Perashat Ékeb

 

"¿Qué es lo que Hashem pide de ti? Sólo que Le temas". 10:12

 

 

En esta Perashá encontramos la obligación de temer a Hashem: Y ahora Israel, ¿Qué es lo Hashem pide de ti? Sino que temas a Hashem; dirigirte en todos Sus caminos y amarlo y servirlo con todo tu corazón y con toda tu alma. Para cuidar a las Mitzvot de Hashem y a sus leyes, que Yo te encomiendo hoy para tu bien.[1] Está escrito en el Talmud: Todo proviene del Cielo, menos el temor al Cielo.[2] Una referencia más se encuentra en el libro de Kohelet: Al final de la cosa, todo se sabe. A Hashem hay que temer y a sus Mitzvot hay que cuidar. Porque esto es toda la persona.[3] Vemos que el temor a Hashem es una de las cosas básicas en la conducta de un Yehudí.

 

¿Acaso se puede exigir de la persona un sentimiento? Si bien se le puede pedir que haga o que evite hacer una acción, pero si la persona en cuestión no puede manifestar el temor, ¿se le puede juzgar por esto?

 

El miedo es un sentimiento que posee todo ser viviente, es un mecanismo de supervivencia y de defensa,  le ayuda a responder con rapidez y eficacia ante situaciones que representen un peligro. El temor, como cualquier otra emoción, tiene aspectos positivos como adversos. Aquellos que lo aplican de forma negativa, les causa inseguridad, entorpecimiento y confusión; quienes buscan llevarlo al extremo, cometen imprudencias que generalmente terminan en tragedia… El temor bien utilizado es beneficioso pues conlleva a la prudencia y esto le permite evaluar y actuar subjetivamente ante lo que considere que es bueno y lo que es perjudicial. El temor a Hashem es el mejor de todos, ya que éste lo libera de todos los demás miedos…. El temor a Hashem conforma un tesoro para la persona.[4] Cuando el hombre llega al nivel de entender y reconocer que todo depende de la Mano de Hashem, que Él sólo quiere lo bueno para ti. Entonces, el temor a Hashem libera lo absurdo de los miedos ilusos, de las insignificancias que se encuentran en lo más profundo del corazón de la persona.[5]-[6]

 

Cierta vez, encontraron a un yehudí durmiendo en un bosque y le preguntaron: “¿Acaso no temes de las fieras que deambulan por el bosque?¿Cómo es que duermes tan placenteramente y sin protección?” El yehudí respondió: “Me avergonzaría de Hashem, si me viera temiendo de cualquier cosa que no fuera Él.

 

Si una persona va caminando y se encuentra una serpiente, el miedo le hará saltar y correr a una velocidad de atleta olímpico. ¿Cuántas personas dan rienda suelta a sus deseos, argumentando que no se pueden controlar? Si esta misma persona estuviera, en el mismo momento en el que va a cometer el acto prohibido, y en la carrera de conseguir lo que ansía se encuentra que está a punto de caer, suelta todo para poder equilibrar su peso y evitar el golpe… Ésta es la naturaleza de los seres vivientes: Cuando se sienten en peligro, abandonan su persecución para ponerse a salvo. Nadie puede justificar sus faltas, argumentando que fue tentado por sus instintos. Los instintos no tienen la fuerza que a veces pensamos. Con un poco de temor al Cielo, esos temores se neutralizan.

 

 Miedo en hebreo se dice  “irá”.  Es la misma pala­bra que se utiliza para el verbo “ver”.  El judaísmo define al miedo como “ver las consecuencias peligrosas de una situación”.  En términos religiosos, eso significa entender la realidad de Hashem como al Amo y Señor que dirige al mundo, al tener presente este concepto nos ayuda a  re­conocerlo en todo momento y ocasión. El temor es la esencia misma del libre albedrío.

 

En una ocasión, el Saba MiKelem vio que unos alumnos de su Yeshivá estaban trepando por un cerco para atravesarlo. En ese instante, exclamó consternado: “Si una cerca de madera no fue suficiente para detenerlos, entonces podrán traspasar todo tipo de barreras en sus vidas. ¡Y unas personas así, se encuentran en un grave peligro!

 

Cuando Hashem terminó de crear el mundo dijo: Hagamos un hombre con nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.[7] El Zohar explica que la palabra “hagamos” significa que Hashem quería que la persona tuviera la característica de cada uno de todos los seres vivientes. Cada ser existente “aportó” una parte de si para formar al hombre. Por eso está escrito “hagamos al hombre”, porque todos los seres vivos fueron “socios” en su creación. Encontramos entonces, que el hombre tiene en su interior, las características de un león, de un tigre, y también sus fuerzas, como la de todos los animales, bestias, aves, reptiles, insectos..., en fin, una mezcla de todos los seres que existían antes de que el hombre fuera creado.

 

El hombre es la unión de todos los seres en un solo cuerpo, quiere decir que tiene la capacidad de ser el animal más fuerte y terrible de todos, si esta maldad se escapa de su control ¿cómo podemos sujetar a este ser tan temible y despiadado? Cuando un animal salvaje asesina a otro animal (no hablamos por hambre, sino solamente para matarlo) hay que encadenarlo, con cadenas de acero, ¿podremos hacer lo mismo con esta nueva especie llamada hombre? Hashem lo creó y también creó al mismo tiempo la “cadena” que puede detenerlo para que no destruya al mundo. ¿Cuál es esta cadena? El temor al Cielo, esto es lo único que tiene la fuerza para detener a la persona, para que no se parezca al peor de los animales salvajes.[8] Pues los Ojos de Hashem están en frente de los caminos del hombre. Este versículo es la llave para alejarse de cualquier transgresión. Hashem observa todo y no hay donde esconderse, toda acción es vista por Él y así cada uno recibirá lo que merece según sus acciones. Si uno mantiene presente esto, nunca va a pecar. Debe tenerlo tan cierto como cuando uno habla por teléfono con otro y aunque no lo puede ver, sabe con certeza que su compañero está del otro lado de la línea. Él supervisa todos nuestros actos y conoce a la perfección todos nuestros pensamientos.

 

Cuentan que en una ocasión el Rab Zundel de Salant viajaba en una carreta y ni bien salió de la ciudad, en los campos se apilaban enormes montículos de paja. Sus dueños habían ido a recolectar la cosecha y la habían dejado momentáneamente allí. El carretero echó un vistazo hacia la derecha y a la izquierda y al ver que no había nadie, bajó de su caballo, disponiéndose a llevar algo de paja para alimentar a sus caballos. En cuanto Rab Zundel se percató de lo que estaba a punto de hacer, comenzó a gritar “¡Hey, te ven, te ven!”. Asustado, el hombre soltó los paquetes y regresó rápidamente a la carreta. Luego de haber transcurrido un corto camino, el carretero se dio cuenta que no había nadie a su alrededor, por lo que le preguntó al Rab lo que estaba sucediendo: “¿Acaso se puede mentir? ¡No veo a nadie!” Rab Zundel señaló con su dedo hacia arriba y le dijo: “Hijo mío, allá arriba están observando todo lo que estás haciendo en cada instante….”.©Musarito semanal

 

“El principio de la sabiduría es el temor a Hashem”.[9]

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 10:12-13

 

[2] Berajot 33b

 

[3] Kohelet 12:13

 

[4] Yeshayá 33:6

 

[5] Néfesh Hajayim, Shaar 3, cap. 12

 

[6] Basado en un artículo de Rab Noaj Weinberg

 

[7] Bereshit 1:26

 

[8] Kobetz Maamarim; Rab Eljanan Waserman

 

[9] Tehilim 111:10

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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