lOS TEFILÍN
“Todas las naciones de la Tierra verán que son llamados por el Nombre del Eterno y les temerán” (28:10).
La Perashá de esta semana relata cómo Moshé reúne al pueblo ante los montes Guerizim y Ebal. En uno de ellos se leen las advertencias de lo que pudiera suceder en caso de que abandonen la Torá, y en el otro se enuncian las bendiciones que recibirán en caso de cumplirla como corresponde. Entre todas ellas está la que decreta: El Eterno te establecerá como pueblo consagrado para Él, tal como Te juró, si guardas los mandamientos del Eterno y andas en Sus caminos. Todas las naciones de la Tierra verán que el Nombre del Eterno es proclamado en ti y sentirán temor de ti.[1]
¿Cuál es el mensaje que encierra este versículo?
Un príncipe acompañaba a su padre a todo lugar. Por cuanto las personas lo veían con el rey, era respetado y temido por todos. Cierta vez decidió viajar solo y comenzó a recibir golpes e insultos. Inmediatamente fue con su padre y le reclamó por qué la gente no lo respetaba y temía. El rey le respondió: “Tú lo provocaste al separarte de mí. Mientras te mantengas a mi lado, nadie osará acercarse a ti”.
Lo mismo sucede con Israel: cuando respetamos la voluntad de Hashem, nadie podrá dañarnos, pero cuando intentamos buscar otros horizontes, creyendo que asimilándonos y actuando como ellos actúan seremos más importantes, estamos provocando el odio y el antisemitismo, como bien se comprobó lamentablemente tantas veces a lo largo de la historia. Cuando los judíos de España tenían los cargos más importantes en el Palacio Real, comenzó la Inquisición. En Alemania, cuando se hizo conocer el Iluminismo, los yehudim decían: “Sé judío en tu casa y un ser humano al salir de la calle…”. Al poco tiempo se desató la peor masacre de la historia.
Debemos tomar conciencia de que sólo cuidando las mitzvot seremos honrados y protegidos, y que cuando hagamos lo contrario a lo que la Torá nos ordenó, buscando caer en gracia ante las naciones, cosecharemos justo lo opuesto. Pero aquel que sigue la línea que Hashem trazó para nosotros en su Torá, el Todopoderoso quitará todos los tropiezos que conspiran para alejarnos del camino.
Una pandilla de ladrones decidió entrar a robar a la casa del Gaón de Vilna. Suponían que, por ser una figura importante de los judíos, seguramente encontrarían dentro tesoros de oro y objetos de gran valor. Ellos no se equivocaban; el Gaón era sumamente rico, mas no poseía el tipo de tesoros que ellos suponían. Su riqueza no era material ni tangible.
Vigilaron la casa y encontraron rápidamente las vías por las que entrarían. Al otro día irrumpieron en la primera habitación armados hasta los dientes. Encontraron a un grupo de discípulos del Gaón estudiando con sus tefilín puestos. Los ladrones se abalanzaron sobre ellos y les propinaron fuertes golpes, exigiendo saber dónde escondían los tesoros. El Gaón se encontraba en su habitación, envuelto en su talit y con los tefilín puestos. El tumulto lo sacó de concentración; se levantó y se dirigió hacia la sala exterior. Apareció en el cuarto y, en cuanto los ladrones lo miraron, se quedaron mudos y de inmediato salieron corriendo aterrorizados de la casa. Parecía que hubiesen visto un ejército detrás de ellos…
Después de que se tranquilizaron, los alumnos preguntaron al Rab: “¿Por qué huyeron los ladrones de esa forma? ¡Ni siquiera pronunció usted una sola palabra!”. El Gaón tocó suavemente el tefilín de su cabeza, después besó su mano y les explicó: “La Torá dice: ‘Todas las naciones de la tierra verán que el Nombre del Eterno es llamado en ti y te temerán’. Rabí Eliézer HaGadol nos enseña en el Talmud que ‘el Nombre del Eterno es llamado en ti’ se refiere a los tefilín que se colocan en la cabeza.[2] Y es por esto que ellos, al ver mis tefilín, huyeron”.
