No hay otro fuera de Él
“Deberás saber hoy y llevarlo a tu corazón que el Eterno es el Dios, en los cielos arriba y en la tierra debajo; no hay otro” (4:39).
Moshé exhortó al pueblo a observar escrupulosamente las leyes que habían recibido en el Monte Sinaí. Serían siempre auxiliados por la experiencia de haber escuchado la Voz de Hashem proclamando los Diez mandamientos. Si se dedicaran a cuidar todas las leyes, tanto las que recibieron escritas como las que se entregaron en forma oral, y confiaran plenamente en que Hashem estuvo, está y estará siempre supervisando y manejando todo el entorno, entonces serían reconocidos por otros pueblos como una gran nación y predominarían a pesar de ser poco numerosos.
En la época de la Segunda Guerra Mundial, los yehudim que vivían en Polonia pensaban: “¿Cómo vamos a salir de aquí?”. De un lado acechaban los alemanes, del otro los rusos. Los yehudim tenían prohibido viajar; solamente podían ir a pie y por debajo de la acera. Los rabinos de la ciudad discutían acerca de permanecer donde estaban o dirigirse a Rusia. El Rab de Brisk tomó la decisión de irse con sus alumnos, pero la única forma de salir de allí era en tren y ésta no era opción para los judíos.
El Rab se dirigió en compañía de sus alumnos hacia la taquilla de boletos. Los alumnos estaban temblando de miedo. El Rab solicitó los boletos y se los otorgaron con el mayor de los respetos. El Rab dijo a sus alumnos: “Concéntrense en el pasuk: No hay otro fuera de Él”. Subieron al tren y viajaron concentrados en lo que el Rab les había solicitado. De pronto uno de los pasajeros los señaló; empezó a exclamar: “¡Judíos! ¡Judíos!”. Los alumnos miraban al Rab, que con calma les pedía: “¡Concéntrense!”. Ninguno de los pasajeros reaccionó, por lo que todo volvió a la normalidad. El tren seguía avanzando. En una de las estaciones subieron agentes de la Gestapo solicitando documentos a los pasajeros. Los alumnos pensaron: “Este es el fin”. Pero el Rab se mantenía sereno y les repetía: “Concéntrense”. Cuando les solicitaron los documentos, el Rab sacó un fino reloj de su bolsillo y lo entregó al oficial. El soborno funcionó y los agentes se retiraron fingiendo que no habían visto nada.
Cuando por fin bajaron del tren, era la hora en que cerraban la frontera y también la de decir Minjá. El Rab dijo a sus alumnos: “Apuren el paso, no se detengan y crucen la frontera”. “¿Y usted qué hará?”, preguntaron los alumnos. “Yo voy a decir Minjá y los alcanzo”, respondió. Mientras el Rab rezaba Minjá, cerraron la frontera. Terminó y se acercó a la frontera; dijo a los encargados: “Disculpen. Estaba rezando y no pude llegar antes. ¿Me permiten pasar?”. Abrieron la frontera exclusivamente para él.[1]
Para el Rab de Brisk no había enemigos ni fronteras. Lo único existente para él era Hashem. Confiar en Hashem es una cualidad que trae alegría al cuerpo y tranquilidad al alma. Confiar en Él no significa confiar en que llenará todas nuestras necesidades de acuerdo con nuestra voluntad y que no nos pasará nada malo. Lo principal de la confianza en Hashem es tener la seguridad de que todo lo que Él hace es para bien y ante el Cielo está claro que eso es lo mejor para nosotros. Por tanto, un yehudí no debe depositar su confianza en nada ni en nadie más que en la Providencia de Hashem.[2]
Rab Shmelke de Ncklesburg una vez preguntó a su Rebe, el Maguid de Mezeritch: “¿Cómo es posible que uno cumpla lo que nuestros Sabios nos enseñan en cuanto a que debemos bendecir a Hashem por las cosas malas que nos pasan, así como lo bendecimos por lo bueno?[3] ¿Cómo puede ser esto posible?”.
El Maguid le respondió: “Si quieres encontrar la respuesta a tu pregunta, ve al Bet Midrash y ahí encontrarás a mi talmid (alumno), Rab Zushia. De él aprenderás el significado de esta enseñanza”. Sabía que Rab Zushia era un hombre agobiado por todo tipo de problemas y aflicciones. Estaba en la pobreza y crónicamente enfermo. Cuando Rab Shmelke preguntó a Rab Zushia cómo podía bendecir a Hashem por las malas cosas así como por las buenas, él respondió: “No comprendo cómo el Rebe te envió a mí. Sólo alguien que sufre penas, momentos difíciles y aflicciones podría darte una respuesta. Pero, Baruj Hashem, todo en mi vida es bueno. ¿Cómo puedo yo enseñarte que una persona puede aceptar las malas cosas con felicidad?”.[4]©Musarito semanal
“Confianza es tener la seguridad de que no existen las coincidencias en el mundo y que todo lo que acontece bajo el sol es previamente anunciado por el Creador.”[5]
[1] La llevarás en tu corazón, pág. 309, Rab Moshé Meir Hoffer.
[2] Pele Yoetz, “Bitajón”.
[3] Berajot 60b.
[4] Likuté Amaraim en Ituré Torá.
[5] Jazón Ish.
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