Ten la valentía de actuar cuando tengas que hacerlo
“He aquí Yo doy para él Mi pacto de paz”. 25:12
La semana anterior leímos como Balák procuró maldecir y atacar a Israel, contrató los servicios de Bilám y al ver que todos sus intentos habían sido frustrados, tenía una última esperanza, consciente de que la moralidad sexual es un fundamento de la santidad del Pueblo de Israel y que Hashem no tolera la inmoralidad,[1] Bilám le aconsejó a Balák incitar a los hombres judíos a pecar con sus mujeres. Tan ansiosos estaban los moabitas y sus aliados midianitas de destruir a Israel, que incluso la gente de la nobleza envió a sus hijas para incitar a los judíos.[2] Las mujeres moabitas invitaron a los israelitas a comer y a beber con ellas, y ya bajo los efectos del alcohol, los incitaban a pecar con ellas, entonces sacaban sus ídolos de Baal Peor de sus ropas e insistían a que se inclinaran ante ellos.[3] Y entonces Hashem desató una plaga que abatió a veinticuatro mil yehudim.[4]
El líder de la tribu de Shimón cayó también en la trampa. Zimbrí ben Zalú y en un escandaloso alarde de insolencia, trajo a su amante delante de Moshé y le preguntó: “¿Me puedo casar con esta mujer?”. Moshé le respondió que no. Entonces, con absoluto descaro apeló: “¿Acaso tu esposa no es también midianita? ¿Cómo te casaste con ella?”.[5] Zimrí se alejó de Moshé, ante la mirada de toda la congregación, metió a su tienda a Kozbi bat Tzur, la hija del más importante de los 5 reyes de Midián.[6] Todos lloraban porque Moshé no hizo nada para detener a Zimbrí, él había olvidado la Halajá acerca de si es posible que alguien que es celoso del Honor Divino mate a quien peque con una mujer aramea.[7] Entonces Pinjás se levantó de en medio de la congregación, tomó una lanza en su mano, fue tras ellos a la tienda y atravesó de un solo golpe a Zimbrí y a Kozbí.[8] Gracias al gran celo al honor de Hashem, se detuvo la epidemia que estaba causando la muerte de miles de personas del Am Israel. Hashem lo recompensó otorgándole un pacto del sacerdocio eterno. Cabe acotar que Pinejás, actuó por iniciativa, pero lo hiso con la aprobación de Moshé.
Pinjás nos deja una significativa lección: En un lugar donde no haya hombres de mérito, procura tú serlo.[9] En ocasiones nos encontramos en alguna circunstancia donde no hay un Rab o alguien que pueda reprochar o enseñar Torá y alentar a la gente en el cumplimiento de las Mitzvot, en ese momento ¡debes actuar! Está prohibido que te comportes con humildad y pienses que no eres apto para semejante misión: en circunstancias normales uno debería ser humilde y evitar la publicidad. Sin embargo, cuando hace falta gente para servir a la comunidad, entonces la humildad y la modestia son absolutamente inapropiadas.[10] Si te encontraras en un lugar donde se presenta una emergencia, ¿Acaso te quedas sentado esperando a que lleguen los grupos de rescate, o por lo menos intentas ayudar en lo que puedas? En este caso es igual, no puedes quedarte con los brazos cruzados esperando a que otros lo hagan por ti…
Rab Yosef Valis, el actual dirigente de la organización Arajín, (una de las instituciones más grandes del mundo, especializada en hacer retornar a los Yehudim a sus raíces), relató que en su juventud se enteró casualmente que su abuelo había entregado su vida en Auschwitz, ante la amenaza de un oficial nazi, obligándolo a comer un trozo de carne de cerdo. Entonces decidió acercarse al judaísmo, fue con su esposa a un seminario de Arajin y en tres días decidieron hacer Teshubá. Lo primero que quiso hacer es ponerse los Tefilín, que desde el día de su Bar Mitzvá no se los había colocado. Se dirigió a casa de sus padres a buscarlos, abrieron varios baúles y maletas antiguas hasta que aparecieron. El padre los tomo entre sus brazos y comenzó a llorar, Yosef le pregunto: ¿Qué te sucede? El padre le respondió: “Quiero que sepas que el Tefilín que vas a recibir es muy valioso, como sabrás yo estuve preso en el campo de concentración de Dachau. Un día los nazis sacaron a un yehudí para matarlo. Mientras lo arrastraban, pasaron a mi lado y con un movimiento casi imperceptible me arrojó un paquete cerrado. Pensé que se trataba de un pedazo de comida; al abrirlo quedé sorprendido, ¡era un juego de Tefilín! En ese instante lo escondí debajo de mi camisa, y para mi buena fortuna, nadie de percató de ello, era sabido que cualquiera de nosotros que fuese sorprendido con un artículo religioso, era condenado de inmediato a la muerte.
