bomberos pidiéndoles que llegaran lo más pronto posible, para poder salvar algo de sus pertenencias. El hombre que atendió el teléfono le aseguró que el carro ya había salido rumbo a la fábrica y le pidió que se calmara, porque en un minuto estaría el escuadrón a su lado sofocando el fuego. Pasaron dos minutos, tres… el fuego seguía consumiendo todo y el carro no aparecía. Fue después de diez minutos que llegaron los bomberos, pero ya era demasiado tarde; la fábrica estaba totalmente envuelta en llamas.

 

El hombre, histérico, corrió hacia el capitán de los bomberos y comenzó a gritarle: “¡¿Por qué tardaron tanto?! Si hubieran llegado antes, ¡la fábrica se habría salvado!”. El jefe de los bomberos respondió: “Al fin y al cabo nosotros llegamos… Diez minutos más, diez minutos menos, ¿qué diferencia hay…?”.[9]

 

La Matzá simboliza nuestra redención de la amarga esclavitud de Egipto. Pasamos de ser esclavos del Faraón a esclavos de Hashem. Cada día tenemos que unir la bendición de la Gueulá (redención) a la primera Berajá de la Amidá (que es el servicio del corazón), de la siguiente manera: para el judío no hay pausa, no hay un momento libre entre la redención y la aceptación del yugo de la Torá.[10] Comemos el pan de la esclavitud para enfatizar que nuestro estatus de esclavos no ha cambiado.

 

No es suficiente cumplir con los preceptos, estudiar Torá y no transgredir las prohibiciones de la Torá. Nuestra obligación va más allá: debemos inyectar entusiasmo a todo lo que hacemos. Porque la frialdad es la raíz de todo mal. Es un síntoma de que la relación del judío con la Torá y sus preceptos es sólo “una conducta rutinaria aprendida”, sólo una acción seca y mecánica. El primer paso en la liberación del alma es apartar la frialdad y la apatía transformándolas en calor y entusiasmo. Debemos estudiar Torá, cumplir los preceptos y servir a Hashem con alegría y entusiasmo, con agilidad y fuego.©Musarito semanal

 

“La agilidad y la presteza del servicio del que está laborando revela la importancia de Aquel a Quien se sirve”[11]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Shemot 12:17.

 

[2] Mejiltá Ib.

 

[3] Tehilim 119:60.

 

[4] Pirké Abot 5:24.

 

[5] Pesajim 4a.

 

[6] Bereshit 22:3.

 

[7] Orjot Tzadikim, Cap. 15.

 

[8] Yalkut Yosef, cap. 1, Rab Yitzjak Yosef.

 

[9] Barejí Nafshí.

 

[10] Berajot 9b.

 

[11] Seforno.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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