Si nos ocupamos del hoy, Hashem se ocupará del mañana

 

“El lugar en donde estás parado es sagrado” (3:5).

 

 

Amram y Yojébed, miembros de la tribu de Leví, eran padres de dos niños, Miriam y Aharón. Poco después del decreto del Faraón, Yojébed dio a luz a un segundo varón. Los egipcios buscaban a los recién nacidos para ahogarlos en el río. Cuando ya no pudo mantener en secreto el nacimiento de su hijo, lo colocó en una canastilla que dejó entre las plantas de la orilla del Nilo (bajo la supervisión de Miriam).

 

La hija del Faraón fue a bañarse en el Nilo y algo que flotaba en el río llamó su atención. Envió a una de sus servidoras a traer el objeto. Cuando abrió la canasta encontró en su interior a un niño hebreo; sintió piedad por él y decidió adoptarlo. Miriam se acercó y ofreció buscar una mujer que pudiera amamantar al bebé. Regresó con Yojébed, quien lo cuidó e instruyó sobre las tradiciones de sus antepasados. El niño fue llevado al palacio real y se fue llamado Moshé, que significa: “extraído de las aguas”.

 

Cuando creció, Moshé salió del palacio y observó los sufrimientos que padecían sus hermanos. Vio que un capataz egipcio golpeaba salvajemente a un hebreo. No había nadie a su alrededor y Moshé mató al cruel egipcio. Luego lo enterró en la arena. Al día siguiente, Moshé intervino en una disputa entre dos hebreos. Uno de ellos le preguntó en tono insultante: “¿Qué derecho tienes para juzgar a los demás? ¡Seguramente tratarás de matarme como lo hiciste con el egipcio!”. Moshé comprendió entonces que su acción llegaría a oídos del Faraón y, por tanto, su vida corría peligro. En consecuencia, huyó a Midián, en la región sudeste de la península del Sinaí.

 

Llegó a un pozo, donde tuvo oportunidad de proteger a las siete hijas de Itró (el conductor espiritual de Midián) de unos pastores agresivos. Fue bien recibido por Itró y trabajó como pastor de ovejas. Pronto se casó con una de sus hijas, Tziporá, que dio a luz a dos niños, Guershón y Eliézer.

 

Durante la estadía de Moshé en Midián, el Faraón había fallecido. Su sucesor continuó oprimiendo a los hebreos con mayor severidad y éstos clamaron por ayuda a Hashem. Mientras cuidaba las ovejas de Itró en Joreb, Moshé tuvo una visión extraordinaria: una zarza que ardía sin consumirse. Hashem se dirigió a él por primera vez y le ordenó que se quitara los zapatos, pues de hallaba sobre suelo sagrado.

 

En hebreo hay dos palabras para la acción de quitarse los zapatos; una es shal y la otra es jalitzá. Cuando Hashem solicita a Moshé que se quite los zapatos, utilizó la palabra shal; el motivo es que hay una diferencia entre la forma de descalzarse. Jalitzá es hacerlo con las manos y shal es hacerlo sin tocar los zapatos. Hashem quería que mantuviera también sus manos limpias de impurezas.

 

¿Cuál es el significado y la lección que podemos sacar de este versículo?

 

Cuando una persona se encuentra en situaciones difíciles, en las que le cuesta trabajo cumplir con una o varias mitzvot, llega a decir: “En cuanto mejore mi situación”; “Cuando termine mi proyecto, entonces estaré listo para cumplir o para hacer de mi estudio un hábito diario”; “¿Cómo quieres que me concentre si tengo tantos problemas?”.

 

¿Cuál es la expectativa de esta persona? ¿Llegará acaso ese tan esperado día?

 

El Rab MiBlatzob relataba que, mientras él se encontraba en los campos de concentración nazis (umaj shemam[1]), el Rab se había enterado de que se llevaría a cabo una matanza masiva de bebés. Mientras los criminales seleccionaban a sus víctimas, una mujer se acercó al Rab con un pequeño bulto entre sus brazos y solicitó un cuchillo. El Rab pensó que la mujer, en su desesperación, había decidido quitarse la vida junto a la de su bebé. El Rab intentó persuadir a la mujer, diciéndole que no perdiera las esperanzas, que el Creador podría traer la salvación en segundos…

 

Las palabras del Rab fueron interrumpidas por un soldado nazi, que lo tomó del cuello y dijo: “¡¿Por qué estás hablando con esta mujer?!”. El Rab tuvo que contestar con sinceridad y dijo al soldado que la mujer estaba pidiéndole un cuchillo y que él trataba de convencerla de que no era necesario que se quitara la vida por su propia mano, porque tarde o temprano todos morirían. El soldado no le creyó y se dirigió a la mujer: “¡¿Es cierto eso?!”. La mujer respondió afirmativamente. El soldado sacó un cuchillo y lo entregó a la mujer, en espera de disfrutar la grotesca escena.

 

Para sorpresa de los presentes, la mujer colocó al bebé en el suelo, le quitó las ropas, tomó el cuchillo, dijo la bendición que se recita antes de practicar la circuncisión y le hizo el berit milá. El soldado se quedó estupefacto y le preguntó: “¿Qué hiciste…? ¿Por qué hiciste eso?”. “Hoy”, respondió la mujer, “mi hijo cumple ocho días de haber nacido y la Torá nos ordenó hacer el berit milá a todo varón. Sé que mi hijo morirá dentro de muy poco, ¡y yo quise cumplir la mitzvá que Hashem nos encomendó mientras aún tenga vida, y que muera como un yehudí!”.[2]

 

El Jafetz Jaim interpretó el versículo citado de la siguiente manera: “En el lugar donde te encuentras parado… significa: ‘la situación en la que te encuentras actualmente es igual de sagrada. Si la situación se tornó difícil, es exactamente así como Hashem está esperando que lo sirvas, incluso en los momentos más críticos de tu vida. Así como le pidió a Moshé que sus manos se mantuvieran limpias, tus pensamientos y tus hechos deben ser íntegros, limpios, puros, caminando siempre por el sendero de la Halajá y de lo que nos indican nuestros Jajamim. Lo único que Hashem pretende de ti, al ponerte ciertos ‘obstáculos’ en tu vida, es que los superes, para así hacerte más fuerte, más capaz”. Cada vez que superamos una prueba logramos crecimiento y elevación personal y espiritual. Debemos empeñarnos en dar lo mejor de nosotros mismos para servir a Hashem con los recursos y las habilidades con que contamos. Hashem sabe hasta dónde somos capaces de llegar; y nos dio los desafíos y herramientas para lograrlo.[3]

 

Rab Simjá Bunim de Parshisja decía: “No me gustaría ponerme en el lugar de nuestro padre Abraham, porque en este caso, ¿qué ganaría Hashem con este cambio? Si Abraham fuera yo, y yo fuera él, nada mejoraría en el mundo. Mi objetivo es el de mejorar mi propia conducta”.[4]©Musarito semanal

 

 

 

“Rabí Shimón ben Elazar dijo: ‘Toda mitzvá por la cual el Pueblo de Israel se sacrificó hasta la muerte, aún perdura entre ellos’.”[5]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Lit. “que su nombre sea borrado”.

 

[2] Hamaor, tomo II, pág. 401; Rab David Zaed.

 

[3] Meor Hashabat, pág. 58; Rab Kalman Packouz.

 

[4] Simjas Israel, pág. 53.

 

[5] Shabat 130a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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