EL Reproche de Musar es el camino de la vida
Perashat Matot
“Entonces los hijos de Gad y los hijos de Reubén vinieron y declararon a Moshé…” (32:2).
Las tribus de Gad y Reubén poseían grandes rebaños de ganado. Observaron la tierra y pidieron permiso para establecerse en la tierra de pasturas de Guilad, al este del Jordán.
Al principio Moshé desaprobó este plan, y su respuesta fue muy dura y terminante. Él temía que si estas dos tribus quedaban atrás durante la conquista de Kenáan, las otras podrían desanimarse. Sin embargo, cuando los jefes de las tribus de Reubén y de Gad explicaron que tenían la intención de cruzar el Jordán y luchar junto con todos sus hermanos mientras sus familias permanecían en Guilad, Moshé cambió de opinión y encargó a Yehoshúa que se asegurara de que esa promesa fuera cumplida. De otro modo, estas tribus perderían el derecho a todo reclamo sobre su asentamiento en Guilad.
El tzadik Rabí Yehudá Leib MiGur frecuentaba en su niñez la casa de su ilustre abuelo, Rabí Itzjak Meír MiGur. Cierto viernes, el pequeño Yehudá Leib se quedó estudiando Mishná toda la noche. Un rato antes del amanecer se acostó en la cama de la habitación para descansar, pues todavía era muy temprano para ir al Bet HaKenéset.
Su abuelo entró al cuarto y lo vio durmiendo. “¡Despiértate, holgazán!”, le dijo. “¡Levántate y ve a estudiar un poco de Torá antes de pronunciar la tefilá!” Había tal relación de plena confianza entre nieto y abuelo, que los reproches de éste hacia el joven eran tomados con afecto, como de quien venían. El pequeño Yehudá Leib esperó a que su abuelo acabara con su crítica y, con el respeto debido, le explicó que había estado toda la noche estudiando y sólo se había acostado un rato antes. Rabí Itzjak Meír tomó al niño en sus brazos, lo abrazó y lo besó. “¡Mi querido Yehudá Leib! ¿Por qué no me contaste todo esto antes de que te dijera palabras tan duras, y te ahorrabas un reproche que no merecías?”, le preguntó. El futuro Baal Sefat Emet procedió a explicar a su abuelo detalladamente: “Esto lo aprendí de la forma en que se comportaron las familias de Reubén y de Gad cuando estaban por entrar a Éretz Israel”.
“Leemos en la Perashá Matot que Moshé distribuyó todos los territorios para cada una de las familias de Am Israel. Se acercaron a él las familias de Reubén y de Gad para pedirle permiso de establecerse al otro lado del margen del Río Jordán (fuera de los límites de Éretz Israel). Moshé Rabenu se enojó y les reprochó duramente. Les dijo: ‘¡Pecadores! ¿Cómo es posible que me pidan algo así? Todos sus hermanos saldrán a la guerra, ¿y ustedes se quedarán al margen…?’.[1] Después de que Moshé Rabenu utilizó nada menos que diez pesukim para dirigirles una severa reprimenda, las familias de Reubén y de Gad le revelaron su intención original: ‘En esas tierras construiremos cercos para nuestros rebaños y casas para nuestras familias. Y nosotros, los hombres, saldremos armados a ayudar a nuestros hermanos’.[2]
“La pregunta es: ¿por qué dejaron que Moshé continuara con su reproche y no le explicaron al principio cuál era el propósito de su petición? ¡Se hubiesen ahorrado una larga lista de calificativos que realmente no les correspondían! La respuesta es”, concluyó el pequeño Yehudá Leib con una sonrisa en sus labios, “que ellos deliberadamente no quisieron interrumpir las duras palabras de Moshé Rabenu. Porque escuchar reproches de un tzadik es un privilegio que no hay que desaprovechar...”.[3]
¡Cuán afortunada es aquella persona que acepta las difíciles lecciones que recibe del Gran Educador! ¡Qué perdida ha de encontrarse una persona a la que le falte un maestro y viva sin una guía! Nadie le indicaría cuáles son sus faltas y, por consiguiente, se quedaría con sus malos hábitos. Mucho habrá de beneficiarse la persona que preste atención a las lecciones del Todopoderoso.[4]©Musarito semanal
“Como pendiente de oro y como ornamento de oro fino es la reprensión sensata en el oído obediente.”[5]
[1] Bamidbar 32:1-15.
[2] Bamidbar 32:16.
[3] Maasé Shehayá, pág. 299.
[4] Musar HaTorá, pág. 17.
[5] Mishlé 25:12.
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