¿Debemos seguir a la mayoría?

 

"Mira, Yo pongo delante de ustedes hoy, la bendición y la maldición". 11:26

 

 

En esta Perashá, Hashem advierte a Israel que frente a ellos hay dos caminos para elegir, el de la Berajá (Bendición), o el opuesto. El hombre enfrenta durante su existencia varias disyuntivas, Hashem deja la elección en sus manos y es lo que conocemos como el libre albedrío. Aunque esta es una ley universal, cuando se trata de la idiosincrasia del pueblo judío, nos exhorta a elegir el camino correcto. Como está escrito: La vida y la muerte puse delante de ti. ¡Y elegirás la vida!”.[1] Es como si un hombre se dirigiera a su hijo: “Escoge para ti una porción buena en mi propiedad” y mostrándole la mejor porción, le dice “¡Escoge esta para ti!”.

 

Más adelante, Moshé continúa enseñando y repasando los estatutos y las leyes que debían cuidar al cruzar el Yardén y se asentaran en la Tierra Prometida. Les advirtió que destruyeran cualquier cosa que estuviera relacionada con la idolatría. Comenzó hablando de no escuchar a los profetas falsos, también ordena desenmascarar a un judío, incluso un familiar que incita a otros a practicar idolatría. Lo mismo aplica a una ciudad que se inclinó hacia deidades falsas. Vemos como la Torá incrimina a todo aquel que intente alejarnos de nuestra herencia espiritual para adorar deidades falsas. Aun si se tratara de la mayoría, como lo mencionó en el caso de la cuidad, porque si todos ellos erran en su camino, te arrastrarán con ellos, por eso Moshé señaló: ¡Elige siempre el camino que conduce a la bendición y a la vida…!

 

En cierta ocasión un intelectual no-judío le preguntó al Rab Yehonatán Aibischitz:[2] “¿Acaso no está escrito en su Torá que ustedes deben seguir a la mayoría?[3] El pueblo judío es minoría entre las naciones del mundo, entonces ¿por qué no aplican dicha regla y aceptan nuestras creencias religiosas?”.

 

El gran sabio le respondió: El versículo dicta lo siguiente: “No irás en pos de la mayoría para hacer mal, la Torá prescribe que no hay que aceptar la opinión de la gente simplemente porque es mayoría. [4] Y continuó: “Nosotros, los judíos, no tenemos dudas de la veracidad de nuestras creencias. En consecuencia, si la mayoría a la que te refieres va en contra de lo que está escrito en nuestras leyes, eso no tiene relevancia en relación a nuestro compromiso religioso”.

 

Quiere decir que cuando hablamos de adquirir una filosofía de vida ¿a quién debemos dirigirnos para obtener orientación? ¿A aquel que se encuentra ávido de placer y ambición y por ende es incapaz de saciar su apetencia? ¿Acaso una persona en estas condiciones, puede distinguir la verdad? En una esquina se encontraban varios hombres bebiendo licor. A la distancia se notaba que se encontraban intoxicados por el efecto del alcohol. De pronto pasa por allí un transeúnte al que le dicen: '¡Escucha, nosotros somos cien y tú eres sólo uno! ¡Ven, únete a nosotros!

 

¿Alguien en su sano juicio podría acaso pensar que se trata de un planteo convincente…?

 

Cuentan sobre un rey que solamente salía de su palacio en ocasiones de suma importancia, él consideraba que de esta manera el pueblo le rendiría más honor a su investidura. Solamente siete ministros lo conocían y exponían ante él los temas del reinado. Les asignó todas las facultades para que ellos hicieran valer sus resoluciones, es de imaginarse el poder que tenían, podían hacer lo que quisieran argumentando que lo hacían en nombre del rey. ¿Quién podría contradecirlos? Así pasaron los años, el rey envejeció y murió dejando el trono en manos de su hijo, y por consiguiente, los consejeros preocupados por que fueran descubiertos, se acercaron al heredero a la corona para ganarse su aprecio, lo adulaban en cada oportunidad que podían, alababan su imponente presencia, su ilustre ascendencia e inteligencia, con todas estas virtudes, el éxito del reinado era seguro, le recomendaron que siguiera el mismo método de su padre y así mantendría viva su memoria y soberanía, y sus ingresos…. La adulación surtió efecto y les creyó.

