Israel, Un Pueblo único

(Asimilación)

 

 

 

“Este mes será para ustedes el primero de los meses” (12:22).

 

 

En esta Perashá, Hashem ordena a Am Israel considerar a Nisán como el primero de los meses y, de ahí en adelante, contar los demás como el segundo, el tercero y así sucesivamente, para que tengamos presente (durante todo el año) el gran milagro de la salida de Egipto. Nisán será el mes en que conmemoremos cuando Hashem se manifestó ante todo el mundo y el Pueblo de Israel fue redimido. Por esta razón en la Torá no están mencionados los nombres de los meses hebreos. Así como a los días de la semana se les relaciona con el Shabat, por ejemplo, “primero de Shabat” (domingo); “segundo de Shabat” (lunes), etc., también recae la obligación sobre Am Israel de relacionar todos los meses con Nisán, cuando ocurrió la gueulá (redención). Por eso está escrito: para ustedes, porque no es el mes de Nisán el primero del año, sino el principal, ya que mediante él recordamos nuestra liberación de la esclavitud de Egipto.[1]

 

Hashem estableció al mes de Nisán como el primero de los meses del calendario, aun cuando el mundo fue creado en el mes de Tishré; sin embargo, un nuevo periodo comenzó con la redención de Egipto.

 

El rey guardaba celosamente las llaves de su tesoro. No permitía que nadie las tocara. Tan pronto como su hijo alcanzó la mayoría de edad, le entregó todas las llaves, diciendo: “A partir de ahora, tú serás el responsable de ellas”.[2]

 

Similarmente, desde el tiempo de la Creación hasta la salida de Egipto, Hashem Mismo fijó el comienzo de todo nuevo mes. A partir de que el Pueblo de Israel se convirtió en nación, Hashem le asignó el cargo de establecer el comienzo del nuevo mes.

 

El apellido Rothschild representa la filantropía judía. Uno de ellos, el Barón Simón Wolf Rothschild, era un vivo ejemplo de esto. La Torá ordena que cada yehudí escriba un Séfer Torá. El barón no confiaba en los escribas de Alemania, pues pensaba que no eran lo suficientemente instruidos en el tema. Por tanto, envió buscar a Rusia a un reconocido sofer, alguien que fuera escriba, estudiante y devoto. El barón le encargó la escritura de su propio Séfer Torá, por lo que lo llevó a vivir a su casa durante los meses que le llevaría escribirlo. Ambos establecieron la frecuencia con la que se irían liquidando los honorarios que correspondían al avance del trabajo.

 

Un día, el barón se encontró con el sofer y le preguntó acerca de su avance en el Séfer; acto seguido inquirió: “Y por cierto, ¿cuánto le he dado hasta ahora?”. El sofer hizo la cuenta de lo que había recibido durante todos los meses diciéndole: “En abril recibí tal suma; en mayo, tanto y tanto… en junio…”. El barón lo interrumpió de pronto y dijo: “¡¿Así es como un sofer nombra los meses, de acuerdo con sus nombres gentiles?! ¿No pudo haber anotado la misma información de acuerdo con las Perashiot de la semana? ¡La persona que realiza un trabajo sagrado no necesita de datos extraños! Un hombre supuestamente estudioso, ¿no sabe que está prohibido mencionar tales nombres paganos e idólatras?”. Sumamente molesto, el barón le entregó la suma que le debía y a continuación dijo: “Regrese a su hogar y llévese su Séfer Torá. Ya no lo quiero”.[3]

 

El calendario judío forma parte de las 613 leyes y costumbres que nos distinguen como la Nación de Israel. Ser judío significa, ante todo, pensar como tal, planificar y ejecutar cada movimiento que hacemos cada día desde el punto de vista de la Torá. Entonces, y sólo entonces, uno puede saber “dónde” está en la vida y cómo puede tener éxito en llevar a sí mismo y al mundo a su máxima y correcta realización y plenitud.

 

¿Por qué tenemos que ser diferentes de las demás naciones? ¿Por qué tenemos costumbres tan diferentes?

