EL MUNDO DE HASIÁ
"la labor que Él había creado para hacer”. Bereshit 2:3.
Iniciamos BH un nuevo ciclo de estudio sobre la Perashá semanal. Terminamos el ciclo festivo que comenzó con el mes de Elul. Recitamos Selijot. En Rosh Hashaná fuimos juzgados. En el día de Kipur hicimos sufrir a nuestro cuerpo y pedimos perdón. En Sucot nos alegramos, en Simjat Torá bailamos con la Torá, en todos estos días Hashem nos mostró que Él está con nosotros en cualquier situación. Ahora que pasaron estos maravillosos días, nos dice: “Voy a soltarte, a partir de ahora podrás seguir adelante sin que Yo te sujete, no tengas miedo, no te caerás pues en cuanto me necesites, estaré siempre detrás de ti para auxiliarte…”.
La Torá comienza haciendo una reseña de la Creación del universo: Al principio, la Presencia de Hashem lo llenaba todo. Hashem creó una enorme masa que contenía todos los elementos. Durante seis días fue ordenando y situando cada una de las cosas en el universo. El primer día ubicó a la luz y a la oscuridad. El segundo día separó las aguas que quedaron por arriba y por debajo dando así forma al firmamento. El tercer día, Hashem marcó los límites y las aguas se reunieron en las áreas designadas, la tierra, las montañas, las colinas y los valles profundos se hicieron visibles. El cuarto día fueron colocadas las luminarias celestiales. El quinto día hizo bullir la vida en los mares y las aves volaron por los cielos. El sexto día los reptiles y los animales terrestres surgieron y se ubicaron en su medio ambiente. Finalmente dio forma e insufló de vida al hombre, colocándolo en la cúspide de todos los seres, el objetivo de la Creación, el ser cuyos actos para bien o para mal determinarían el destino del universo. El séptimo día dejó de crear y santificó el Shabat. Al final del relato termina mencionando la finalidad para la cual fue creada la humanidad: Para hacer.
¿Hacer qué? Si Hashem ya lo creó todo ¿Qué es lo que tiene que hacer la persona?
Cada ser vino al mundo a cumplir una tarea determinada, cada uno nació con ciertos dones, habilidades y talentos y con ellos tendrá que ir resolviendo todas las circunstancias que se le presenten en su vida. Tarea que solamente él será capaz de concretar adecuadamente, debido a que sólo él posee los conocimientos y los bienes necesarios para conseguir la finalidad espiritual que el Creador designó especialmente para él. Habrá quien pregunte: ¿Por qué hay personas más inteligentes, más sanas, más pudientes? ¿Por qué unos tienen que esforzarse más para conseguir lo que para otros es muy simple?
Cierta vez se acercó el Gaón (eminente) Rabí Naftalí Ámsterdam, (cuando era joven) a su maestro, el Rab Israel MiSalánter, y le dijo: ¡Rebé! Si yo tuviese la cabeza del “Shaagat Aryé”; el corazón del “Baal Yesod Veshóresh Haabodá” (estos dos, grandes Jajamim), y las cualidades de usted, entonces podría servir a Hashem íntegramente. “¡Naftalí! Tú con tu cabeza; con tu corazón y tus cualidades, llegarás a ser Rab Naftalí. Y solo de esa manera podrás servir a Hashem íntegramente”.
Cada persona es distinta, porque su misión en la vida también lo es... Uno de los errores más grandes en la vida es el resultado de no estar trabajando desde donde estás, y desde quien eres. Es imprescindible descubrir cuáles son las aptitudes y los elementos con los que cuentas, y con estos, tratar de diseñar objetivos claros para procurar así alcanzar lo que Hashem espera de ti. Desear lo de otras personas solo restará fuerza y tiempo a tu misión, ya que su cometido es distinto al tuyo y los elementos que él posee a ti no te servirán para alcanzar tu objetivo, de hecho te estorbarían, y por este motivo Hashem no te las concede. Una de las bendiciones que recitas al levantarte es: Sheasá Li Kol Tzorkí (que Hashem cubre todas tus necesidades); quiere decir que antes de comenzar, Hashem pone a tu alcance todo lo que requerirás para cumplir el objetivo de ese día, está en tus manos utilizar esos recursos diligentemente para conseguirlo.
Hashem situó al primer hombre en el Gan Eden, Adam era atendido por los ángeles y no había cosa que le faltara; la única ocupación que tenía en el día, era la contemplación del esplendor que emanaba de la Presencia Divina, éste es el placer y el regocijo más auténtico de los que puede gozar el hombre. Después que desobedeció el mandato de no comer del fruto prohibido, perdió sus privilegios, fue expulsado del Jardín y condenado a perder la inmortalidad con la que fue creado. Durante su estadía en este mundo debe trabajar para recuperar su estatus anterior y así disfrutar, en el Mundo Venidero, del placer que gozaba antes de pecar. Muchos sienten hambre espiritual, se sienten vacíos en su interior, y se equivocan, pensando que su
necesidad es material y corren afanosamente en busca de más riquezas que no tienen ningún valor, buscando llenar así el vacío interior sin conseguirlo, a veces logran apaciguarlo momentáneamente, pero en el mismo momento en que se cumple uno de sus deseos, el que tanto ansiaba, ese lugar lo ocupa otro deseo…. Su problema es que está buscando en un lugar equivocado, la luz que su alma está buscando no se encuentra en los objetos materiales, se encuentra oculta en la Torá...
El hombre debe incluir en cada una de sus acciones un componente de Torá, puesto que todos los segmentos de la vida claman por espiritualidad. Así cuando uno camina o descansa, come y bebe, debe realizarlo para la preservación y el fomento de sus más elevadas facultades en el servicio de Hashem. Cuando una persona trabaja, ya sea para ganarse el sustento o a fin de contribuir al avance de la sociedad, está cumpliendo un deber religioso; de la misma manera, cada una de sus acciones en todas las facetas de su existencia se integran en armonía con el cumplimiento de la Voluntad Divina.[1]
La única forma de reencontrar el camino que conduce a la Presencia del Creador es por medio del cumplimiento concreto de Sus Mandamientos, puesto que sólo ellos constituyen un vínculo entre Él y Su Creador: Los Mandamientos de la Tora son como una cuerda[2] que jalan al hombre hacia arriba desde un abismo subterráneo —es decir, este mundo de abajo— hasta un mundo superior, a fin de que pueda sentarse cara a cara frente a Hashem, puesto que los Mandamientos purifican al hombre del materialismo de este mundo hasta que su naturaleza no sea ya materialista.[3]
Por lo tanto, podemos concluir diciendo que la misión del hombre es hacer todo esfuerzo posible para descubrir plenamente su verdadero potencial, al saber valorar y utilizar todas las aptitudes, los conocimientos y los recursos que lo caracterizan, debe saber convertir los bienes materiales que están a su disposición para conseguir su finalidad espiritual, una persona así podrá considerarse un fiel inversor dentro del Servicio que hace en conjunto todo el pueblo de Israel.[4]© Musarito semanal
“Si vives sin un propósito, no lograrás ni siquiera una fracción de tu potencial”.[5]
[1] Rabí Moshe Jaim Luzzatto
[2] La palabra "Mitzvá", proviene de "vincular", "formar un lazo”.
[3] El esplendor de Israel; el Maharal de Praga
[4] Rab Jaim Fridlander
[5] Rab Ben Tzión Shaifer
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