3.7 “Hiné Mitató Shelishlomó, Shishím Guiborím Sabíb Lah Miguiboré Yisrael”.

 

“He aquí el lecho de Shelomó, rodeado por sesenta valientes, de los valientes de Israel”.

 

 

En Breve:

 

Continúa Israel dirigiéndose a las naciones: “El Creador dispuso varios grupos de guardianes para custodiar el Tabernáculo o la Tienda de Reunión, mostrándome así la gran estima que tiene Él por el lugar que usamos como enlace entre nosotros”.

 

Profundizando:

 

Según el Midrash explicamos así: He aquí el lecho de Shelomó, se refiere a que la congregación de Israel denomina a su Amado como Shelomó, en referencia a la grandeza universal que había alcanzado el rey Shelomó y les dice a las doncellas: “Tan amada llegué a ser ante los Ojos de mi Querido que para resguardarme que no sea yo secuestrada del lecho, el Óhel Mo'ed (la Tienda de Reunión) que Él había preparado, puso una guardia de sesenta valientes de Israel para cuidarme celosamente”. Los sesenta valientes, se refiere a las veinticuatro familias de Cohanim que servían en el Santuario anualmente, más las veinticuatro familias de Leviyím que colaboraban en el servicio, más doce familias prominentes del pueblo en representación de toda la comunidad. Todos ellos eran diligentes, valientes y personas íntegras en el dominio de sus pasiones.[1]

 

 

Enseñanza ética:

 

El Creador manifestó el amor por Su pueblo haciendo posar su Presencia en la Tienda de Reunión (Óhel Mo'ed). De la misma forma Israel muestra su aprecio por Él cuidando la Torá, que es el vínculo que los une.

 

Él ordenó: Harán un Santuario para Mí y Yo residiré entre ustedes.[2] Preguntan los Jajamim: Debería estar escrito: Y Yo habitaré en él (en el Santuario), y no en ustedes, ¿qué es lo que quiere insinuar la Torá? así responden: Cada hijo de Israel supone ser una residencia para la Presencia Divina; quiere decir que cada uno y uno de nosotros debe encarnar la responsabilidad de construir y santificar su propio ser y constituirlo como un lugar de residencia digno para la Shejiná (Presencia Divina).[3]

 

En otro pasaje de la Torá encontramos que cuando una persona construye una casa, la Torá le exige al propietario construir un cerco protector alrededor de su azotea, para que no pongas sangre en tu casa si cae el que cae de ella.[4] Y así como el edificador tiene el deber de cuidar que la vivienda sea un lugar seguro,[5] así también, cuando alguien “se construye” a sí mismo, debe hacerse protecciones y vallas, para evitar cualquier tropiezo, evitando así caer en el vacío espiritual. Este es uno de los motivos del por qué la palabra caer está escrita dos veces en el versículo que habla sobre la casa; los Jajamim nos advierten que, en el plano espiritual, una persona que no haga un cerco a su azotea, quiere decir que no toma las debidas precauciones a fin de proteger sus pensamientos y por ende sus actos, puede llegar a caer; la reiteración del mimo error provocará una segunda caída y llegando a ese punto, le será muy difícil levantarse de nuevo. Si no agrega o mejora cada día una de sus cualidades, se acostumbrará a una determinada situación y ésta se transformará en una rutina al punto tal que deje de prestar la atención debida sobre ello y esto es sumamente peligroso para su alma. Los perversos no se hacen de un día para el otro; poco a poco van rompiendo vallas, hasta que llegan a lo más bajo…

 

La vida de un judío está rodeada de obligaciones, tenemos 613 Mitzvot para cumplir que, en realidad son 613 Etzot (consejos) de cómo vivir una vida plena y feliz.

 

Un grupo de gente vive en la cima de una montaña que culmina en un brusco peñasco, tras lo cual hay un abismo de enorme profundidad. Imaginemos si uno de los habitantes, por propia iniciativa, construye un vallado de seguridad para evitar que las personas se acerquen demasiado al borde del peñasco y, sin darse cuenta, se caigan al precipicio. ¿Acaso alguien podría atreverse a acusar a este hombre de limitar su libertad de movimiento al reducir la probabilidad de que se caiga al precipicio y muera? Cuántas veces oímos decir, a aquellos que no comprenden la verdadera naturaleza de la legislación rabínica, que nuestros rabinos restringieron nuestra vida a través de leyes y prohibiciones adicionales, innecesarias y complicadas. Sin embargo, la persona que entiende la gravedad de transgredir la ley de la Torá, los devastadores efectos que tal acción tendrá en su alma y en el mundo en general, se siente mucho más seguro de saber que se erigieron vallas de seguridad para evitar que alguien cayera en el precipicio espiritual. Por eso los Jajamim explicaron que los sesenta valientes a los que hace alusión nuestro versículo son los Jajamim del Sanhedrín que conformaban el Tribunal Supremo de Israel. Ellos adicionaron ciertas prohibiciones que sirven hasta hoy como cercos y límites para evitar tropiezos en el cumplimiento de la Torá.

