¿Tienes claro tu Objetivo?

 

 

 

“Este es mi Dios y lo voy a glorificar” (15:2)

 

 

Los soldados egipcios perseguían de cerca al Pueblo de Israel, frente a los que estaba el mar. De un lado, las altas montañas, y del otro fieras salvajes. ¡No había escapatoria!

 

Entonces, la columna de nubes que los guiaba se movió hacia atrás creando un velo oscuro que obstaculizó el avance egipcio. Por orden de Hashem, Moshé extendió su mano sobre el Mar Rojo, y un fuerte viento sopló y dividió las aguas. Los yehudim caminaron por el lecho seco y lograron cruzar el mar. Los egipcios los siguieron, pero mientras los yehudim salían del mar, sus enemigos fueron sumidos en un estado de confusión y las ruedas de sus carros se atascaron en la arena húmeda. Entonces Moshé extendió nuevamente su mano sobre el mar y las aguas se cerraron sobre los egipcios y sus caballos, ahogándolos a todos.

 

Una vez que se vieron liberados de sus opresores, Moshé y los hijos de Israel entonaron una canción de triunfo, en la cual alababan el infinito poder de Hashem al haber dado fin al enemigo. Todo el pueblo cantó al unísono: Este es mi Dios y lo embelleceré.

 

Preguntan los Jajamim: “¿Acaso podemos los seres humanos embellecer o engrandecer a Hashem? La respuesta lógicamente tendría que ser negativa. Entonces, ¿qué es lo que Am Israel expresó en esta oración?”.

 

Encontramos que la palabra Kelí (“Mi Dios”) está escrita en singular, cuando debería haberse escrito en plural: Kelenu (“Nuestro Dios”). Recordemos que había cientos de miles de personas entonando la misma canción…

 

Una de las explicaciones que ofrecen los Jajamim es que cada yehudí quiso decir: Hashem es mi “Dios personal”. Junto al Mar Rojo, cada individuo estaba mirando lo mismo, pero cada uno experimentó la visión en forma diferente: “Todas estas señales y maravillas son para mí. Hashem me está llamando y tiene para mí una misión especial”. Y así como el suceso del Mar Rojo fue una experiencia única y personal, cada uno de nosotros debe experimentar en su vida diaria el mismo sentimiento.

 

En un gobierno, muchos sirvientes atienden y obedecen las órdenes del rey. Todos ellos juntos deben cumplir con una función específica. El rey, con base en la aptitud de cada uno, le da una función particular, de tal forma que la contribución de todos mantenga funcionando el reino. Cada uno de estos sirvientes tiene la obligación de completar su función particular y cada uno será recompensado proporcionalmente al cumplimiento de la responsabilidad conferida.

 

Cada yehudí posee una forma única de servir a Hashem: ¿Tienes una linda voz? Canta alabanzas hacia Hashem. ¿Eres buen orador? Reúne gente y diserta acerca de Torá. ¿Hashem te agració con riqueza? Ayuda a los necesitados.

 

Hay un sinfín de ejemplos, pero el mensaje es uno solo: explotemos las aptitudes con las que fuimos dotados, para “embellecer” nuestro paso por este mundo sirviendo a nuestro Creador. La condición es que todo lo que hagamos siempre se mantenga dentro de los lineamientos Divinos. Y estos podemos aprenderlos estudiando la Torá que nos fue entregada en el Monte Sinaí. El Rashbá decía que cada yehudí posee un particular conducto espiritual por el cual canalizar las enseñanzas de la Torá en una forma adecuada a su alma especial y única.

 

¡Qué responsabilidad tan grande tenemos! Fuimos agraciados con el potencial de buscar la manera de acercarnos a Hashem con todos nuestros medios.

