3.2 Akuma Ná, Vaasobebá Ba'ir, Bashevakim Ubarjobót; Abakshá Et Sheahabá Nafshí, Bikashtív Veló Metzatív:

 

“Me levantaré ahora, y rondaré por la ciudad, en las plazas y en las calles; buscaré al que ama mi alma. Lo busqué, pero no Lo encontré”.

 

 

En Breve:

 

Entonces, dije en mi corazón: ahora me levantaré y caminaré por la ciudad entre las plazas y las calles para buscar a Aquel que ama mi alma. Así lo hice y lo busqué, pero tampoco allí lo encontré.

 

 

 

Se refiere a que, después de haber pecado (en especial alude al becerro de oro)[1], Israel erró por el desierto treinta y ocho años, como explicamos anteriormente, sin una comunicación directa con Él, esperando reconciliarse con su Querido. Sin embargo, Él no cedió a llevarla en ese momento a la Tierra Prometida.[2]

 

 

 

Profundizando:

 

En el versículo anterior vimos cómo la congregación de Israel se siente indefensa cuando se aleja del Creador. Mientras yace en su lecho, en la noche de su sufrimiento en el desierto, se siente perdida y comienza a buscarlo. Me levantaré ahora, y daré una vuelta por la ciudad por las calles y por las plazas, buscaré al que ama mi alma. Lo busqué mas no Lo encontré.

 

Después que la congregación de Israel se dio cuenta que estaba muy alejada de su Amado, Él continúa manteniendo su distancia. Entonces ella decide levantarse, y deambular por la ciudad, por las calles y plazas buscando reencontrarse con Él. Todo judío sabe que debe actuar con dedicación, presteza y entrega,[3] con Teshubá y hechos buenos,[4] con justicia, con favor hacia el necesitado[5] y ferviente plegaria,[6] para reencontrase con el Creador.

 

 

Enseñanza ética:

 

Una de las cosas que más afectan al judío en su servicio al Creador, es el pensar que es una persona más entre todos los millones de habitantes del mundo, y que, por consiguiente, sus actos no son trascendentes ni significativos. Tal vez ignora que cada pensamiento, cada palabra y cada hecho que realiza influyen, no solamente en el mundo físico sino también pueden llegar a modificar la raíz de su alma. El Rab de Volozhin explica que, inclusive lo que sucede en el Cielo depende de los propios actos de la persona aquí en la tierra. ¡Qué responsabilidad tan grande tenemos! ¡Quien comprenda el fondo de estas palabras, debería estremecerse cada vez que mueve un dedo! [7]

 

Para nuestra buena fortuna existe la Teshubá. Este término proviene de la raíz Shub que significa volver. ¿A dónde debemos regresar? A nuestra fuente, debemos devolver el alma al lugar de donde provino. ¿Y esto cómo se logra? Cumpliendo con la Voluntad del Creador, la cual está expresada en la sagrada Torá. Ahora se puede comprender mejor el concepto que dicta el Talmud refiriéndose a que la Teshubá llega hasta el Trono Celestial.[8] Por lo tanto, la Teshubá abarca no sólo al pecador; también incluye a la persona íntegra y recta, que al igual debe esforzarse y superar sus actos para devolver su alma pura al Creador.

 

En el alma de cada judío, está implícito el deseo de elevarse y unirse al Todopoderoso: Me levantaré ahora y daré una vuelta por la ciudad por las calles y por las plazas, El alma del judío está sedienta. Buscaré a “El Que Ama mi alma…”. El ser humano que no se apega a la Torá y a los Jajamim, y se deja llevar por los placeres y deleites falsos, se confunde; piensa que la insensatez de lo cotidiano y las fantasías de lo mundano son la fuente de la felicidad. Tarde o temprano se dará cuenta que el deleite que tanto anhelaba era algo efímero e insignificante: Lo busqué mas no Lo encontré. Es sólo cuando la mente del hombre está orientada hacia las alturas, es cuando encuentra el placer eterno que está oculto dentro de cada Mitzvá y del estudio de la Sagrada Torá. Cuando el hombre se ocupa en cumplir con sus obligaciones como judío, es entonces que su alma se llena de regocijo por haber encontrado aquel deleite que su alma ansiaba tan afanosamente.

