Estudia Torá para que puedas cumplir como es debido

 

 

“Si andan en Mis decretos y preservan Mis mandamientos y los llevan a cabo, entonces Yo proveeré sus lluvias en su tiempo, y la Tierra rendirá su producto…” (26:3-4).

 

 

 

Con esta Perashá finalizamos la lectura del libro Vayikrá. La palabra bejukotai significa: “En Mis Leyes”. Pregunta Rashí: “La Torá primero nos indica: Si andan en mis decretos… Luego nos pide: presérvalos; y termina diciendo: y los llevarán a cabo. Aparentemente nos está pidiendo lo mismo. ¿Cuál es el mensaje que quiere transmitirnos?”.

 

Responden los Jajamim:[1] “La segunda y la tercera cláusulas se refieren a preservar y cumplir activamente los mandamientos. La primera frase se refiere a la actitud de esforzarse y afanarse en lo que respecta al estudio de la Torá. Solamente si la persona estudia con el objetivo de llevarlos a cabo le será posible preservarlos durante el transcurso de su vida. Observemos que el versículo dice: Si andan, y no dice: Si estudian. La Torá utilizó una expresión de avanzar, para enseñarnos que el estudio de la Torá debe implicar un esfuerzo continuo para alcanzar a entender y cumplir cabalmente lo que Hashem espera de nosotros.[2]

 

La manera en que el yehudí camina en su vida demuestra que está preocupado y dedicado al cumplimiento de las mitzvot. En realidad, dentro del Bet HaMidrash es relativamente fácil mostrar un comportamiento excepcional, pero la mejor forma de comprobar si una persona actúa según los lineamientos de la Torá es observar si realmente practica lo que ha estudiado con los miembros de su casa, en la calle, en sus negocios… Allá afuera, donde se encuentran las tentaciones más grandes, y en los lugares donde piensa que “nadie lo ve”, o en donde “todos lo hacen”, allí se ve realmente si esa persona se encuentra en los caminos en los que Hashem desea.

 

Durante la vida de Aba Jilkiyá hubo una sequía terrible. Durante casi un año no había caído lluvia; la sequía había llegado al límite. Los Jajamim enviaron dos importantes shelijim a casa de Aba Jilkiyá para pedirle que rezara a fin de que Hashem enviara la lluvia. Cuando llegaron a la casa, el Rab no se encontraba allí. Entonces fueron al campo y lo hallaron cavando la tierra. Lo saludaron, pero él no les respondió. Los Jajamim esperaron hasta que terminara su trabajo y lo siguieron hasta su casa.

 

En el camino notaron varias cosas que les parecieron extrañas: el Rab recogió el atado de leña que había reunido y lo colocó sobre un hombro, y sobre el otro puso sus ropas de trabajo. Siguieron avanzando hasta que llegaron a un río. Ellos lo vadearon con dificultad, pero alcanzaron a ver que él se ponía sus zapatos para cruzarlo y, al salir, se los quitó. Cuando pasaron por un campo lleno de espinas, vieron que el Rab levantaba su túnica, para dejarla caer después de haber pasado el obstáculo. Arribaron a su casa y vieron que su esposa salía bellamente ataviada a recibirlo. La saludó brevemente y le pidió que se metiera a la casa. Cuando la familia se sentó para cenar, no invitó a los Jajamim a participar en la comida.

 

Cuando terminaron de comer, dijo quedamente a su esposa: “Yo sé el motivo por el cual los Jajamim están aquí. Vinieron para pedirme que suplique a Hashem que envíe lluvia. ¡Vayamos y recemos ahora! ¡Quizá Hashem escuche nuestros ruegos!”. Él y su esposa subieron al humilde tejado. Aba Jilkiyá rezó en una esquina y su esposa en otra. Poco después las nubes de lluvia aparecieron en el cielo, emergiendo del lado donde su esposa estaba parada. Aba Jilkiyá se dirigió a los huéspedes y dijo: “¡Bendito es Hashem, que ya ha enviado lluvia de modo que no hace falta que yo rece por ustedes!”. Los Jajamim sonrieron. “Nosotros sabemos muy bien que las lluvias vinieron gracias a su mérito y a causa de su tefilá. Usted hizo que Hashem abriera el tesoro de la lluvia, y le estamos eternamente agradecidos. Ahora quisiéramos que nos explicara varias cosas extrañas que vimos el día de hoy”. Y los Jajamim relataron a Aba Jilkiyá su “extraño” comportamiento.

