La santidad del Bet HaKneset.

 

 

 

“No la intercambiará ni la sustituirá”. 27:10.

 

 La Perashá trata sobre las leyes complementarias relacionadas con las promesas de contribuciones voluntarias para el Templo. Cuando alguien prometía dedicar una propiedad al Bet HaMikdash, este objeto, terreno u animal adquirían Kedushá (Santidad). Existen dos formas en las que el objeto adquiere Kedushá: la santificación monetaria conocida como Kedushat Bédek Habait, y la santificación física denominada como Kedushat HaGuf.

 

La diferencia entre los dos tipos de dedicación es la siguiente: Kedushat Bédek Habait trata sobre un objeto o animal (no apto para Korbán), que su propietario decide dedicarlo monetariamente al Templo; a partir de ese momento tenía prohibido utilizarlo para un fin que no estuviera relacionado con el uso de actividades sagradas, pero si el donante deseaba redimirla, debía añadir un quinto de su valoración y el dinero se utilizaba para el Bet HaMikdash.

 

Kedushat HaGuf trata sobre un animal que era físicamente dedicado al Santuario, éste debe ser ofrendado en el Altar y no puede ser utilizado ni siquiera para un fin sagrado; No la intercambiará ni la sustituirá, no hará distinción entre uno bueno y uno malo, más si substituye un animal por otro, entonces serán él y su substituto sagrados.[1]

 

 Aunque los mandamientos de la Torá son decretos impuestos por el Creador del Mundo, corresponde analizar sobre los estatutos y tratar de extraer las enseñanzas que se encuentran implícitas en ellos. El motivo de que ambos animales se consideraban sagrados, era porque la Torá tomaba en cuenta el pensamiento y la intención del donante. Después de que alguien ha santificado un animal, podría observarlo y cambiar de parecer pensando que no debió haberse deshecho de un bien tan valioso; y es que la inclinación al mal incita al hombre a aferrarse a su dinero y es muy probable que desee recuperarlo y pasarle la Kedushá a otro de inferior calidad. De ahí que la Torá lo penaliza decretando que ambos animales sean sagrados. Y la misma pena aplica incluso si sustituye un animal inferior con uno superior, debido a que si se le permitiese a la gente hacer tales sustituciones en algunas circunstancias, se sentirá libre de hacerlo también en otros casos, ya que Hashem conoce la dificultad que enfrenta el ser humano cuando tiene que oponerse a sus intereses personales, él deja de ser objetivo, y procurará algo que se ha santificado, la Torá requiere que quien redime un objeto de Kedushat Bedek Habait, debe añadir a su pago un sobrecargo de un quinto.[2]

 

De aquí aprendemos lo delicado que es disponer de los objetos pertenecientes al Kódesh, incluso debemos tener mucho cuidado de ni siquiera permutarlo por algo de mejor calidad y si por equivocación lo hicimos, según aplique el caso: se quedan ambos en propiedad del Kódesh o se paga la quinta parte para poder redimirlo.

 

Hoy no tenemos Bet HaMikdash, tampoco donamos ni acercamos animales al Altar, pero esto no significa que el precepto quedó anulado. El Bet Hakneset, la Sinagoga y las Yeshivot, casas de estudio, son llamadas Mikdash Meat, Santuarios menores,[3] es decir, todo establecimiento donde nos reunimos para orar y para estudiar Torá, juega un rol fundamental, pues actúa como el sitio de reunión con Hashem, como lo dicta el versículo: Háganme un Santuario y habitaré en ustedes.[4] El construir un Bet Hakneset, se considera un gran mérito, esto incluye también el mobiliario, los libros y todo lo que sea necesario para que sea funcional; el edificio y todo lo que contiene adquieren Kedushá, y son comparados con el Templo y con los animales y objetos que se entregaban para el Servicio del Kódesh.

 

Lástima de aquellas personas que, en lugar de poder componer con sus palabras a todas sus vidas y acercar Korbanot (Sacrificios) por medio de sus bocas y reemplazar al Bet HaMikdash y a los Servicios Rituales, se dejan llevar por sus instintos y no muestran un comportamiento digno y adecuado, hablando de cosas vanas durante la Tefilá y la lectura del Séfer Torá: El autor del Nodá Bihudá reprochaba a su comunidad en los días de Janucá, diciendo: especialmente en estos días, en Janucá - corresponde prestar atención en reparar los actos que provocan que la Shejiná (Presencia Divina) se aparte de Israel, pues justamente ésa era la intención de los griegos. Debido a nuestras faltas, el Bet HaMikdash ha sido destruido, pero Hashem nos dejó un remanente - los Bate Kenesiot, las sinagogas, en donde se halla la Shejiná. Quienes hablan en el Bet HaKenéset, en el momento de la Tefilá y la lectura de la Torá, impurifican el clima sagrado que reina en este pequeño santuario, tal como los griegos habían impurificado el Altar. Por ello, es que hay que prestar mucha atención.[5]

 

Otro tema que requiere de nuestra atención es el ser muy cuidadosos de no estropear o desperdiciar los objetos que nos brinda el Bet Hakneset, por ejemplo: los libros, los Taletot, ¿Los usaste? ¿Te dieron un servicio? Por favor regrésalos al lugar donde los encontraste. Apaga las luces cuando veas que nadie la utiliza. Si te dan la atención de ofrecer café o té, si piensas seguir bebiendo, ¡reutilízalo! Usemos con mesura las toallas de papel…, Inclusive algo que pudieran parecernos insignificantes, están allí para el uso de todos, y no para que nosotros o nuestros hijos pequeños hagan mal uso de ellos, la falta de cuidado muestra una falta de respeto a la Casa de Hashem y está incumpliendo con la Mitzvá de: Temerás la casa de Hashem.[6]

 

Los invitados se encontraban expectantes al arribo del Rab Meir Soloveichik, distinguido por su especial cuidado en el cumplimiento de las Mitzvot, él sería el Sandak. A su llegada, los asistentes entonaron un cántico mientras el Rab se dirigía hacia la silla donde se efectuaría el Berit Milá. Los anfitriones habían colocado una silla alta con la intensión de que todos los invitados tuvieran la oportunidad de observar al Mohel haciendo la Milá. Cuando el Rab intentó subir no logró conseguirlo, uno de los hombres tomó una silla y la acercó para que pudiera usarla de apoyo. El Rab lo miró y le preguntó: “¿A quién pertenece esta silla?”. El hombre levantó los hombros y dijo: “Seguramente es del Bet Haknéset”. Entonces el Rab dijo: “Esta silla fue donada para sentarse en ella y no para subir los pies, no debo utilizarla como apoyo, por favor traigan un banco…”. ©Musarito semanal

 

 

 

“¡Cuán temible es este lugar! ¡Esto no es sino la Casa de Hashem y ésta es la Puerta del Cielo!”.[7]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Vayikrá 27:10.

 

[2] Extraído del Jumash ArtScroll, pag. 767.

 

[3] Meguila 29a

 

[4] Shemot 25:8; ver Yejeskel 11:16.

 

[5] Extraído de la revista Pájad David; Perashat Miketz; Rab David Pinto.

 

[6] Séfer Yereim 409.

 

[7] Bereshit 28:17

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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