Perashat Beahalotejá

 

 

“Y cuando ustedes entren en guerra en su tierra, tocarán sonidos cortos con las trompetas y serán recordados delante del Eterno” 10:8

 

 

Hashem ordena a Moshé que hiciera dos trompetas de plata con las cuales anunciaba a la comunidad que era hora de levantar sus tiendas y partir. También se hacían sonar cuando los soldados guerreaban contra el enemigo, esto servía para que fueran recordados delante de Hashem y así conseguir la victoria. De aquí aprendemos que en un momento de apuro, lo primero que debemos hacer es clamar a Hashem y tocar el Shofar.[1]

 

Todo aquel que tiene un problema y no hace Tefilá para que Hashem lo salve, está anulando esta inestimable Mitzvá y su falla es muy grave ya que está demostrando que Hashem no es Quien está detrás de todo, y si en ocasiones las cosas se ponen difíciles es porque Hashem anhela su Tefilá.[2] Como dice el versículo: Y lo servirán con todo el corazón.[3] ¿Cuál es el servicio que se hace con el corazón? ¡La Tefilá![4] Cada persona debería rezar con todo el fervor y concentración. Una Tefilá que brota desde lo más profundo del corazón muestra la fuerza de nuestros anhelos y metas a los cuales queremos llegar y por ende, se recibe de inmediato.[5]

 

Rab Jaím Zaid, de Bené Berak, uno de los más destacados conferencistas de la organización Arajim, relató un suceso que presenció no hace mucho tiempo: Estaba en la terminal del aeropuerto de Israel, esperando su vuelo, fue anunciado por los altoparlantes que los pasajeros estaban invitados a subir al avión, ya que a la brevedad despegaría. Todos se pusieron de pie y se dirigieron hacia el avión. Entre quienes aguardaban el vuelo, se hallaba una mujer joven, que estaba recitando tranquilamente la Amidá. Los demás pasajeros se apuraban para subir al avión, algunos se le acercaron para indicarle que de no apurarse podría perder su vuelo, la joven continuaba rezando de pie ante el Rey, ajena a todo lo que ocurría a su rededor.

 

Cuando parecía que todos los pasajeros habían abordado el avión, el capitán giró la instrucción de cerrar las puertas, le informaron que faltaba un pasajero que se encontraba rezando en la terminal, decidió aguardar unos minutos esperando que la mujer finalizara. El reloj seguía andando y ella seguía en su lugar entonces le dijo al copiloto: “Nos esforzamos cada día en llevar a nuestros clientes puntualmente a su destino, no vamos a perder nuestro prestigio debido a una mujer que no entiende lo que es el tiempo” ¡Cierren ya las puertas!

 

El avión empezó a moverse, disponiéndose a despegar, pero de pronto comenzó a salir humo del tablero de mandos. El avión se detuvo de inmediato, los pasajeros descendieron, y los técnicos entraron rápidamente a la aeronave para averiguar la causa de la salida de humo. Durante varios minutos revisaron detalladamente cada instrumento sin poder encontrar el problema. Continuaron revisando el resto de la cabina de pilotos y nada… ¡Nunca había sucedido algo así! Continuaron probando uno a uno los sistemas de la nave, hasta que después de una larga espera informaron al piloto que todo estaba en orden, y que podía iniciar el vuelo. Avisaron por los altoparlantes que los pasajeros podían subir nuevamente al avión. El Rab Zaid, que era uno de los viajeros de dicho vuelo, tomó su equipaje, y en su camino se encontró con la joven (la que rezaba), cargando sus maletas en dirección a la salida del aeropuerto. Ella asumió que el avión había partido desde hacía rato, y se dispuso a irse. El Rab Zaid se dirigió a ella y le relató lo ocurrido, anunciándole que podía tomar el vuelo. La mujer, se alegró mucho, y subió al avión.

 

Durante el vuelo, un sobrecargo se sentó junto al Rab Zaid, y comenzó a charlar con él sobre lo ocurrido en el aeropuerto: “¿Cómo explica usted lo ocurrido?”, preguntó. El Rab Zaid no se demoró en responder, para él estaba claro que aquella mujer que rezaba con tanto fervor había despertado la Misericordia en el Cielo con su Tefilá, y por esto le facilitaron que alcanzara el vuelo….

 

El sobrecargo, que no cumplía Mitzvot, escuchó la respuesta con seriedad, el Rab percibió el despertar del corazón del hombre y le propuso asistir a las conferencias de Arajim. El hombre aceptó, y luego de unos meses hizo Teshubá y se fortaleció mucho en su fe y en el cumplimiento de las Mitzvot. Luego de un tiempo, el sobrecargo se comunicó con el Rab Zaid, con un pedido particular. “Me ofrecieron conocer a una muchacha, y quería pedirle que averigüe algunos detalles sobre ella”. Finalmente, se descubrió que la joven en cuestión no era otra sino aquella que rezaba en el aeropuerto… Luego de unos días, se conocieron… Quienes presentaron a ambos jóvenes, contaron que a aquella mujer se le dificultaba encontrar pareja, por lo que se extendía mucho en sus plegarias ante Hashem, pidiendo que la ayude a encontrar al hombre de su vida. Su entrega en el servicio a Hashem era tan grande, que no se inmutó en absoluto aún a pesar de exponerse a perder su vuelo. Continuó rezando con devoción, hasta que, como consecuencia de ello pudo encontrar a su pareja…[6]

 

Prueben y vean que es bueno Hashem. Feliz del hombre que en Él se refugia.[7] No hay casualidades en el mundo. Todo lo que la persona recibe en el mundo es sólo por decreto del Creador. La Tefilá es una de las herramientas más útiles y efectivas que tenemos para poder conversar con Hashem, cuando nos dirigimos a Él debemos despejar nuestras mentes de toda cuestión o cosa que impida que cada palabra que pronunciamos fluya con santidad y pureza. Los Jajamim compararon a la Tefilá con el estudio de Musar (Ética). Así como el objetivo del estudio de Musar es acercar a la persona a su Creador, el objetivo de la Tefilá es fortalecer en el corazón los pilares de la fe y de la supervisión divina.[8]

 

Hashem sabe exactamente lo que necesitamos antes de que digamos nada. Sin embargo, Él desea que nos demos cuenta de cuánto Lo necesitamos y dependemos de Él.[9] El cumplimiento de las Mitzvot tiene la facultad de doblegar al hombre, el mal instinto conoce este principio y por esto hace hasta lo imposible para impedir que oremos ante el Eterno como es debido, la mejor prueba de esto es la dificultad que representa hacerlo diariamente con entusiasmo y concentración… Ya se dijo que entre más difícil sea cumplir un precepto es la muestra de su valor. ¡Qué grande es la Tefilá, y cuán grandiosa es su fuerza...![10] ©Musarito semanal

 

 

 

“La calidad de la Tefilá no depende de cuánto grites con la boca sino cuanto lo grites con el corazón.[11]

 

 

 

 

[1] Rambam, Séfer HaMitzvot, Alajot Taanit, Mitzvot asé 59; Ver Ramban Halajot HaMitzvot, 5

 

[2] Sanhedrín 106b

 

[3] Debarim 11:13

 

[4] Taanit 2b

 

[5] Or HaJaim, Shemot 2:23

 

[6] Extraído de la revista Pájad David, Perashat Debarim; Rab David Pinto

 

[7] Tehilim 34:9

 

[8] Rabí Iejezkel Levinshtein

 

[9] Jobot Halebabot; Jesbón HaNéfesh 18

 

[10] Beer Moshé

 

[11] Rab Yejezkel Leveshtein

 

 

 

 

 

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