Todo es para bien

 

“La vida de Sará fue de ciento veintisiete años, los años de la vida de Sará” (23:1).

 

 

¿Por qué se repite el enunciado: los años de la vida de Sará? Es sabido que en la Torá no hay ni siquiera un punto de más. Explica Rashí: “Todos los años de nuestra matriarca se consideraron buenos”. ¿Acaso Sará tuvo una vida confortable? Veamos algunos episodios de su vida: desde su juventud tuvo que abandonar todas sus posesiones para acompañar a su marido hacia un camino desconocido (Lej Lejá). Padeció 90 años de esterilidad. Fue secuestrada en dos ocasiones: la primera por el Faraón en Egipto y luego por Abimélej, rey de los pelishtim. Soportó tiempos de hambre y de guerra. Sufrió por la mala conducta de Hagar e Ishmael y, en particular, resistió el desafío de recibir huéspedes, sin descanso, a cualquier hora del día… Entonces, ¿qué quisieron decir con “buenos”?

 

Significa que a sus ojos todos estos sucesos fueron buenos. ¿Cómo se logra conseguir semejante entereza? Rab Zusha de Anipoli explicó que Sará tenía la gran virtud de decir constantemente: “Esto también es para bien”. Muchos podrían considerar los hechos mencionados como rigurosos e insoportables; pero para nuestra matriarca no representaban un problema; al contrario, ella estaba consciente de que eran oportunidades que le enviaba el Creador para superarse, y por tanto eran evaluadas como positivas.

 

Cuentan que en una ciudad había un terrateniente muy bondadoso. Como administrador de las tierras y las propiedades, permitía que los peones pudieran vivir pagando alquileres muy bajos. Era tolerante con ellos porque deseaba darles la oportunidad de vivir dignamente. Uno de sus trabajadores era en extremo pobre; se apiadó de él y decidió reducir el arrendamiento a la mitad.

 

Cierta vez, el terrateniente debió dejar su puesto y delegó su responsabilidad a un hombre totalmente diferente; se trataba de una persona poco comprensiva y muy materialista. No rebajaba ni un centavo del alquiler. Los peones le rogaban que fuera más flexible, pero él no respondía a sus solicitudes. Cuando el peón más pobre se acercó a hablar con él, le explicó que no podía pagar la suma correspondiente. Entonces el patrón sentenció que por cada moneda que no pudiese pagar iba a recibir un latigazo; no hubo mes que este pobre peón no recibiera varios golpes por su deuda.

 

Cuando el terrateniente culminó su misión, asumió nuevamente su puesto y despidió al suplente. Entonces el peón se dirigió a él para explicarle lo que había sucedido. El terrateniente le pidió que le dijera cuántos latigazos había recibido y por cada golpe le entregaría cien monedas. El peón se puso pálido. Cuando el terrateniente se percató de eso, le dijo: “¿Qué pasa contigo? ¿Te ofrecí poco? Mejor te daré doscientas”. El trabajador comenzó a llorar. “Discúlpame, no quise ofenderte. Te daré quinientas monedas por cada latigazo.” El peón se tiró al piso llorando desconsoladamente. “¡Está bien, te daré mil…!”. Cuando el terrateniente vio que cada vez que ofrecía empeoraba la situación, preguntó: “Bueno, ¿cuánto es lo que quieres?”. El trabajador le respondió: “Agradezco su ofrecimiento, pero no lloro por eso”. “¿Y entonces por qué lloras?”, preguntó el terrateniente. “¡Porque si hubiese sabido que usted me recompensaría de esa forma, habría pedido que me golpearan más y más fuerte….!”

 

Si reflexionamos sobre este relato, observaremos que, de acuerdo con él, cuando hay problemas debemos saber que todo pasa por algo; que si Hashem quiere que suceda es por nuestro bien, y que es seguro que recibiremos una recompensa por ese sufrimiento. La calidad de vida de una persona no depende de situaciones externas. Hay personas que al parecer viven cómodamente, pero en cuanto se encuentran con alguna dificultad, su vida se convierte en una tragedia y, en consecuencia, ven todas las bendiciones que les rodean como algo negativo y al final se dan cuenta de que todo era para bien.

 

El ideal de la Torá es que tengamos siempre presente que el objetivo de nuestra vida es reconocer que hay Alguien manejando el mundo. Todo lo que pasa en la vida tiene un solo propósito: que perfeccionemos nuestro carácter. Cada situación que se nos presenta es una oportunidad para crecer. Sará tenía este nivel de conciencia: constantemente, durante toda su vida, se dedicaba a superarse, y esto es lo que atestigua la Torá. Es muy importante que asimilemos y absorbamos esta lección, para que logremos encontrar las posibilidades de crecer en cada uno de nuestros hechos.[1]©Musarito semanal

 

 

“Finalmente, todo proviene del bien y terminará siendo bueno.”[2]

 

 

 

 

 

 

[1] Mehor HaShabat, pág. 31; Rab Kalman Pikouz.

 

[2] Rab M. Jaim Luzzato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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