Honradez
“Cuando ustedes vendan una mercancía a su prójimo o compren de su mano, no se estafen uno al otro” (25:14).
El primero y último verbos de este versículo están conjugados en plural: “vendan” y “estafen”, aunque sus complementos están en singular: “una mercancía a tu prójimo” y “uno al otro”. Esto nos enseña que la prohibición de engañar se aplica tanto al que vende como al que compra. Rashí, por su lado, acota en nombre del Midrash que al mencionar el versículo la palabra “prójimo” debemos darle preferencia tanto al comprar como al vender, es decir, debemos buscarlo primero antes que los negocios con nuestros semejantes.
En las afueras de una ciudad había una banda de ladrones que se ganaban la vida asaltando a los viajeros en los bosques. Con el pasar del tiempo, se unieron a ellos las bandas de las ciudades vecinas. El grupo llegó a ser tan numeroso que ya no lograban reconocer quién era “amigo” y quien era el “enemigo”, así que decidieron que cada uno de los asaltantes portara vestimentas especiales, para así identificarse y evitar confusiones.
En cierta ocasión, uno de los grupos atacó al tren principal. El trabajo se realizó limpiamente. El botín había superado por mucho lo que esperaban. Llenos de júbilo, fueron a la posada a celebrar su triunfo. Llegaron y pidieron varias botellas del famoso vino de la casa y bebieron hasta que llegó la hora de cerrar la taberna. El dueño solicitó el pago por lo consumido y los malhechores se dieron cuenta de que no tenían suficiente dinero para liquidar la cuenta. El dueño de la posada no tuvo más opción que quitarles sus ropas, para conservarlas en garantía mientras le traían el dinero. Esto provocó un gran enojo entre ellos.
Al cabo de unos días, la policía del reinado descubrió el secreto de las ropas especiales. Fueron localizando a cada uno de los miembros de la banda y en un solo día atraparon y encarcelaron a la mayoría de los individuos que la formaban, y confiscaron todo lo que habían robado. Sólo aquellos que debieron dejar sus prendas en la posada en garantía no fueron atrapados. Aunque sin dinero, quedaron libres e irreconocibles ante los ojos de la policía. Se alegraron de su suerte y se dijeron uno al otro: “En un principio nos enfurecimos con el dueño de la posada por habernos quitado nuestras ropas, ¡y vean lo que esto provocó! Gracias a él, no pudieron atraparnos”.[1]
Dijo Shelomó Hamélej: “Que tu ropa siempre sea blanca…”.[2] El Gaón de Vilna explicó: “Al igual que el ser humano cubre su cuerpo con vestimentas, el alma tiene un atuendo espiritual que viste cuando sube al Cielo y se queda con ella hasta la eternidad”. Cuando una mujer lava dos camisas, una de color y otra blanca, frota la más clara durante más tiempo y con mayor meticulosidad que la de color, no porque la primera esté más sucia, sino porque en la textura blanca la menor mancha resalta más. No obstante, las manchas no se notan tanto en las prendas de color.
Es obligación de cada yehudí apartarse de poseer algo obtenido por medio de una transacción ilegal. Su alma se asemeja a una prenda blanca. Su pureza hace que sea vulnerable a la mínima mancha espiritual. El Dueño y Conductor del Mundo reconoce perfectamente a quién pertenece cada cosa. Todo objeto obtenido de forma ilícita estará siempre reclamando a sus dueños.
Las aguas robadas son dulces y el pan comido a escondidas es delicioso. Pero la persona que lo hace no sabe que allí se encuentran los debiles… y será atrapada…[3] Quien toma un jabón sin autorización y se asea con él, sale más sucio que cuando entró a la regadera.[4] Quien piensa que quedará impune al obtener algo que no le pertenece, debe saber que llegará el día en que el Juez Supremo confisque todo lo mundano que posee; será atrapado con “ropas de ladrón”. Solamente aquellos que tengan su “ropa blanca”, es decir, su alma limpia de robo y pecados, podrá pasar libremente al Gan Eden. El hombre debe tener siempre la conciencia de que todas sus necesidades serán proveídas por el Creador, siempre que sean buenas para él. Quien tenga la seguridad de que Hashem controla todo cuanto sucede en el mundo no tendrá dificultades para creer que Él Mismo le proveerá con todas sus necesidades.
Cuando la persona disfruta lo que tiene, nunca termina deseando lo que tienen los demás. Debemos buscar la manera de obtener la felicidad con nuestras propias posesiones y habilidades. La persona que experimenta felicidad por lo que hace y sabe que nadie podrá realmente obtener mayor beneficio que él por lo que ha logrado, jamás pensará que carece de nada, no codiciará lo que pertenece a otros y, de esa forma, el fin de todas sus posesiones será el de la felicidad.[5] ©Musarito semanal
“El malvado obtiene ganancias engañosas, pero el que siembra rectitud obtendrá recompensa segura.”[6]
[1] Jafetz Jaim.
[2] Kohélet 9:8.
[3] Mishlé 9:17-18.
[4] Jafetz Jaim.
[5] Rab Zelig Pliskin.
[6] Mishlé 11:18.
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