¿Buscas clemencia del cielo? muestra empatía con tu prójimo

 

 

 

“No verás el asno de tu hermano o su toro caídos en el camino”. Debarim 22:4

 

 

La Perashá de esta semana continúa enunciando las mitzvot de la vida cotidiana tanto de la comunidad como del individuo. La Perashá comienza por las mitzvot de la familia, refiriéndose a la mujer bella tomada cautiva, del primogénito de la mujer odiada y del hijo rebelde. Continúa con varias mitzvot que indican el camino correcto y que representan un honor para el hombre, el animal y el vegetal. Una de ellas dicta: No verás al asno de tu hermano...".[1] Y en el libro de Shemot escrito: Cuando encuentres al toro de tu enemigo o a su burro, perdido, regresar lo regresarás a él.[2]

 

De aquí podemos sacar una enseñanza fundamental: Vemos que antes dijo “enemigo” y después "hermano". Esto nos enseña que no es suficiente regresar la pérdida a su dueño, sino que hay que hacerlo con amor ¡aunque se trate del enemigo! Y si es enemigo, hay que aprovechar esa ocasión para quitar el odio del corazón y estrechar lazos de hermandad entre los dos. La Mitzvá de regresar la pérdida tiene que ser la causa de que la persona domine sus sentimientos y los cambie para bien. Cuando le regreses la pérdida a tu enemigo, éste se transformará en hermano.[3]

 

Sucedió en una oportunidad que un padre y un hijo se presentaron delante de un Rab para que éste realizara un Din Torá sobre una discordia que tenían. El Rab sorprendido de que un padre y un hijo llegaran a ese extremo, escuchó con atención el problema.

 

 ¿De qué se trataba? El tema era que había comenzado el invierno y tenían un sólo abrigo. El padre argumentaba ser una persona mayor que por lo tanto sufría más el frío que su joven hijo. El Rab le dio la razón al padre y le preguntó al muchacho en qué basaba su argumento. La respuesta fue: "Yo voy a trabajar a la calle desde la mañana temprano hasta altas horas de la noche. El frío es mucho más intenso a la intemperie que en el hogar donde se encuentra mi padre durante todo el día". El Rab también le dio la razón al joven y sin alternativa, les pidió que regresaran al otro día para ver si Hashem lo iluminaba para encontrar una salida. Esa noche nadie durmió, ni el Rab buscando en sus libros una respuesta, ni el padre y el hijo esperando ansiosos el amanecer. Cuando se presentaron nuevamente delante del Rab, éste les dijo: "Lamentablemente, no encontré la respuesta. Sólo les pido ahora que cada uno de ustedes argumente a favor de la otra parte. Quizás de esa forma Hashem me iluminará". Ambos aceptaron y el padre dijo: "¿Acaso un padre puede tener calor con su abrigo sabiendo que su hijo está corriendo en la calle sufriendo el frío? ¡A él le corresponde el abrigo!". El hijo por su parte comentó: "La Torá iguala el respeto al padre con el respeto a Hashem. Mi padre es anciano, ¡a él le corresponde el abrigo! Por otra parte, yo estoy en continuo movimiento y no sufro el frío como mi padre que al ser más anciano no se moviliza". El Rab, conmovido por lo que escuchaba, les pidió que esperaran. Fue hasta su pieza, trajo su propio abrigo y les dijo: "basta de problemas, les regalo mi abrigo con tal que ambos se alegren". El padre se abrazó con su hijo y no tenían palabras para agradecerle al Rab por su gesto.

 

Cuando se retiraban, el padre se animó a preguntarle al Rab: "¿Por qué no se le ocurrió esta solución el primer día en que vinimos a visitarlo? La respuesta del Rab fue: "Realmente lo pensé, pero al ver que cada uno de ustedes decía que el abrigo le pertenecía, yo también me dije: el abrigo es mío ¿por qué debo regalarlo? Pero al ver hoy que cada uno de ustedes quiere al otro más que a sí mismo, me di cuenta de que bien podía pensar en ustedes y regalarles el abrigo".

 

La empatía se desarrolla cuando una persona comienza a desmantelar la barrera principal que le impide sentir los sentimientos de los demás: su propio ego.

 

Nos encontramos próximos a Rosh HaShaná, todos nuestros actos pasarán delante del Creador… Necesitamos la misericordia divina para salir airosos del temible juicio. ¿Cómo se obtiene la clemencia de Hashem? El camino más rápido para llegar es: perdonando al prójimo. Porque si una persona se para delante de Él y ruega: “¡Hashem, por favor perdóname!”. Hashem le responde: “¿Tú perdonas? No me pidas a mí lo que tú no cumples”. “¡Hashem, ayúdame!”. “¿Tú lo haces?”. Y aunque sabemos que Hashem es misericordioso… abundante en bondad.[4] La Torá nos exige: Al igual que Hashem es compasivo, así tú debes ser compasivo.[5] Es como si Hashem nos dijera: “Por favor, no me pidas a Mí lo que tú no eres capaz de hacer”. Es muy fácil, pararse y pedir: “Perdón, perdón…”.

 

Un pelícano que se encontraba flotando en el mar esperaba pacientemente atrapar algún distraído pez. Para su fortuna, no tuvo que esperar mucho tiempo: un jugoso pez se encontraba atrapado en el receptáculo que los pelícanos tienen debajo del pico. Después de que logró su faena, emprendió el vuelo hacia el nido. A la mitad del trayecto, sintió que el inquieto pez comenzaba a golpear en el pico del pelícano para llamar su atención: “¡Señor, escuche, por favor!”, gritaba desesperado el pez desde lo profundo de la boca del pelícano. “¿Qué deseas?”, contestó el ave. “Mi señor, le ruego, por favor… Considere que soy un padre de familia; mis hijos me esperan. Imagine la pena que van a sufrir ellos cuando se den cuenta de que no regreso… ¿Qué va a ser de ellos? ¿Quién va a cuidarlos? ¿Quién llevará el alimento al hogar?”, imploraba el pez, buscando despertar la piedad del pelícano.

 

Los ruegos del pez tocaron el corazón del pelícano. Mientras reflexionaba acerca de liberar al afligido pez, un fuerte viento obligó al ave a dar un viraje que lanzó al pez hacia una de las paredes que lo aprisionaban; el golpe provocó que un pequeño pez que se encontraba en su vientre saliera de allí. Cuando el pelícano sintió que había ahora dos peces en su boca, dijo al pez: “¿Me estás pidiendo que tenga misericordia hacia ti, que te considere y perdone la vida mientras te encuentras engullendo a uno de tus hermanos?”. Acto seguido, el pelícano levantó el pico tragando a ambos peces. 

 

La enseñanza de esta moraleja es: El pelícano es Hashem, el pez es la persona. ¿Cómo puede un hombre solicitar piedad y ayuda del Todopoderoso mientras se encuentra “engullendo” a su prójimo.©Musarito semanal

 

“Todas nuestras actitudes hacia Hashem están influidas por nuestras actitudes hacia las personas.”[6]

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 22:4

 

[2] Shemot 23:4

 

[3] Rabenu Bajyé Al HaTorá - Shofetim

 

[4] Shemot 34:6

 

[5] Sifrí, Ekeb 49

 

[6] Rab Avigdor Miller

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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