¿Cuándo llegará El Mashiaj?

 

“Llamó Yaacob a sus hijos y dijo: ‘Reúnanse y les diré lo que sucederá al final de los días. Júntense y escuchen, hijos de Yaacob, y escuchen a Israel su padre’”. 49:1-2

 

 

¿Por qué Yaakob repitió sus palabras, diciendo “reúnanse”, para luego decir “júntense”, siendo de esta manera aparentemente redundante?

 

Los Jajamim dijeron que Yaacob quiso revelar a sus hijos el final de los tiempos,[1] es decir, el momento de la llegada del Mashiaj, y entonces el Espíritu Divino lo abandonó, perdiendo el don de la profecía.[2] ¿Qué fue lo que motivó a Yaacob a querer revelarles la fecha de la redención? ¡Faltaban muchos miles de años para su llegada! Esto, en lugar de beneficiarlos, les hubiera bajado la moral ya que sus descendientes se hubieran resignado y no hubieran buscado méritos para acercar su llegada. Además, ya señalaron los Jajamim que esto no puede saberlo con exactitud ningún hombre, ni mucho menos revelarlo a otros: Tres cosas suceden repentinamente (sin previo aviso): la llegada del Mashiaj, el encontrar algún objeto inesperado, y el ataque de un escorpión.[3]

 

Lo que Yaacob quiso transmitir a sus hijos es que es posible aproximar la redención, pues Hashem aseguró que el Mashiaj acelerará su venida si Israel se prepara correctamente para ello. ¿Y cuál debía ser su proceder? Comenzó diciéndoles: “júntense”, vemos que estaban dispersos y él los unió con su espíritu Divino.[4] Yaacob Abinu les enseñó que la supervivencia de Israel en el exilio, entre las demás naciones, depende de la unión.[5] Por ello reiteró sus palabras y dijo “reúnanse” y “júntense”, pues con ese fin los había llamado. Por ello los reunió con su espíritu Divino, enseñándoles que lo esencial era su unión, y fuera de ello nada serviría.

 

Cuando Israel está unido, nada ni nadie puede dañarlos, y entonces la redención puede acontecer. Por ello Yaacob reunió a sus hijos antes de morir, pensando en que “tal vez tras mi muerte ellos se pelearán, y así nunca podrán dejar la servidumbre”. Por tal motivo los reunió y les enseñó la Mitzvá de amarse mutuamente, y los unió y unificó con Hashem, quien es Uno y Único. Ellos respondieron y afirmaron “así como sólo hay Uno en tu corazón, también hay sólo Uno en el nuestro…”.

 

Israel no fue esclavizado en Egipto sino por causa de la falta de unión. Cuando Moshé vio que los miembros del pueblo de Israel peleaban entre ellos dijo: Ahora se sabe el asunto.[6] Está escrito: Dijeron en nombre de Rabí Alexandri, Moshé dudaba y se preguntaba ‘¿cuál fue la falta de Israel, por la que deban ser esclavizados?’ Al oírlos, dijo: ‘hay maledicencias entre ellos, ¿cómo serán redimidos?’. Por eso señaló: “ahora se sabe el asunto”, ‘ahora sé por qué están esclavizados’”. Y no fueron redimidos hasta que su unión fue reestablecida.[7]

 

El faraón designó vigilantes del pueblo de Israel para castigar a sus propios hermanos. ¿Por qué eligió vigilantes de Israel, y no egipcios? El gran enemigo de Israel, quien los hundió en cuarenta y nueve niveles de impureza, sabía bien que mientras ellos estuvieran unidos no podría someterlos, y fácilmente podrían dejar el país. Por lo tanto, fue astuto, y puso vigilantes del mismo pueblo para supervisarlos, para que unos golpeen a sus propios hermanos y así pelearan, y no hubiere unión entre ellos. No obstante, los vigilantes de Israel adivinaron sus intenciones y no deterioraron la hermandad reinante entre ellos, y el versículo afirma: Y los oficiales fueron golpeados,[8] pues los supervisores egipcios castigaban a los vigilantes, porque Israel no terminaba con las labores impuestas. Pero ellos no golpeaban a sus hermanos, aún a riesgo de ser ellos mismos golpeados. En mérito de haber cuidado su fraternidad y unión, pudieron salir de Egipto. A pesar de no tener Torá o Mitzvot, sólo por estar unidos entre sí, merecieron salir de Egipto. Dijeron los Jajamim: En la generación de Ajab eran todos idólatras, pero por no haber delatores entre ellos, salían a la guerra y triunfaban”. Y sobre la generación que abandonó Egipto, dijeron que ello ocurrió debido a que no se delataban entre sí y mantenían su unión.[9]