 

Un inocente judío fue acusado falsamente por un feudal quien le dictó una larga sentencia en un reducido calabozo. Por algún motivo, este tirano decidió demostrarle al judío un mínimo de misericordia. Le dijo: “Mira, serás mi prisionero por toda tu vida, no hay nada que pueda cambiar tu destino. Pero te haré un obsequio: te regalaré un día, sólo uno, un día de libertad durante el cual podrás regresar con tu familia y tu comunidad. Podrás practicar tu religión, hacer lo que desees. No me interesa que día elijas. Tendrás sólo un día y tú decidirás cuando”. El hombre entró en conflicto. ¿Qué día elijo? ¿Quizás Rosh Hashaná? Podría tal vez escuchar los sonidos del Shofar, ¡Tal vez convendría elegir Yom Kipur! Es el día más santo del año, ¿Por qué no la noche de Pésaj? Podría celebrar el Séder con toda la familia…

 

El prisionero no lograba aclarar su mente, por lo cual decidió escribir una carta al RaDB”aZ, uno de los sabios rabínicos de esa época, para pedir consejo. El Rab le respondió: Elige el primer día posible para salir, ¡cuando quiera que sea, pero que sea de inmediato! ¡No esperes más! No importa que día sea; Shabbat, un lunes, un miércoles, ¡lo más rápido que puedas sal y aprovéchalo…!”

 

Esta alegoría ilustra nuestro diario vivir. La mayoría de nosotros estamos sometidos a nuestros malos hábitos. Sentimos que es muy difícil asumir el compromiso de hacer las cosas en forma correcta, justificamos nuestro proceder con argumentos como: “No estoy preparado todavía para comenzar…”. “Algún día lo haré…”. “Eso no es para mí…, así nací y me es imposible cambiar…, etcétera”.

 

Es cierto que no es fácil corregir vicios, pero tenemos la obligación de hacerlo. La transformación de nuestros actos no debe ser postergada, debemos comenzar ¡HOY! Me levantaré ahora… Nadie sabe cuándo será el día en el que deberá rendir cuentas delante de la Corte Celestial… Cada persona decide ir por el buen camino y ser justo o dirigirse por el camino del mal y ser malvado. Cada uno actúa bajo su propia responsabilidad: Rondaré por la ciudad, en las plazas y en las calles. Somos humanos y cometemos errores, y si nos equivocamos, debemos arrepentirnos y corregir nuestros actos: Buscaré al que ama mi alma. No tengas miedo de descubrir que el verdadero tú puede ser diferente al tú actual.[9] El trabajo de la Teshubá no es algo que requiere poco esfuerzo, sin embargo, es el camino más seguro para enmendar las malas acciones y por ende poder encontrar y apegarse al Creador…

 

Un alumno del Rebe de Karlín se lamentaba frente a su maestro: “Rab, ¡necesito de su ayuda!” “¿Qué puedo hacer por ti hijo mío?”, le preguntó el Rebe. “No he podido alcanzar el nivel espiritual de la devoción a la que he aspirado toda mi vida, por favor, Rebe ¡ayúdeme! El sabio respondió: “Te he dado varias sugerencias, pero hasta ahora no he podido encontrar la llave para abrir tu corazón…”. “¿La llave?”, gritó angustiado el alumno. “¿Quién necesita una llave? ¡Rebe! ¡Use un hacha para abrir mi corazón…!”.

 

“No es necesario”, replicó el Rebe, “Tu corazón acaba de abrirse...”.[10]©Musarito semanal

 

 

 

“Teshubá se traduce usualmente como arrepentimiento, pero literalmente significa darse vuelta (enfrentarnos a nosotros mismos honestamente) y retornar para no escaparnos de la verdad”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Targum.

 

[2] Metzudat David.

 

[3] Rab Tzví Rotberg.

 

[4] Lékaj  Tob.

 

[5] Riná Shel Torá.

 

[6] RaMB”aN.

 

[7] Rab Jaim Mivolozhin; “Néfesh HaJayim”.

 

[8] Yomá 86a.

 

[9] Rab Nóaj Weinberg.

 

[10] Extraído del libro: De Generación en Generación, página 56.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.