LA TORÁ ES PARA AQUELLOS QUE ESTÁN DISPUESTOS A PAGAR EL PRECIO POR OBTENERLA
“¿Por qué hemos de ser excluidos para no ofrecer el korbán en su tiempo?” (8:7).
Había transcurrido casi un año de que Am Israel saliera de Egipto. Moshé explicó cómo debía llevarse a cabo el korbán Pésaj. Mientras Moshé se encontraba estudiando, se le acercó un grupo de hombres que preguntaron: “Estamos impuros. ¿Por qué hemos de perder la mitzvá del Korbán Pésaj?”. Ellos eran los encargados de transportar el ataúd de Yosef por el desierto. Podemos advertir lo íntegro que eran estos hombres; aunque estaban cumpliendo el juramento que habían hecho a Yosef de enterrarlo en Éretz Israel, estaban buscando un medio para cumplir también el precepto del korbán. Moshé se dirigió a Hashem y Él le respondió: “La persona que no participó en el korbán en la fecha original por estar impura, podrá hacerlo el mes siguiente”. A este día se le conoce como Pésaj Shení; en la actualidad, debido a que no tenemos el Bet HaMikdash, no rige esta ley y sólo se celebra de manera simbólica.
La Torá nos enseña que, por el celo de cumplir los mandamientos, se hicieron dignos de que fuera enunciada esta mitzvá, ya que se generan nuevos méritos por medio de los individuos que ya poseen méritos.[1]
Hay una mishná en Pirké Abot que dice: “Yehudá ben Temá dijo: ‘Sé osado como un leopardo, ligero como un águila, veloz como un ciervo y fuerte como un león para llevar a cabo la voluntad de tu Padre en el Cielo’”.[2]
El leopardo no es tan fuerte como muchos otros animales, pero es muy osado y temerario, y frecuentemente parece exceder la fortaleza y agilidad que aparenta. Asimismo, el hombre no debe vacilar en emprender logros espirituales que parecen más allá de sus capacidades. Debe ser osado y temerario, e ir más allá de lo que cree que puede lograr. Cuando el hombre hace un esfuerzo sincero, Hashem le concede la fortaleza para convertir la aparente imposibilidad en una realidad.
Los Jajamim preguntan: “¿Por qué menciona al águila, cuando podía haber utilizado el término ‘ave’? Si volteamos al cielo, ¿veremos que todas las aves vuelan fácilmente?”. La Torá enfatizó al águila para enseñarnos que, dentro del reino de las aves, el águila es una de las más pesadas. Para emprender el vuelo requiere de un gran esfuerzo; una vez que se encuentra sobrevolando el suelo, se convierte en una de las aves más veloces. Hashem, por consiguiente, premia el esfuerzo que esta ave invierte al comienzo de su empresa.
Otra lección que podemos aprender del águila es que, gracias a sus poderosas alas, puede remontarse a grandes alturas. Así, todo yehudí tiene la capacidad de alcanzar alturas espirituales inimaginables. Para que estas “alas” puedan cumplir con su función, deben estar igualmente desarrolladas y de igual fortaleza. El yehudí tiene que cumplir con dos tipos de mitzvot: entre el hombre y su semejante y entre el hombre y Hashem. Para que podamos remontarnos a grandes alturas, se requiere que observemos ambas mitzvot con la misma fuerza e intensidad.