 

A un Abrej de Éretz Israel, le llegó una invitación de boda de un muchacho de la Yeshivá en la cual había estudiado hacía muchos años. Sin embargo, no recordaba quién era ese joven, y no entendía por qué lo había invitado. De todas maneras, por cuanto que le había llegado la invitación dedicada especialmente con su nombre, fue a la fiesta, para cumplir con la Mitzvá de alegrar al novio.

 

Después del casamiento, resolvió preguntarle al novio por qué lo había invitado. Para su sorpresa, el novio le contestó: “¿Cómo no invitarte? ¡Yo te debo toda mi vida! El hecho de que sea un Bajur Yeshivá y que hoy haya llegado a casarme, ¡es todo por mérito tuyo!”. El Abrej preguntó desconcertado: “Perdóname, ¿no me estarás confundiendo con otra persona?”. Entonces el novio relató lo siguiente: “Tú no me recuerdas, pero estábamos juntos en la misma Yeshivá, una institución que albergaba a cientos de jóvenes; yo estaba triste, sentía que a nadie le importaba de mí, no tenía Jabrurtá (compañero de estudio). Por lo tanto decidí dejar la Yeshivá, lo recuerdo bien, era un domingo, ese día decidí abandonar el camino de la Torá y las Mitzvot.

 

Fue entonces, que el Shabat por la noche, estábamos todos en fila para saludar al Rosh Yeshivá como de costumbre. Tú estabas detrás de mí, y de repente sentí que me arreglabas la solapa de mi saco, dándome una cálida palmada sobre mi espalda, y me preguntaste cómo me sentía en la Yeshivá, si necesitaba algo, si tenía Jabrutá… En aquél momento me puse muy contento, sentí un gran estímulo, y entonces decidí quedarme en la Yeshivá. Estudié unos cuantos años con esfuerzo e Irat Shamaim. Y Baruj Hashem hoy estoy formando un fiel hogar judío en el Pueblo de Israel, ¡Todo gracias a ti!...[10]

 

El recelo, la indiferencia, los complejos, la indolencia y todas esas actitudes impropias del Pueblo de Israel, deben desaparecer de nuestra sociedad; al calor del fuego de la hermandad y la solidaridad se han de derretir las feas murallas de hielo, formadas por la incomprensión y los prejuicios. Innumerables problemas sociales se crean por la desunión y la soberbia. Es deber de todos erradicar esos males desde nuestro propio cambio de conducta hacia los demás, generando de tal modo una reciprocidad positiva y así, un mejor y más claro porvenir a las futuras generaciones.[11]©Musarito semanal

 

 

 

“Así como un buen amigo trae la redención, lo opuesto es también cierto: un mal amigo causa un gran mal, puesto que es imposible no aprender de él y no imitar sus hechos, por honor o por vergüenza”.[12]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] La frase “el final de los días” que aparece en este versículo, no se refiere al final de su exilio en Egipto, ya que los discientos diez años que iban a permanecer allí no pueden ser definidos como “filal de los días”. (Gur Aryé)

 

[2] Pesajim 56a

 

[3] Sanhedrín 97a

 

[4] Bereshit Rabá 98:3

 

[5] los Sabios dijeron: que el segundo Bet HaMikdash fue destruído debido al odio gratuito; por no estar juntos y unidos. (Yomá 9b) También dijeron:  que de igual forma Israel no será redimido hasta que estén juntos. (Yalkut Shimoni Amos 549)

 

[6] Shemot 2:14

 

[7] Bereshit Rabá 1:30

 

[8] Shemot 5:14

 

[9] Extraído de la revista Pájad David, Perashat Vaijí ;Rab David Pinto

 

[10] Extarído del libro Pirké Abot; pag. 238; Rab Yaacob Muhafra

 

[11] Rab Mordejai Babor

 

[12] Pele Yoetz; Amistad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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