 

Cuando Hashem ordenó a Moshé: Haz para Mí un Santuario, Moshé se estremeció y pensó: “¿Cómo es que un ser humano puede hacer una casa para Hashem?”. Dios le respondió: Yo no te pido algo acorde con Mi fuerza, sino que te pido algo acorde con tus fuerzas.[1] Aprendemos de aquí que Hashem no te pide más de lo que eres capaz de realizar. Hashem dice: Abre para Mí [en tu corazón] una apertura del tamaño del ojo de una aguja, y Yo te [lo] abriré como la puerta de un gran salón.[2] Él espera que cada uno de nosotros estudiemos Torá de acuerdo con las habilidades que nos proporcionó; no más.

 

No podemos dejar esa responsabilidad a los Rabinos y a los estudiantes de Torá y decir: “¡Qué bueno que en nuestra ciudad tenemos importantes celebridades de Torá! Ellos se encargarán de embellecerla y transmitirla”. Sí, es muy bueno que haya Talmidé Jajamim en la ciudad, pero no sólo ellos tienen la obligación de estudiar…

 

También se escuchan voces que dicen: “Voy a enviar a mis hijos al mejor Talmud Torá para que los morim les enseñen todos los conceptos de Torá”. ¡Claro que debemos buscar el mejor colegio para nuestros hijos! Pero eso no nos exime de la responsabilidad de educarlos. La escuela es solamente un soporte que te ayuda en los conceptos académicos que tal vez tú no dominas, pero eso no significa que allá van a aprender los valores que sólo se transmiten en el hogar.

 

Todos estamos obligados a estudiar y a cumplir mitzvot de la mejor manera posible. Nadie está exento de ello, cada uno a su nivel y con la intensidad que posee.

 

Un rey deseaba embellecer una sala de su gran palacio. Después de varias pruebas de aptitud, seleccionaron a cuatro de los mejores pintores del reino. Asignó una pared a cada uno y les dio un mes para que plasmaran su inspiración en ellas. Les advirtió que al término del plazo revisaría las pinturas y colocaría un saco lleno de piedras preciosas en frente de cada pared como recompensa. La más hermosa recibiría el saco más grande, y las otras recibirían sacos más pequeños en orden descendente, según la valía de cada una de las obras de arte.

 

Tres trabajaron con gran diligencia, pero el otro desperdició su valioso tiempo distrayéndose. El día en que finalizó el plazo, los tres pintores terminaron su trabajo y se retiraron para preparar su encuentro con el rey. El último pintor llegó al anochecer y, mientras los demás descansaban, colocó un gran espejo sobre su pared para que reflejara las otras tres pinturas. Por la mañana llegó el rey y, después de revisar con atención las pinturas, colocó sacos llenos de brillantes enfrente de los tres murales pintados, y nada frente al espejo. Cuando llegaron los artistas, el que había colocado el espejo comenzó a reclamar: “¿Dónde está mi recompensa? ¡Mi espejo es una composición! ¡Combiné juntas todas las demás pinturas!”.

 

El rey respondió: “¿Por qué reclamas? En verdad tú has recibido tu recompensa. Fíjate en tu espejo y verás el reflejo de los tres sacos de joyas dados a los otros artistas, quienes se esmeraron con gran esfuerzo y sinceridad, mientras tú no has hecho nada y sólo has reflejado tu iniciativa. El resultado final es que para cada esfuerzo hay recompensa; tú no puedes engañarme”.

 

Hashem juzga cada hecho individual de acuerdo con las circunstancias, si el hecho es accidental o deliberado, si es algo forzado o realizado con alevosía. Porque Hashem conoce la verdad de todas las cosas, ya sean pensamientos o acciones, y Él juzga todo de acuerdo con su verdadera naturaleza.©Musarito semanal

 

“El que más embellece las mitzvot, más demuestra que ama a Hashem con todo su corazón y toda su riqueza, y aumenta Su honor.”[3]

 

 

 

 

 

[1] Pesiktá.

 

[2] Shir Hashirim Rabá 5:3.

 

[3] Pelé Yoetz, “Embellecimiento de las mitzvot”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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