El cantar de los cantares

3.11 “Tzeéna Ur-éna Benót Tziyón BaMélej Shelomó Ba'atará She'itera-Lo Imó Beyóm Jatunató Ubyóm Simját Libó”.

 

“Salgan y vean hijas de Tziyón al Rey Shelomó, con la corona, con la que lo coronó su madre en el día de su boda, en el día de la alegría de su corazón”

 

 

En Breve:

 

La novia manifiesta su orgullo ante las doncellas y les dice: “Salgan y vean que a pesar de que me considero indigna de Él, igualmente me tomó como corona en el día de su boda, en el día de la alegría de su corazón. El Rey Shelomó, el Amo y Señor de todos los mundos, la Fuente de Shalom (paz), refiriéndose al Creador, Él rebosaba de alegría por haber sido yo la elegida de Su suerte”.

 

Profundizando:

 

Concluyendo el relato del éxodo de Israel hacia la Tierra Prometida, 'Am Israel se vanagloria ante las naciones y les dice: “¡Salgan y observen, oh hijas de Tziyón; que no me amó mi Amado solamente por el mérito de los patriarcas, Abraham, Yitzjak y Ya'acob de quienes yo desciendo, sino, y a pesar de que no soy yo digna para Él, me amó por mérito a Su amor por mi persona! [1] ¡Salgan y vean la corona con la que Él fue coronado el día de su boda conmigo! Alude al día de la entrega de la Torá a Israel en el Sinai. Esta predilección de Israel de entre todos los pueblos ejecutada por el Creador es denominada coronación y a esto se refiere el versículo al decir: con la corona, con la que lo coronó su madre (el Creador alude a Knéset Israel como Imó, Su Madre, como un apodo para Umató, Su Nación), en el día de su boda, en el día de la alegría de su corazón.[2]

 

 

Enseñanza ética:

 

Después que la congregación de Israel viera la revelación de la Gloria del Todopoderoso, lo aceptaron como Soberano y asumieron Su reinado sobre ellos, entonces se convirtieron en una corona para Él. En el día de Su boda. Se refiere al día en el que se entregó la Torá a Israel, es decir, fue el momento más sublime para la humanidad. El pueblo judío tomó sobre sí los votos nupciales, quiere decir, adquirió el compromiso de someterse a cumplir todas las obligaciones escritas en el acta de matrimonio; las mismas que fueron entregadas para mantener el apasionado apego de la unión con el Creador. Shelomó Hamélej quiso mostrarnos en forma alegórica aquel momento, ya que es a través del matrimonio que hombre y mujer se unen en un lazo en el cual se complementan mutuamente. La nación entera se encontraba parada a los pies del Monte Sinai, simbolizando al Novio poniendo el anillo en el dedo de su novia. Ese acto marcó el compromiso total; el compromiso entre el Creador y el pueblo judío. La declaración de los hijos de Israel: Haremos y escucharemos,[3] fue una promesa de seguir la Ley bajo cualquier circunstancia, de ser un brillante ejemplo moral para el resto del mundo y de traer divinidad y luz a un mundo lleno de oscuridad. Y de la misma manera que el Novio aceptó sobre Sí mismo amar y apreciar a su prometida para siempre, el Todopoderoso se comprometió a amar por siempre y nunca abandonar al pueblo judío.

 

En un lejano e inexplorado bosque, en un recóndito lugar de la tierra, al que sólo unos pocos han tenido acceso, había una singular costumbre. Una vez al año se reunían los árboles más jóvenes, rodeando al árbol más anciano, quien, en cada oportunidad, les relataba con renovado énfasis, la siguiente historia: “Saben ustedes que hay variadas especies de árboles: grandes, chicos, bellos, no tanto… pero hay algo en común que los une, y ese algo es, que después de determinada cantidad de años mueren… A excepción de uno de ellos…. "El árbol de la vida".

 

Ocurrió cierta vez que un grupo de leñadores entró al bosque en busca de madera.

