la misión más trascendente.

 

“Apliquen sus corazones a todas las palabras sobre las que yo les doy testimonio en este día, las cuales ustedes deberán encomendar a sus hijos para guardar y cumplir todas las palabras de esta Torá” (32:46).

 

En el último día de su vida, Moshé se paró junto a Yehoshúa para simbolizar la transmisión del mando, a partir de ese día su discípulo asumiría el liderazgo. También advirtió al pueblo, por medio de un canto profético, el reproche y a su vez el vaticinio de la futura redención, esto llegaría a ser posible siempre y cuando la Torá fuera cumplida y se mantuviera intacta a través de las generaciones, para tal fin, dejó claro el mando de instruir a sus descendientes.[1]

 

 

Este fue el legado de nuestro patriarca Abraham, quien se ocupaba de instruir a sus sucesores en el servicio de Hashem: Y Abraham se ha de convertir en una nación grande y poderosa, y se bendecirán por él todas las naciones de la tierra. Pues Yo lo aprecio a él, porque sé que ha de inculcar a sus hijos y a su casa tras de sí que guarden el Camino del Eterno, y practiquen hacer rectitud y justicia a fin de que el Eterno traiga sobre Abraham lo que le prometió a él.[2]

 

 

Abraham Abinu fue sometido a pruebas muy difíciles, la más fuerte fue cuando Hashem le ordenó sacrificar a su hijo Yitzjak. A pesar de la dificultad, madrugó, ensilló a su burro, cortó la leña y empacó el cuchillo. Cuando llegaron al lugar indicado, él construyó el Mizbeaj (altar), él arregló la leña, ató a su hijo encima del altar y tomó el cuchillo con su mano para sacrificarlo. Si observamos el versículo, encontraremos que Hashem le ordena que lo lleve hacia la tierra de Moriá y lo eleve como ofrenda,[3] en ningún momento le pide que él haga todos los preparativos… Además de ser un hombre mayor (137 años), poseía muchos esclavos y no le faltaba quien le ayudara, lo acompañaban también su hijo Ishmael y su fiel sirviente Eliezer. Yitzjak no era un niño, era un joven de 37 años, levantarlo y colocarlo encima del altar no debió ser una tarea fácil para él.

 

 

¿Por qué lo hizo todo él y no buscó ayuda externa?

 

 

Nuestro patriarca desconocía si volvería a ver a su hijo, por esto quiso darle una importante lección en el servicio de Hashem. Primero le mostró que un Yehudí, debe estar dispuesto a cumplir la voluntad de Hashem aun hasta las últimas consecuencias. Segundo, y esta es la enseñanza que queremos enfatizar, en el tema de la educación, no se puede delegar la responsabilidad a otros. Si realmente se busca cumplir con la obligación de la paternidad y de transmitir los valores adecuados a los hijos, y a enseñarles a practicar el judaísmo, nadie lo puede hacer mejor que los padres… Aunque tenemos la gran fortuna de contar con instituciones que nos apoyan en proporcionar a nuestros hijos una instrucción de primer nivel, les provisionan las herramientas para una correcta formación e identificación de los principios judíos, igual esto no es suficiente, no debemos dejarlo todo en sus manos, el Creador fincó la responsabilidad en nosotros, además que una educación muda, silenciosa, basada en un ejemplo de vida más que en palabras por parte de los padres, puede ser más poderoso y efectivo que cientos de horas dentro de una aula escolar.

 

 

Una mujer fue al supermercado con sus hijos. Se dirigió a la caja y después de pagar se percató que el cajero le había cobrado a precio normal un producto que estaba en promoción. La mujer buscó al gerente de la tienda y le explicó el error. El hombre se encontraba muy atareado, no quiso distraerse en pequeñeces, así que tomó un par de dólares de la caja registradora que tenía frente a él y se los dio. De camino a casa, la mujer se dio cuenta de que el gerente le había dado más de lo que le correspondía. Quiso regresar a avisarle, pero era ya demasiado tarde, la tienda ya había cerrado.

 

 

Esa noche la mujer no podía dormir. Seguía pensando en el dinero que había introducido en su cartera, no le pertenecía. Recién amaneció, apuró a los niños para que estén listos para ir a la escuela,

 

salió con ellos antes de la hora habitual y condujo su auto hacia la tienda. Ahí, en frente de sus hijos, explicó al gerente el error que había cometido el día anterior. El hombre no tenía tiempo para esas historias, así que tomó con indiferencia el pago y lo regresó a la caja.

 

 

Meses después, el hijo de la señora hizo un examen difícil en la escuela. La mayoría de los estudiantes sacaron bajas calificaciones, pero su hijo sacó un "A+". De hecho en frente de la clase el maestro alabó al niño por su excelente resultado. Más tarde, y al ver que tantos estudiantes habían mostrado un pobre desempeño en el examen, el maestro decidió contestar las preguntas en voz alta. Durante el repaso el niño se dio cuenta de que había cometido un error que el maestro no había visto. A lo largo del repaso el niño estaba luchando por su "A+". Finalmente su conciencia ganó. Después de la clase se acercó al maestro y le dijo de su error. Más tarde en la casa, el niño le contó a su madre la historia. Ella lo alabó por su voluntad de sacrificar la calificación por la honestidad. Su hijo le relató como la batalla se había desatado en su mente mientras escuchaba el repaso. Pero todo volvió a la calma después que recordó aquel incidente en el supermercado. El niño le dijo a su madre que en ese momento la batalla terminó y decidió lo que tenía que hacer.[4]

 

No podemos construir a la juventud por medio de un ejemplo que nosotros mismos no damos, debemos ser coherentes en lo que les pedimos y en lo que efectuamos… no se señala el camino mostrándolo con el dedo, sino caminando delante. El Mundo podría cambiar por tu ejemplo, pero muy difícilmente por tus palabras...[5] Si buscas que tus hijos sean sinceros, auténticos en su comportamiento con Hashem y con todos los que los rodean, debes dar tu siempre el primer paso; alguien ya lo dio antes por ti. Generación tras generación se fue forjando lo que hoy eres, ahora tu compromiso es mantener viva su enseñanza. Debes llevar con orgullo tu identidad, debes amar y perseguir los valores que recibiste de ellos. Esto fue el último deseo de nuestro guía Moshé: Cumple la Torá y las Mitzvot con alegría, haz que tus hijos te vean disfrutar al servir a tu Creador. Instrúyelos hasta que se conviertan en un eslabón más de la cadena milenaria de Am Israel. Este es el mejor legado que podrás dejarle a tus descendientes.

 

 

¡Y recuerda, no lo olvides! Tú como padre o madre, eres el responsable de tú hijo y debes conducirlo por la Senda Correcta para que lo puedas presentar delante de Hashem; limpio y tan puro como cuando lo recibiste de Él. ©Musarito semanal

 

 

“Estableció un testimonio en Yaacob y la Torá colocó en Israel, la cual encomendó a nuestros padres, para hacerla saber a sus hijos.[6]

 

 

 

 

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[1]  Ramban

[2] Bereshit 18:18,19

[3] Bereshit 22:2

[4]  Rab Lawrence Kelemen

[5] Jatam Sofer

[6]  Tehilim 78:6

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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