Anhelo Material o Espiritual
“Moshé hizo que Israel viajase del Yam Suf” (15:22).
Israel salió de Egipto, donde fueron testigos de los milagros más estremecedores en la historia del mundo: El agua se hizo sangre, hubo plagas de ranas, piojos, animales peligrosos, peste, pústulas, granizo, langostas, oscuridad y finalmente la muerte de todos los primogénitos de Egipto. Ahora la partición del mar elevaría a Israel a un nuevo nivel de fe en Hashem. El Faraón y sus soldados habían adornado sus caballos con oro, plata y piedras preciosas, que flotaban hasta la costa, y los israelitas se ocupaban de recolectarlos. Moshé tuvo que sacarlos de allí contra su voluntad.[1]
En la misma perashá encontramos que, antes de salir de Egipto, todo el pueblo estaba ocupado en obtener el oro y la plata de los egipcios.[2] Moshé estaba ocupado buscando los huesos de Yosef HaTzadik,[3] y sobre él está escrito: El sabio en su corazón escoge mitzvot.[4] ¿Por qué este versículo está dicho solamente en relación con Moshé y no con los demás, quienes también se ocupaban en cumplir lo que Hashem ordenó? Hashem les había encomendado que pidieran a los egipcios sus riquezas y se cumpliera así plenamente la promesa que hizo a Abraham Abinu de que saldrían muy ricos de allí. De no haberlo hecho, podría interpretarse que estaban anulando la promesa. Entonces, ¿por qué se señaló sólo a Moshé y no a todo el pueblo? La diferencia está en la intención que cada uno invirtió en su tarea. Moshé estuvo tres días y tres noches por todas las ciudades de Egipto buscando el féretro donde se había colocado el cuerpo de Yosef y no lo encontraba,[5] hasta que Seraj bat Asher le explicó en qué lugar los egipcios lo habían escondido, porque sabían que sin él los yehudim no saldrían de Egipto.[6] A pesar de todas las dificultades que se le presentaron, Moshé buscó y buscó hasta que lo encontró hundido en el Nilo. Moshé podía haber levantado los brazos y decir: “¡Va a ser imposible! ¿Cómo voy a encontrarlo? Mejor me uno a los demás en la tarea de vaciar Egipto. También esto lo ordenó Hashem”. Por otro lado, mientras el pueblo se apoderaba de las riquezas de los egipcios no estaban pensando en cumplir lo que Hashem había ordenado; ellos estaban motivados por la avidez del dinero. Por eso el versículo menciona solamente a Moshé y no a los demás. Y por medio de esta acción el gran guía transmitió a su rebaño un gran fundamento: debían aprender a priorizar las mitzvot antes que las cosas de índole material, hacia las cuales se sentirían más atraídos.
Un hombre decidió que su hijo estaba ya en edad de comenzar a trabajar. Fue con su mejor amigo y le solicitó que contratara a su hijo para que comenzara a foguearse en la profesión. Cuando llegó el fin de mes, el empleador entregó al muchacho un cheque como retribución a los servicios prestados. El joven agradeció y se dirigió hacia su casa. El padre lo encontró abatido y le peguntó: “¿Qué tienes? ¿Acaso no te trataron bien?”. El joven respondió: “No es eso. Resulta triste haber trabajado tanto para nada… Yo pensé que me pagarían por todo mi esfuerzo y mira lo que me dieron…”. El padre pensó que no le habían pagado lo convenido, pero al observar el cheque, se dio cuenta de que la cantidad impresa era mayor a la pactada con su amigo. Reflexionó un poco y entonces entendió qué estaba sucediendo. Le dijo a su hijo: “Ven conmigo. Voy a enseñarte que este simple papel que tienes en tu mano vale mucho dinero”. Lo llevó a un banco, puso el cheque delante del cajero y las preciadas monedas aparecieron ante los ojos del muchacho. “¿Te das cuenta? No todo lo valioso está a simple vista. Hay cosas en la vida que tienen valor intrínseco y a veces ni todas las monedas que puedas imaginar alcanzan para poder pagar semejante bien…”.