Al ver esos árboles hermosos, de troncos anchos y vistosos, enceguecidos por la codicia, comenzaron a golpearlos con sus hachas sin piedad, con furiosa voracidad… pero a pesar del esfuerzo, y luego de intentarlo una y otra vez no lograron derribarlos, por cuanto sus troncos eran demasiado robustos. Hasta que, finalmente cayeron exhaustos y desesperanzados. Al ponerse el sol, las últimas luces del atardecer dejaron al descubierto, al final del bosque, un pequeño, débil, y solitario arbolito. Inmediatamente los leñadores se abalanzaron sobre él, descargando toda su furia con el pobre arbolito, lo arrancaron de sus raíces, lo cubrieron de sal y lo quemaron para que ya nunca más volviera a crecer. Finalmente, satisfechos, como si nada hubiese ocurrido tomaron sus cosas y se marcharon en medio de estruendosas risotadas…

 

De repente…un inmenso silencio inundó el bosque. Nadie se animaba a hacer ningún comentario. Sin embargo, al cabo de unos días, ante los ojos atónitos de los árboles allí presentes, comenzó a asomar, en el mismo lugar donde había estado el indefenso arbolito, una pequeña plantita, fresca, joven y hermosa… miró hacia todos lados como queriendo verificar si el peligro había desaparecido y casi mágicamente comenzó a florecer… Los árboles no podían creer lo que estaban viendo: “¡No puede ser! Te han quemado, te destruyeron… ¿Cómo has podido florecer nuevamente?”. La plantita alzó sus ojos y les habló dulcemente: “Hace muchos años cayó aquí una pequeña semilla, ella se descompuso y luego brotaron de ella raíces… Así fue como comencé a crecer. A mi lado se encontraba parado un árbol anciano que me dijo sonriente: '¿Sabes quién soy yo…? Soy tu padre…debes saber que vendrán días muy difíciles, eres un árbol de aspecto débil, pero con características especiales y con mucho potencial, por lo que muchos intentarán destruirte, pero tu enfrentarás a todos sin temor… y cuando aquellos días lleguen te aferrarás fuertemente a tus raíces, y yo te tomaré entre mis brazos para cuidarte hasta que todo pase… entonces florecerás nuevamente…'. Este es mi secreto…”, concluyó el pequeño árbol.

 

Han pasado más de 3300 años desde la entrega de la Torá en el Monte Sinai. La vitalidad del pueblo judío está en sus raíces, ellas garantizan su supervivencia. La historia atestigua cuántos grandes, fuertes y poderosos imperios han tratado de borrarla de la faz de la tierra, sin embargo, la nación judía ha sobrevivido a tantas persecuciones, a tantos intentos de destrucción y exterminio. ¿Cuál es el secreto? ¿Qué es lo que los protege? La Torá y las Mitzvot (preceptos)…[4]

 

Cada una de las 613 Mitzvot que Moshé bajó del Cielo representa una forma de apegarse apasionadamente al Altísimo; la palabra hebrea Mitzvá proviene de una raíz que significa "unir". La Mitzvá es una especie de unión, en el sentido de que constituye un medio para integrar el mundo físico con las esferas superiores. Cuando observamos un precepto, el Creador se acerca a nosotros y se fusiona con nuestra habilidad de sentirlo: El Santo, Bendito es, deseó conferir gran favor sobre Israel. Él entregó a ellos la Torá y Mitzvot en cuantiosa medida.[5]

 

Con este mensaje cerramos el tercer capítulo del Shir HaShirim, la cortejada (Israel) reafirma la esperanza del reencuentro con Su Prometido (el Todopoderoso); aquel día en que los Hijos de Israel regresen al camino del Creador con arrepentimiento completo (Teshubá Shelemá), la armonía que reinaba entre Israel y su Padre Celestial retornará y se unirán nuevamente los corazones de la nación alrededor del Creador del Mundo, todos se unirán para hacer sólo Su Voluntad con todo el corazón, y entonces, sólo entonces, el amor volverá a ser como lo había sido en un principio….[6] ©Musarito semanal

 

 

 

“Al fin y al cabo, cuando ya se consideró todo, al Creador hay que temer y a sus Mitzvot hay que cuidar. Pues ésa es toda la obligación de la persona”.[7]

 

 

 

 

 

 

[1] Ver Shemot 19:5 y también Yesha'yá 49:3.

 

[2] Metzudat David.

 

[3] כֹּל אֲשֶׁר־דִּבֶּר יְהוָֹה נַעֲשֶׂה וְנִשְׁמָע  Todo lo que el Eterno ordenó haremos y escucharemos; Shemot 24:7.

 

[4] Rab David Zaed.

 

[5] Macot 23b.

 

[6] Metzudat David.

 

[7] Kohélet 12:13.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.