Optimistas VS. Pesimistas

 

 

“…y el pueblo lloró esa noche. Todos los hijos de Israel se quejaron…” (14:1-2).

 

 

Cuando el pueblo se hallaba en los límites de Éretz Israel y Moshé les dijo que era hora de la conquista, se produjo un incidente cuyas consecuencias se hacen sentir hasta nuestros días. Doce representantes, uno por cada tribu, fueron a explorar la Tierra Prometida; todos ellos, con la excepción de Yehoshúa y Kaleb, regresaron después de cuarenta días con un informe que desmoralizó al pueblo y los hizo perder la fe de que habrían de entrar a habitar la Tierra anhelada.

 

El pueblo se adhirió al informe de la mayoría y entonces se rebelaron, solicitando un líder para que los condujera de regreso a Egipto. Rehusaron escuchar los renovados ruegos de Kaleb y Yehoshúa, y amenazaron con apedrearlos. Hashem expresó su intención de destruir al pueblo por su falta de fe y manifestó que formaría una nueva nación con descendientes de Moshé. Nuevamente, nuestro fiel guía intercedió exitosamente a nuestro favor consiguiendo evitar el desastre. Al final, el pueblo fue condenado a deambular por el desierto durante cuarenta años, uno por cada día que los espías exploraron la tierra, hasta que todos los mayores de veinte años, excepto Kaleb y Yehoshúa, hubieran muerto. Entonces, los miembros de la nueva generación entrarían en la Tierra Prometida para ser testigos del cumplimiento de la promesa hecha por Hashem. Los espías que habían presentado el informe negativo murieron a causa de una plaga repentina.

 

Este episodio presenta muchas preguntas y es mucho lo que se ha escrito para responderlas. Una de ellas es la siguiente: los espías también deseaban entrar a Éretz Israel; sin embargo, consideraron que era mejor permanecer en el desierto, lejos de toda tentación que pudiera separarlos de la santidad que habían obtenido. No obstante, desobedecieron la orden de Hashem. Él había pedido que entraran y eso era lo mejor para el pueblo. Uno no puede hacer cuentas y buscar alternativas cuando es una “Orden de Hashem”. Todo lo que Hashem hace es para nuestro bien. En ocasiones nuestra limitada visión no nos permite ver más allá; si fuéramos capaces de tener la aptitud de siempre ver las cosas desde esta óptica, viviríamos de otra manera…

 

Simón Wiesenthal, el famoso cazador de criminales nazis, se encontraba preso en uno de los campos de concentración recién terminada la Segunda Guerra Mundial. El Rabino Eliézer Silver se incorporó a la organización Vaad Hatzalá, que viajó junto con las tropas americanas a fin de asistir a los sobrevivientes de los campos. Organizó plegarias y dirigía palabras de aliento a las almas afligidas.

 

Después de notar que Wiesenthal no asistía a la sinagoga, el Rabino decidió visitarlo. Cuando lo encontró le preguntó: “¿Por qué no asistes a la sinagoga?”. El descorazonado hombre respondió en yidish: “¡Es que estoy irritado con Hashem!”. El Rab respondió: “¿Por qué dices eso?”. Simón suspiró y dijo: “Mientras nos encontrábamos en el campo, los alemanes nos hostigaban, se afanaban en quitarnos hasta las ganas de vivir. Cierto día, un recién llegado introdujo a nuestra barraca un poco de luz; clandestinamente metió un Sidur (libro de oraciones). Al principio quedé admirado por su coraje, ya que si el Sidur era descubierto, el hombre estaba prácticamente muerto. Sin embargo, mi admiración por aquel hombre desapareció cuando descubrí que el ‘valeroso transgresor’ intercambiaba quince minutos de alquiler del Sidur por un cuarto de la pobre ración diaria de alimentos…

 

“Los integrantes de la barraca estaban desnutridos, pero a pesar de ello hacían gustosos el intercambio. Después de un tiempo, el dueño del Sidur murió. El que la hacía de médico en la barraca nos informó después que la causa de la muerte habían sido las enormes cantidades de sopa que había ingerido. Eran desproporcionadas en comparación con su consumido aparato digestivo.”

 

El Rab, que escuchaba con atención el relato, le dijo: “¡Entonces tú no estás enojado con Hashem! ¡Lo estás con uno de Sus servidores! ¿Sólo estás fijándote en el hombre que se aprovechó? ¿Por qué no reparas, en cambio, en los hombres que dieron su alimento a cambio del uso del Sidur...?”.

 

¡Esta es la enseñanza! Si alguien pinta un punto negro en una página blanca y la muestra a los demás preguntándoles qué ven, seguramente habrá dos respuestas. El pesimista responderá: “Un punto negro”. El optimista responderá: “Una hoja blanca”. Y hay quienes dirán: “negro”, aunque no exista. Y hay quienes dirán: “blanco”, aunque la hoja esté casi toda manchada. La elección se encuentra en el corazón de cada uno...

 

Debemos trabajar arduamente en nosotros mismos hasta que logremos conseguir el atributo de ver siempre lo bueno en todo. El que encuentra defectos en las cosas los encontrará también en las personas; y por el contrario, la persona que busca siempre lo bueno en todos los hechos, habrá de ver lo bueno también en sus semejantes. [1] ©Musarito semanal

 

 

 

“Finalmente, todo proviene del bien y terminará siendo bueno.”[2]

 

 

 

 

[1] Ama a tu prójimo, pág. 419, Rab Zelig Pliskin.

 

[2] Rab M. Jaim Luzzato.

 

 

 

 

 

 

 

 

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