 

Cierta vez el Saba MiKélem vio que unos alumnos de su Yeshivá estaban trepando por un cerco para atravesarlo. En ese instante exclamó, consternado: “¡Si una cerca de madera no fue suficiente para detenerlos, entonces podrán traspasar todo tipo de barreras en sus vidas! ¡Personas así se encuentran en grave peligro!”.[6]

 

La Torá es muy clara al respecto: Conforme a la Torá que ellos (los Jajamim) te instruyan, y las leyes que te impongan, harás; no te apartarás ni a derecha ni a izquierda de la palabra que te dijeren.[7] Alguien que es descuidado en el cumplimiento de las leyes rabínicas, posiblemente será negligente en el cumplimiento de las leyes que están explícitas en la Torá.

 

Cuando el Yétzer Hará' (el instinto del mal) acosa a una persona que se encuentra en el camino de la Torá, no le aconseja que cometa un grave pecado. Él sabe de antemano que una persona con fuertes principios de Torá no le hará caso. Su estrategia es atacarla de otra manera. ¿Qué hace? Se disfraza de rabino o de fiel consejero, y comienza a desvalorizar todo lo que su víctima hace con argumentos como: “Ya se te hizo tarde. Seguramente ya no llegas al Minyán. Mejor tómalo con calma y ve al siguiente. Ni modo que corras. ¡La concentración es muy importante en la Tefilá (Plegaria)...!”. Y cuando ya está rezando, le dice al oído: “Si vieras… Tus compañeros ya están estudiando y tú todavía rezando... ¿Qué clase de estudiante eres?”. Y tampoco lo deja pronunciar la Tefilá como es debido. Y cuando se sienta a estudiar, le dice: “Mira, los demás ya van muy adelantados. Mejor corre, aunque no lo entiendas bien. En la noche nos desvelamos y nos ponemos al día...”. Y así el Yétzer Hará' va quitando valor a todo lo que hace esa persona para, al final del día, desmoralizarla. Cuando ya la tiene en la lona, mantiene la puerta abierta para hacerla caer en lo que quiera.

 

¿Cuál es la receta para contrarrestarlo?

 

¡Valorar lo que hacemos! Si supiéramos cuánto vale un solo “Amén” delante del Creador… Una palabra de Torá es más valiosa que todos los bienes de este mundo. Teniendo esto presente, no le será tan fácil al villano hacernos caer. En ocasiones tropezaremos; es doloroso y hay que procurar no hacerlo de nuevo, pero la idea es ¡Seguir adelante! No por perder el tren vamos a dejar de cumplir con nuestras obligaciones de ese día… No nos quedamos parados lamentando que se fue; tratamos de llegar a toda costa, buscamos un taxi o buscamos cualquier otra solución. Así es como debemos actuar contra el consejo del Yétzer Hará'.

 

Para evadir las trampas del instinto maligno, los Jajamim instituyeron leyes que sirven como un cerco protector, el cual evita que caigamos en los temibles ardides del instinto del mal que podrían hacernos transgredir cualquiera de los preceptos que ordena nuestro Creador por medio de su Torá.©Musarito semanal

 

 

 

“Como una ciudad derribada y sin muros es aquel cuyo espíritu no tiene restricciones.”[8]

 

 

 

 

[1] Metzudat David.

 

[2] וְעָשׂוּ לִי מִקְדָּשׁ וְשָׁכַנְתִּי בְּתוֹכָם Harán un Santuario para Mí y Yo residiré entre ustedes. Shemot 25:8

 

[3] Ver Vayikrá 11:44, 19:2, 20:7, donde se expresa la santidad que cada yehudí debe conservar.

 

[4] כִּי תִבְנֶה בַּיִת חָדָשׁ וְעָשִׂיתָ מַעֲקֶה לְגַגֶּךָ וְלֹא־תָשִׂים דָּמִים בְּבֵיתֶךָ כִּי־יִפֹּל הַנֹּפֵל מִמֶּנּוּ Cuando edifiques una casa nueva, deberás hacer un barandal para tu azotea, para que no pongas sangre en tu casa si cae el que cae de ella. Debarim 22:9

 

[5] RaMB”aM Hiljot Rotzéaj 11:1-5

 

[6] Extraído de Hamaor, tomo 3, pág. 228.

 

[7] Debarim 17:11.

 

[8] Mishlé 25:28.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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