 

El Rab les respondió: “Soy un trabajador contratado y debo dar a mi patrón un día completo de trabajo. Si me hubiese detenido a responder su saludo, estaría engañando a mi empleador. No usé la bata para protegerme de la leña debido a que esas ropas no eran mías; las había pedido prestadas para vestir, no para poner bajo ellas una carga. Me puse los zapatos para cruzar el agua, a fin de protegerme de ser picado por alguna alimaña que estuviera sumergida y lejos del alcance de mi vista. Alcé mi ropa al caminar por las espinas debido a que, si las espinas arañaban mis piernas, éstas sanarán, mientras que un desgarro en el vestido no tengo forma de remendarlo. Mi esposa se embellece para recibirme con la intención de quitarme la tentación de mirar a otra mujer. Le pedí que entrara a la casa antes porque, dado que yo no los conozco, no quise que ella permaneciera detrás de ustedes. Disculpen que no les ofreciera sentarlos a mi mesa; hubiera sido una oferta deshonesta. Yo no tenía suficiente comida y no quería ponerlos en una situación comprometedora. Por último, les explicaré por qué Hashem envió la nube de lluvia del lado donde se encontraba mi esposa, y no por donde yo me encontraba: la tzedaká que mi esposa da es más grande que la mía. Yo sólo doy a la gente pobre el dinero para que compren comida. Pero ella alegremente la cocina para ellos. Por tanto, su mérito es mayor”. Los Jajamim se marcharon, agradecidos por las lluvias y mucho más sabios.[3]

 

La Guemará quiso mostrarnos la conducta que debe tener un yehudí en todo momento y en toda situación. Su comportamiento debe ser un fiel reflejo de lo que marca la Halajá. Una actitud así es meritoria incluso para cambiar cualquier decreto, como la sequía en la época de Aba Jilkiyá.

 

¡Cuán significativo es el esfuerzo que debe invertirse para conservar el estudio!

 

Entonces Yo proveeré sus lluvias en su tiempo. ¿Qué quiere decir? ¿Acaso busca mostrarnos que hay que dedicarse al estudio de la Torá sólo para obtener alguna recompensa? Rashí explica que Hashem antecedió las palabras preservar y cumplir para enseñarnos que el afán de estudiar debe ser solamente para el propósito de resguardar y poner en práctica lo que se estudió.[4]

 

Si lo buscases como a la plata, y lo escarbaras como buscando tesoros perdidos, entonces entenderías el temor a Hashem.[5] Si comprendiéramos el valor que tiene el estudio y el cumplimento de la Torá, alcanzaríamos también a entender que lo más apropiado es servir a Hashem sin intención de recibir recompensa.

 

Porque no existe una recompensa mayor en el mundo que el placer de saber que tus acciones son bien aceptadas delante del Trono Celestial. Gran honor y grandeza alcanza la persona a quien un rey mortal aprecia y la eleva del polvo para que le sirva, y encuentra placer en su servicio y se deleita en ella. Infinitamente mayor es la grandeza de nosotros, por el hecho de que el Rey de todos los reyes, HaKadosh Baruj Hu, nos quiere y se satisface por nuestras obras. Si sólo éste fuera nuestro pago, resultaría más que suficiente. Dichoso es el hombre que halló sabiduría y alcanzó este nivel, pues esa es su obligación.[6]

 

Tanto las lluvias y el sustento como todo cuanto existe en el mundo no son una recompensa. Son la consecuencia de la Torá que se estudia en el mundo.

 

¡Qué grande es la responsabilidad que recae sobre nosotros!  ©Musarito semanal

 

 

 

“Antignos de Sojo dijo: ‘No te comportes como esos esclavos que sirven al Amo (Hashem) con el fin de ser recompensados. Sirve a tu Amo sin pensar en recompensas, y el temor de los Cielos estará en ti’.”[7]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Torat Kohanim 26:2.

 

[2]  Sifté Jajamim.

 

[3] Taanit 23a.

 

[4]  Ídem.

 

[5] Mishlé 2:4-5.

 

[6] PeleYoetz, “Recompensa por mitzvot”.

 

[7] Pirké Abot 1:3.

 

 

 

 

 

 

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