Si Hashem quería instruir a Israel con esta enseñanza, ¿para qué ordenó entonces recolectar la riqueza de Egipto, guiándolos así a la tentación del materialismo? ¿Qué quería que aprendieran? Hashem les pediría que lo siguieran hacia el desierto; debían avanzar por un camino árido y desolado. Con esto buscaba advertirles que estaban por gozar de una riqueza sin igual y que debían tener la preparación para gozar de la misma y, a la vez, aprender a luchar contra el egoísmo y la ambición, que les llegarían a la par de la riqueza. Tenían que concebir esta percepción y tener una referencia para poder comparar y distinguir las sensaciones y diferencias que hay estos dos sentimientos tan opuestos entre sí, y de esta forma comprenderían que el único y máximo placer es transitar por los caminos de la elevación espiritual y esto los conduciría al más alto nivel posible: la entrega de la Torá.
Los bienes materiales son aparentemente algo profano, ya que se los asocia con lo mundano. Esto no es absoluto; la riqueza tiene dos caras: puede utilizarse para vestir con orgullo ropas caras, vivir en grandes mansiones, comer los mejores manjares, viajar… Estos mismos bienes pueden servir también para enaltecer a Hashem cumpliendo las mitzvot de manera majestuosa, para mantener y educar a las siguientes generaciones, para apoyar a los que lo necesitan y para liberar a los Talmidé Jajamim del yugo del sustento para que estudien e iluminen al mundo con sus enseñanzas…
Sobre el hombre recae la responsabilidad de saber distinguir el lugar, el tiempo y la medida de la inversión de sus recursos. La ambición puede ser la mejor y la peor de las cualidades de la persona. Al ser arrastrado hacia los placeres físicos, uno pierde el gusto por el foco espiritual en la vida.[7]
La manera equilibrada y correcta de vivir es hacerlo sin excesos y la línea que limita es bastante delgada… Debemos saber apreciar y estar satisfechos con lo que Hashem nos da, y para eso hay que ser sabio de corazón. A fin de poder alcanzar este reconocimiento, se requiere del estudio y el cumplimiento de la Torá y las mitzvot: Haz del estudio de Torá lo principal y de tus demás asuntos lo secundario.[8] Si tenemos que invertir nuestro esfuerzo en trabajar y traer el sustento a nuestro hogar, es algo digno y loable; solamente hay que tener bien presente hacerlo mesuradamente: La persona debe ser presta en sus actividades y reunir lo necesario, y regresar a su real responsabilidad, que es Servir a Hashem. Esa “mercancía” será la más valiosa.[9] Este será tu capital eterno, el cual nada ni nadie podrá quitártelo.
Los bienes materiales no son la finalidad de la vida. Sólo son el medio; el objetivo es llegar al Olam Habá. Y para eso debemos cumplir Torá y mitzvot. La enseñanza de Moshé es que cuanto más nos esforzamos para hacer una mitzvá, más preciada es para Hashem. Y al ser así, si nos toma más tiempo de lo que le toma a otras personas comprender las palabras de la Torá, o hacer alguna mitzvá aparentemente sencilla para otros, no debemos sentirnos mal. El esfuerzo es lo que da valor al cumplimiento.
Otra enseñanza es aprender a valorar lo que más vale y conviene, y no dejarnos llevar por el materialismo, que está inundando y ahogando al mundo entero. Si llevamos a cabo estos sabios consejos, los frutos de nuestro esfuerzo y futuro serán exitosos y siempre bien vistos por Hashem.©Musarito semanal
“Cuatro actividades requieren de fortalecimiento constante: la Torá, las buenas acciones, la plegaria y ganarse el sustento”[10]
[1] Rashí.
[2] En el Pacto entre las Partes, Hashem había prometido a Abraham que sus descendientes saldrían de Egipto con gran riqueza; Bereshit 15:14.
[3] Shemot Rabá 18:10; ver Sotá 13a.
[4] Mishlé 10:8.
[5] Midrash Debarim Rabá 11:7.
[6] Los egipcios construyeron un pesado cajón de metal y lo hundieron en el Nilo para que los Hijos de Israel no lo encontraran, y así quedaran impedidos de salir de Egipto sin él; Debarim Rabá 11:7.
[7] Rabenu Yoná.
[8] Sifrí, Perashat Vaetjanán 6:7.
[9] Pelé Yoetz; “Yeshibá”.
[10] Berajot 32b.
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