Uno de los alumnos se levantó y dijo: “Pero nosotros también llevábamos puestos los tefilín. ¿Cómo es que no tuvieron miedo de nosotros? ¿Por qué nos atacaron?”. El Gaón sonrió y les dijo: “Nuestros Jajamim precisaron ‘tefilín shel rosh’ (de la cabeza) y no ‘tefilín she al harosh’ (los que están sobre la cabeza). Es decir, los tefilín no solamente deben encontrarse sobre la cabeza, sino también penetrar dentro, hasta que la persona sienta todo el impacto de lo que significan los tefilín en su mente y en su inteligencia. Sólo así surte efecto el nombre de Hashem que está inscrito en ellos”.[3]
Cuando un hombre pretende desposar a una mujer le entrega un anillo como muestra del amor que le tiene. Este anillo sirve para recordar y atesorar todos los momentos que pasaron juntos y así confirmar el amor, y así también tener presente la obligación de guardar fidelidad a su cónyuge. El amor más grande que existe en el universo es el aquel entre Hashem y el hombre. Él nos dijo, por medio del profeta: Te he amado con un mundo infinito de amor.[4] Creer verdaderamente en Hashem es compartir este amor. Nuestro deber es fortalecer este lazo.
Los tefilín son una señal de este lazo de amor. Sirven para recordar la salida de Egipto: Y será una señal en tu mano y un recordatorio entre tus ojos, para que la Torá de Hashem esté en tus labios; porque con mano fuerte te sacó de Egipto.[5] Si abrimos un par de tefilín encontraremos en su interior cuatro pergaminos. En uno de ellos está escrito el Shemá Israel, el mandamiento de amar a Hashem con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. El tefilín de la mano se coloca sobre el bíceps izquierdo, frente al corazón, demostrando con ello que amamos a nuestro Creador con todo el corazón y con toda nuestra fuerza. El tefilín de la cabeza se coloca cerca del cerebro, el centro del alma y del intelecto del hombre, demostrando que entregamos nuestra mente al amor a Hashem. La parte medular de la Torá son los mandamientos, mitzvot, palabra que proviene de una raíz que significa “atar”. Cada uno de los mandamientos sirve para acercarnos a Hashem y fortalecer este lazo de amor. Por eso, cuando nos colocamos el tefilín, estamos atando tanto física como espiritualmente el amor a Hashem en todo nuestro ser. Por tanto, pon estas palabras Mías en tu corazón y en tu alma, y átalas como una señal en la mano, y como tefilín entre tus ojos.[6]
También Hashem demuestra su amor a Am Israel por medio de los tefilín. Está escrito en el Talmud[7] que Hashem también lleva puesto tefilín (sabemos que Hashem no es un Ser material, y que no tiene cuerpo ni figura ni forma, por lo que no podemos imaginarle llevando tefilín de una forma física). ¿Qué está escrito en el tefilín de Hashem? ¿Quién es como Tu pueblo, Israel, nación única en la tierra, a la que Hashem mismo fue a redimir para sí como pueblo, para hacerse un nombre, con grandes y tremendas proezas?[8] Cuando enlazamos los tefilín a nuestro cuerpo, revivimos el infinito lazo de amor que se forjó en Sinaí. La responsabilidad que tenemos al colocarnos los tefilín es muy grande, por lo cual debemos cuidar muy bien nuestro comportamiento, lo que hablamos, lo que hacemos y lo que pensamos mientras los llevamos puestos…[9]©Musarito semanal
“Las cajas de los tefilín representan sabiduría, y las correas, temor reverencial a Hashem. Sólo puede uno aproximarse a la sabiduría mediante el temor a Hashem.”[10]
[1] Debarim 28:9-10.
[2] Menajot 35b.
[3] Relatos de Tzadikim, tomo 5, pág. 203, G. MaTov.
[4] Irmeyahu 31:2.
[5] Shemot 13:9, 13:16 (ver Rashí).
[6] Debarim 11:18.
[7] Berajot 6a.
[8] Dibré Hayamim 17:21.
[9] Adaptado del libro Tefilín, Rab Arye Kaplan.
[10] Likuté Moharán.
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