 

Pasaron algunos meses y recibió un rey le envió de obsequió un enorme espejo. Al mirarse en él, se percató que su rostro era horrible, cosa que le hizo enfurecer con sus consejeros: ¿Por qué mintieron, diciendo que yo tengo un resplandor especial? ¡Mi rostro es todo lo contrario! Los consejeros respondieron: “Su    majestad, ¿acaso confía más en el espejo que en nosotros? el espejo no tiene uso de razón, además él es uno y nosotros siete, somos mayoría….

 

Los consejeros sugirieron al rey castigar al espejo y romperlo en pedazos y tirar los trozos al mar por haber osado en mentir al rey. El monarca tomo un pesado martillo y siguiendo el consejo, hizo añicos el espejo, volteo al piso y observó ciento de trizas que reflejaban su verdadero rostro, miró a los ministros y les dijo ahora ustedes que se oponen son sólo siete, además que el espejo no tiene ningún interés ni inclinación para mentir, su testimonio es objetivo, imparcial y libre de prejuicios, en cambio el suyo…[5] La verdad, no es verdad por el número de seguidores que la siguen…

 

Hashem entregó al Am Israel un conjunto integral de instrucciones que le muestran al judío cómo refinar su carácter, y transitar en forma disciplinada por el camino de la verdad: La vida y la muerte puse delante de ti. ¡Y elegirás la vida! Sin Torá es imposible despojarse de los miles de tentaciones que deforman el discernimiento correcto. El hombre sabio estudioso del Talmud y la Halajá y de los libros de Musar, tiene asegurada su integridad y preservada su rectitud.

 

Existen una gran cantidad de peligros que acechan y procuran separar al judío de su herencia espiritual: la más perjudicial es la que se presenta en forma engañosa, aquella que intenta “vender” la idea de asimilar la secular forma de vida “moderna”  con el “antiguo” y devoto legado de nuestros padres.

 

 El viento y el sol hicieron una apuesta. Uno desafiaba al otro quién era capaz de hacerle quitar el abrigo al hombre que allí abajo transitaba por la calle. Primero, el viento utilizó toda su fuerza, pero sin éxito. Cuanto más arreciaba, más luchaba el hombre en sostener su abrigo y quedar envuelto en él. Le tocó el turno al sol. Éste sólo tuvo que dirigir sus rayos, sin ninguna nube que se interponga, para que después de un rato, cuando el hombre no pudo aguantar el calor, se quite el abrigo y declare ganador al astro rey.[6]

 

Esta parábola nos enseña la situación que estamos viviendo. Cuando el judío sufre situaciones en las que se su judaísmo se ve claramente amenazado, por más fuerte que sople el viento luchará y se aferrará más a sus raíces. Pero en esta generación, las cosas han cambiado, y nuestra continuidad como pueblo corre un gran riesgo por la aparente “facilidad” para adquirir culturas extrañas. Esto se compara al falso profeta, al pariente y a la ciudad de las cuales Moshé nos advierte alejarnos, pues de no hacerlo tarde o temprano, obliga al judío a despojarse de su identidad, sin que éste siquiera de dé cuenta de ello….

 

La única solución que nos queda para poder sobrepasar esta época de "tentaciones" es profundizar en el conocimiento de nuestra Torá y sus mitzvot. De esta manera seguiremos manteniendo la frescura y calidad de nuestras raíces. ©Musarito semanal

 

“Porque es tu vida (en este mundo) y la largura de tus días (en el Mundo Venidero)”.[7]

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 30:19

 

[2] Autor del libro Urim Vetumim

 

[3] Shemot 23:2

 

[4] Ver Rashí, Eben Ezrá y Sefer Hajinuj en Shemot 23:2

 

[5] Rabenu Yosef Jaim, el Ben Ish Jay

 

[6] Jatam Sofer Al HaTorá

 

[7] Debarim 30:20

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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