Perashat Jukat
“Y no había agua para la asamblea, y se reunieron en contra de Moshé y Aharón…”. 20:2
Poco antes que se cumplieran los 40 años de permanencia en el desierto, el Am Israel arribó al desierto de Tzin, allí fallece Miriam. El pueblo se quejaba ante Moshé y Aharón por la falta de agua; todos ellos habían bebido el preciado líquido durante su travesía por el desierto, gracias a Miriam. Hashem le había concedido el milagro que La milagrosa roca de donde manaba el agua estaba siempre presente el desierto y viajaba con ellos, cuando acampaban, descansaba en un lugar alto frente a la entrada del Ohel Moed, entonces cada uno de los doce líderes de cada tribu la abordaba con su bastón y trazaba una línea desde el manantial hasta donde acampaba su familia, el agua fluía a lo largo de las doce líneas formando ríos entre una tribu y otra.[1] Millones de personas y animales bebieron de esas aguas. Cada río era tan extenso que cuando uno quería visitar a otro que se encontraba del otro lado, requería de un bote.[2] El arroyo también circundaba el campamento, sirviendo de protección y de sus bordes brotaban diferentes tipo de frutas que servían para hidratarlos y al mismo tiempo complacerlos con su dulce sabor.
Cuando Miriam falleció, la piedra de la cuál salía agua desapareció entre las demás piedras del desierto y no había más agua potable. Hashem provocó que el manantial desapareciera temporalmente para que toda la congregación se diera cuenta que toda el agua que recibían era por el mérito de Miriam, al apreciar su grandeza, ellos harían duelo por ella de manera apropiada.
Preguntan los Jajamim ¿Por qué dice el versículo que no había agua…? Tenían para satisfacer la sed de millones de personas y animales, ¿por qué se quejaban? Tenemos que explicar que ellos reclamaban la posesión de pozos naturales, el agua que fluía de la piedra y el Man que caía del Cielo eran milagros que se generaban día a día.[3] Preguntaron los alumnos de Rabí Shimón Bar Yojai a su maestro: ¿Por qué razón no caía el Man una vez al año? Así podrían almacenarlo y vivir con la tranquilidad de su abasto.[4] Les respondió con un ejemplo: Un rey le asignó a su único hijo cierta cantidad de dinero y acordaron que se lo entregaría una vez por año para que aprendiera a administrarlo. A partir del día de la entrega de la suma pactada, el príncipe se enfrascó tanto en los negocios que dejó de frecuentar a su padre, se presentaba ante él hasta el día de la entrega de la suma acordada. El rey anhelaba la compañía de su querido hijo y ordenó que se le avisara que el convenio se anulaba y que a partir de ahora la cantidad se dividiría entre 365 partes y se le suministraría cada día, de esta forma consiguió convivir con él diariamente.[5]
Esta es la razón por la cual el Man y el agua se suministraban día a día. Así todos se sentían dependientes de Hashem. “No sea que comas y te sacies, y construyas casas buenas y te establezcas... y aumente la plata y el oro para ti, y todo lo que poseas se incremente, y que en tu corazón te vuelvas arrogante y te olvides de Hashem... y entonces digas: ‘¡Mi fuerza y el poder de mi mano hicieron toda esta riqueza!”[6]. Se requiere de un enorme y continuo esfuerzo para evitar decir: "Mira lo que he hecho, mira lo que soy...". Nunca debemos atribuirnos el crédito por lo que hemos logrado, Si Hashem no nos hubiera dado las herramientas, no lograríamos hacer nada. Es verdad debemos invertir algo de esfuerzo. Cuatro actividades requieren de fortalecimiento constante: la Torá, las buenas acciones, la plegaria y ganarse el sustento.[7] Pero la materia prima —y las circunstancias que permiten utilizarla— son otorgadas por Hashem.[8]