Ese día trabajé con mucho ahínco, esperaba con mucha emoción que terminara la jornada y al acabar, corrí a la barraca para esconder los Tefilín que había encontrado, le rogué a Hashem que nadie descubriera mi nuevo tesoro. A la mañana siguiente, antes de que llegaran los generales nazis para tomarnos lista, me puse los Tefilín… estaba tan concentrado en mis plegarias, que no me di cuenta que el general había entrado a la barraca y me descubrió. Al momento, supe que no me quedaban muchas horas de vida. En ese momento anotaron el número que llevaba tatuado en mi brazo, para al otro día colgarme públicamente. Y así fue. Por la mañana me llamaron con mi número y tuve que presentarme ante el cadalso.
Cuando estaba todo listo, yo con la soga en el cuello y esperando a que quitaran el banco que me habían hecho subir para quedar colgado, el nazi anunció a los presentes, que el castigo por ponerse el Tefilín era la pena de muerte, así como lo estaban viendo en ese momento. Antes de quitar el banco, se acercó el verdugo y me dijo en sarcásticamente: “¿Tienes un último deseo…?” Les respondí con aplomo: “Si, mi último deseo es morir con los Tefilín puestos”. Aceptaron mi petición y retiraron la soga de mi cuello para que pudiera colocarlos, ellos accedieron porque pensaron que representaba mayor desprecio, y así se les quedaría grabado a todos los presentes el motivo de mi ejecución. Era obligatorio que todos debían presenciar cuando mataban a un yehudí, para que sufrieran y fueran más denigrados. Cuando estuve listo, con la soga en el cuello y los Tefilín puestos, pensé: “Todos me están viendo como un pobre perdedor y un fracasado, entonces se me ocurrió gritar: “¡Yo no soy un perdedor, sino un triunfador, ya que estoy entregando la vida para santificar el Nombre de Hashem, Bendito sea Su Nombre!”. Al escuchar mis gritos, el oficial nazi se llenó de rabia, quitó la soga de mi cuello mientras vociferaba: “Veo que este tipo de muerte es dulce para ti. Prefiero que primero sufras mucho y luego morirás, así que tendrás que cargar dos piedras pesadas una en cada brazo. Y mientras las tengas entre tus brazos te golpearemos muy fuerte veinticinco veces, si llegas a soltar una de ellas, te daremos un tiro. En el remoto caso que aguantes los golpes te dejaremos con vida…
Uno de los presentes me recomendó que desde el principio soltara una de las piedras y así me salvaría del tormento, nadie antes había logrado sobrevivir a semejante castigo. “¡Veremos quién gana, si ellos o yo!”, le respondí. Comenzaron a pegarme y yo soporté cada uno de esos terribles golpes, cuando llegaron al veinticinco, me desmayé y todos, incluyendo a los nazis, pensaron que había muerto y me arrojaron a una fosa común. Pasaron varias horas hasta que logré recobrar la conciencia. Me di cuenta que estaba vivo. Con mucho esfuerzo y trabajo me arrastré para salir de la fosa. Un Yehudí que pasaba por allí, me ocultó, me convidó de su comida y bebida, y poco a poco fui recuperándome de las graves heridas que tenía en todo el cuerpo. Después de algunos días llegaron los americanos y el campo fue liberado”.[11]
Después de escuchar esta historia y la de su abuelo, Rab Yosef Valis decidió que se acercaría de lleno al judaísmo y así lo hiso, ahora es el director de la institución que más Yehudim ha acercado al estudio de la Torá y el cumplimiento de las Mitzvot. Todo comenzó con una sola persona decidida a actuar, mostrando con valentía a los demás, que cuando uno tiene la voluntad de lograr algo, no hay poder que pueda impedirlo. Todo lo que se necesita es despertar la voluntad de trabajar para Hashem de manera auténtica. Cuando la verdad guía a la persona, sus actos son vigorosos. Cuando alguien tiene la voluntad para hacer algo en lo cual cree, tiene el potencial para lograr cualquier cosa que se proponga. Y así como Pinjás fue merecedor del pacto de paz, así también lo obtendrá quien tenga la iniciativa para actuar; a todo aquel que procure ser hombre en un lugar donde no haya hombres de méritos. Personas así son las que traerán los méritos que nos faltan para la llegada del Mashíaj. © Musarito semanal
“El deber de un hombre está allí donde es más útil”.
[1] Ver Moré Nebujim 1:36.
[2] Sanhedrín 106a.
[3] Ver Rashí en Bemidbar 25:2.
[4] Bemidbar 25:9
[5] Sanhedrín 82a.
[6] Ver Rashi en Bemidbar 25:15.
[7] Sanhedrín 82a.
[8] Bemidbar 25:7
[9] Pirké Abot 2:5.
[10] Rab Shimshon Rafael Hirsh
[11] Extraído de Historias sorprendentes del judaísmo; Salomón Michán.
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