 

La respuesta se halla en el Talmud:

 

El emperador Adrianus, en representación del imperio romano, prohibió el estudio de la Torá. Papus ben Yehudá llegó de visita y encontró a Rabí Akibá, que reunía a distintos grupos y les enseñaba Torá. Le dijo: “Akibá, ¡estás poniendo en peligro tu vida! ¿Acaso no escuchaste la sentencia del emperador?”. Rabí Akibá le contestó con la siguiente parábola: “Un zorro estaba caminando por la orilla de un río y vio que los peces nadaban de un lado al otro. ‘¿De qué están huyendo?’, preguntó. Un pez le respondió: ‘Escapamos de las redes del pescador’. ‘En ese caso’, dijo el zorro, ‘vengan y quédense en la tierra seca junto a mí’. Los peces le contestaron: ‘¿Eres tú al que describen como el más inteligente de los animales? No eres astuto sino tonto. Si estamos en peligro aquí en el agua, que es donde vivimos, ¡cuánto más lo estaremos en la tierra seca, donde seguro moriremos!’”.

 

Rabí Akibá dijo: “La Torá es para la supervivencia judía como el agua para el pez. Sí, constantemente nos encontramos en peligro. El enemigo es fuerte y numeroso. Lo único que nos mantiene a salvo de caer en su poder es la Torá. Ella es la que sostiene nuestra identidad. Si la dejáramos para pasar a ‘la tierra seca’ de los romanos, moriríamos con seguridad”.[4]

 

Bajo sus estatutos [costumbres] no deben dirigirse.[5] La continuidad del Pueblo Judío sienta sus bases, entre otras, en el hecho de no dirigirse en los caminos trazados por otros pueblos. Nuestros padres entregaron la vida para mantener viva nuestra estirpe. La única forma de romper la cadena milenaria que nos une con todas y cada una de las generaciones anteriores es asimilándonos. Las ramas desaparecen cuando las raíces se destruyen.[6] Al intentar asemejarnos a otros pueblos, estamos defraudando a todos los que se han sacrificado para mostrarnos que debemos concentrarnos en lo que el Todopoderoso requiere de nosotros. Por más alto que llegues, nunca olvides tus raíces. Las mitzvot, además de un medio de acercarnos a Hashem, son también cercos para evitar que el yehudí caiga en este terrible mal.

 

En los últimos tiempos, el Pueblo de Israel se ha visto inmerso en este serio problema. El fuego está quemando hasta los cedros quiere decir que este ponzoñoso mal ha llegado a afectar aun a las familias más nobles. Ha cobrado y sigue cobrando víctimas espirituales, sin distinción de edades, orígenes o posición social. ¡Está causado más víctimas que el holocausto nazi!

 

¿Cómo podemos huir y salir ilesos de tan terrible mal?

 

Toda persona necesita sentirse identificada con una sociedad. La acción de reunirse bajo un mismo techo y de comer de la misma comida genera en el corazón del individuo la sensación de pertenencia. El Rambam explica que un yehudí debe ser reconocido por su forma de vestir y de pensar. Tenemos nuestro calendario, nuestras festividades y nuestras propias costumbres. El Pueblo de Israel fue elegido solamente para cumplir su misión: ¡ser la luz para los pueblos! No podremos cumplir con esta obligación mientras aspiremos a ser un pobre espejo de otros pueblos, copiando sus culturas y costumbres o abandonando el maravilloso tesoro que recibimos en el Monte Sinaí, el cual enriquecieron nuestros Sabios a lo largo de las generaciones con sus consejos y enseñanzas, todas ellas basadas en la Ley Oral.

 

Está escrito en el Midrash: “Dijo Rab Huná en nombre de Bar Kapará: Por el mérito de cuatro cosas los Hijos de Israel salieron de Egipto: no cambiaron sus nombres; no cambiaron su idioma; no había entre ellos delatores; y estaban alejados de la inmoralidad”.[7]©Musarito semanal

 

“Pues quién como Tu nación, como Israel, un pueblo único.”[8]

 

 

 

 

 

[1] Rambán, Shemot 12:2.

 

[2] Shemot Rabá 15:30.

 

[3] Relatos de Tzadikim, pág. 52.

 

[4] Berajot 61b.

 

[5] Vayikrá 18:3.

 

[6] Rabenu Bajyé.

 

[7] Bamidbar Rabá 20.

 

[8] Shemuel II, 7:23.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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