El león es el rey de los animales y un rey debe gobernar con autoridad. La Mishná pide que seamos fuertes como el león. ¿Quién es fuerte? El que domina su mala inclinación.[3] Cada uno de nosotros es una mezcla de pasiones, instintos y deseos, y cada uno de ellos lucha en nuestro interior para manifestarse al máximo en nosotros. Debemos poseer la fortaleza del león para dominar esos impulsos. Una vez dominados, ejerceremos un poderío que podremos utilizar para servir al Creador con toda nuestra fuerza. Debemos tener la determinación y el coraje para estudiar Torá de día y de noche, sin dar descanso a los párpados, y nunca decir: “Ya estudié suficiente”. Lo que falta por aprender es infinito y el tiempo de estancia es este mundo es muy breve. No podemos darnos el “lujo” de desperdiciarlo en vano.[4]
La lección que podemos tomar del ciervo es que se trata de un animal que puede correr rápidamente y no se fatiga. Del mismo modo, un judío no debería alegar que está demasiado cansado para cumplir con la voluntad de su Creador.[5] También podemos agregar que, así como un ciervo corre para huir del cazador, el yehudí debe huir de las trampas que le tiende su instinto maligno.[6]
El Midrash nos enseña que cuando un ciervo corre, mira constantemente hacia atrás para ver si alguien lo está persiguiendo. De esto debemos aprender que, aun cuando la naturaleza humana es esforzarse por ir siempre hacia adelante y progresar en la vida, un judío no debe olvidar mirar atrás y verificar que está unido a su fuente, a la Torá y a las mitzvot. Por desgracia, están aquellos que, mientras corren hacia adelante, llegan tan lejos que pierden su conexión entera con nuestra hermosa herencia. No importa qué tan bien nos vaya en la vida, siempre debemos mirar “hacia atrás”, es decir, nuestros negocios y ocupaciones del día deben estar regidos bajo los estatutos del Shulján Aruj.
Otra lección que podemos aprender del ciervo es que hay muchos padres que están inmersos en Torá y mitzvot. Muchos están dedicados de tiempo completo a hacer actos de bondad, ayudando a instituciones o dedicándose a la superación personal. Estos padres pueden ser rápidos en su progreso. Esto no está prohibido, pero deben mirar hacia atrás y ver qué está sucediendo con sus propios hijos. La mishná nos está diciendo: “No basta con simplemente mejorarte a ti mismo; toma a tus hijos contigo e inculca en ellos el mismo amor que tú tienes por cumplir la Torá y las mitzvot”.[7], [8]
Cierta vez, el Darké Musar se encontraba en un congreso de Jajamim en Vilna. Allí el Jafetz Jaim hizo el siguiente comentario: “Según la costumbre del mundo, para saber si un profesional está satisfecho con su profesión (por ejemplo, un carpintero o un zapatero), podemos comprobarlo del siguiente modo: si vemos que este especialista transmite sus conocimientos a su hijo, esta es una señal de que el hombre está contento con su profesión y por tal motivo la transmite a su hijo. Pero si vemos que el hombre no transmite su experiencia a la siguiente generación, sino que prefiere que aprenda otra, es una señal de que no está satisfecho con lo que hace. En una de las bendiciones que recitamos cada mañana, pedimos a Hashem ocuparnos en el estudio de la Torá, que lo hagamos como el director de un negocio que está ocupado con sus empresas comerciales. Ésta debería ser nuestra principal ‘empresa’ en la vida, y exige nuestro mayor interés, concentración y atención.[9] La Torá es más apreciada que las piedras preciosas, y no pueden compararse con ella todas las cosas que puedas desear.[10]
Si queremos hacer un diagnóstico respecto a nuestro cuidado de la Torá y las mitzvot, la prueba se halla en nuestras manos. Si hacemos que nuestros hijos hereden el amor y el cariño por el estudio de la Torá y el cuidado de las mitzvot, es una señal de que amamos la Torá. Pero si vemos una generación que prefiere estudiar otros temas y ocuparse de cosas mundanas, es una prueba clara de que no estamos invirtiendo el esfuerzo debido para mostrarles que la Torá es lo más dulce y placentero que existe.
Hagamos nuestro mejor esfuerzo y hagamos tefilá para tener el mérito de transmitir la Torá del mismo modo que la recibimos en el Monte Sinaí. ©Musarito semanal
“Las palabras de la Torá sólo acompañan a aquel que se sacrifica por ella.”[11]
[1] Sifrí 68.
[2] Pirké Abot 5:20.
[3] Pirké Abot 4:1.
[4] Irving M. Bunim.
[5] Rabenu Yoná.
[6] Tiféret Israel.
[7] Abot Al Banim.
[8] Adaptado del libro Pirké Abot, Rab Moshé Bogomilsky.
[9] Rabí Simjá Zissel.
[10] Mishlé 3:15.
[11] Mishlé 23:26.
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