Y esto es lo que dice el versículo: Recordamos el pescado que solíamos comer gratis en Mitzraim…[9] ¡Gratis! ¿Acaso los egipcios les regalaban el pescado? ¡No les daban ni siquiera la materia prima para construir![10] ¿Acaso podríamos pensar que les daban pescado gratis? Entonces ¿por qué afirmaron que comían pescado gratis? Explica Rashí que se refiere a que lo comían gratis de mandamientos Divinos,[11] quiere decir que lo recibían aun sin haber cumplido Mitzvot para obtenerlo, esto aplicaba antes de la entrega de la Torá, hoy nos llega el sustento como un recurso para poder cumplir los preceptos.[12]-[13]
Cierta vez un hombre muy acaudalado se presentó frente al Jafetz Jaim para recibir su bendición. El hombre se acercó para despedirse del Gaón y éste le preguntó: “¿Qué tema de la Torá estas estudiando?” El hombre respondió: “No, la verdad es que no estudio Torá”. El Jafetz Jaim cuestionó extrañado: “¿Ni siquiera un poco cada día? ¿Y podrías decirme cuál es el motivo?”. “Lo que sucede es que mis numerosas e importantes ocupaciones no me permiten”, respondió. “Oh, lo siento por ti”, dijo el Jafetz Jaim, “Yo creí que eras un hombre rico…”. El hombre enderezó el cuerpo: “¡Claro que soy rico, no me falta nada en la vida!”. El Rab movía su cabeza de un lado al otro diciendo: “No, no eres rico, sino todo lo contrario. La mayor riqueza que puede tener una persona es el tiempo, y si tú no lo tienes, en especial para estudiar Torá, eres el hombre más pobre del mundo….”.[14]
Un joven de Kfar Jasidim se acercó al Rosh Yeshibá Rab Eliahu Lapian y le dijo que dejaría de estudiar Torá para dedicarse a una profesión, la cual le proveería lo necesario para su futuro. Rabí Eliahu se estremeció de escuchar esto y le pidió que le explicara sus dudas con respecto a su futuro sustento. El joven le dijo: “Estoy buscando a una joven con la cual seguramente me comprometeré....” El Rab lo interrumpió: “¿Quién te dijo que la encontrarás?”. El joven se sorprendió y le dijo: “¡Rab por favor! ¿Acaso no me cree capaz de encontrarla? Hashem ayuda a todo el hombre para que logren encontrar a su pareja y seguro que yo también la encontraré. Más aún luego tendré hijos...”. Otra vez el Rab lo interrumpió: “¿Quién te dijo que tendrás hijos?”. El joven no pudo entender lo que escuchaba: “Rab ¿qué me dice? ¡Por favor! Yo tengo fe en Hashem que me ayudará a que así sea. Y luego crecerán y cada vez necesitarán más cosas...”. El Rab le dijo: “¿Quién te dijo que crecerán?”. “Yo tengo fe en Hashem!”, respondió el alumno. El Rab aprovechó la ocasión y le dijo: “Escucha atentamente lo que te diré: Yo observo que eres un joven con mucha Emuná en Hashem. En todo te apoyas en Él. Te dará una novia, tendrás hijos, crecerán, etc. ¿Sólo en el tema del sustento no confías en Hashem? ¿Cómo vas a dejar la Yeshibá para ir a trabajar?..... ©Musarito semanal
“Los alimentos, así como las ganancias de una persona, son pre ordenadas para ella desde un Rosh Hashaná al siguiente”.[15]
[1] Tosefta, Sucá 4,4
[2] Tehilim 114:8
[3] Rabenu Bejaye
[4] Yomá 76a
[5] Kidushín 38a
[6] Debarim 8:12-17
[7] Berajot 32b
[8] Rab Noah Weimberg
[9] Bemidbar 11:5
[10] Shemot 5:18
[11] Sifrí 87; Shemot 11:5
[12] Mizrají
[13] Extraído del libro Veigadtá, pág 275; Rab Yaacob Galinsky
[14] MiMayenot Hanétzaj, Abot 176
[15] Betzá 16a
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