¡Avanza! ¡Nunca detengas la marcha!
Y le dijo Hashem a Abram: `Vete para ti´”. Bereshit 12:1.
Las diez generaciones que hubo antes de Noaj fueron sentenciadas a perecer ahogadas en el Diluvio por la maldad y la corrupción con la que actuaron: asesinaron, idolatraron y se revelaron en contra de Hashem. Los que los sucedieron continuaron delinquiendo.[1] Y fue después de veinte generaciones de sucesivos fracasos que nació Abram. Su aparición en el mundo marcó el final de la era de insurrección y el inicio de la era de la Torá.[2] Él y sus descendientes obtuvieron el privilegio de ser el pueblo elegido de Hashem, recibirían la Torá y cargarían sobre sus hombros la responsabilidad de manifestar la soberanía de Hashem sobre todo lo existente.[3]
Nuestro patriarca, demostró su temperamento superando diez pruebas en las que tuvo que mostrar que estaba dispuesto a elegir entre la Voluntad de Hashem en contra de su sensatez. Una de las diez pruebas a las que fue sometido, fue que le pidió que cortara todo vínculo con su pasado, que se fuera de su tierra natal, de su patria y de la casa de sus padres y que se dirigiera hacia un país desconocido en donde Hashem lo convertiría en una gran Nación. Abram acató de inmediato la orden manifestando así una lealtad absoluta. Legó a sus descendientes que la meta más elevada a la que puede aspirar una persona es la de aceptar la Sabiduría de Hashem como única verdad.
Uno de los motivos que ofrecen los comentaristas acerca de este mandato, era porque en ese lugar Abram descubriría al verdadero "Abraham", transformándose en padre y ejemplo para muchas naciones... Por esto le dijo: “Vete para ti”: “¡Ve! ¡Avanza para tu conveniencia y beneficio!”.[4] Hashem está instando a Abram y a todos sus descendientes que su aspiración deberá siempre ser la de crecer y superarse constantemente...
Uno de los mayores problemas a los que se expone el ser humano en su vida, es el de quedarse estancado... Cuando alguien se detiene espiritual o intelectualmente por demasiado tiempo en un mismo lugar, corre el riesgo de acostumbrarse a dicha situación estancándose en ella, dejando atrás su verdadero potencial...
Los ángeles fueron denominados “Omdim”: entonces te daré quienes irán entre estos que están parados.[5] El ser humano, por el contrario: Avanza sin rendirse y sigue andando sin cansarse.[6] Los ángeles no pueden moverse según la justicia o la moral que dicte su razonamiento; el ser humano posee la facultad de elegir entre el bien y el mal.[7] Sin embargo, no puede quedarse en un mismo lugar, o asciende o desciende… Quizás por esta razón las palabras para ir 'Lej' y a tí mismo 'Lejá', son escritas con letras idénticas - para indicar que el hombre debe moverse en línea recta hacia sus objetivos, pero al mismo tiempo debe también dirigirse hacia sí mismo, hacia su alma, para optimizar sus rasgos de carácter para lograr ser una mejor persona y así podrá perfeccionar su relación entre las personas y entre su Creador.[8]
Un Talmid Jajam se acercó a otro con dos libros en mano y le mostró uno de los textos. “¡Qué interesante! ¿Quién es el autor?”, preguntó el lector. El otro respondió: “Este fue mi último descubrimiento (Jidush)”. El otro lo miró sorprendido: “No entendí, ¿Qué significa eso de tu último Jidush?”. Entonces comenzó a relatar: “Desde que era niño mis padres inculcaron en mí el amor al estudio, Hashem Itbaraj me concedió el mérito de poder entender y conseguir profundizar en el estudio de la Torá, y logré sacar a la luz cosas que hasta ese momento nadie las había descubierto. Conforme avanzaba mi edad, debía invertir mucho más esfuerzo en el estudio que el que me tomaba en la flor de la juventud, cuando terminé de escribir ese último Jidush, pensé que había llegado el tiempo de aflojar un poco, ahora, en lugar de profundizar tanto, podría estudiar algo más liviano. De pronto, se oscureció mí vista y dejé de ver por completo. Fui al médico y después de auscultarme, me dijo que mi problema requería ser atendido por un especialista. Me hicieron una gran cantidad de estudios, y después que entregaron los resultados, el médico especialista solicitó que los hicieran de nuevo, esto en realidad me extrañó, pero tenía la esperanza de recuperar la vista así que cooperé y comenzamos de nuevo, esperé varios días hasta que por fin salieron los resultados. El especialista me dijo: Primero que nada quiero explicarte que solicité que se repitieran los estudios debido a que hay algo que no logró comprender, ¿cómo pudiste ver hasta ahora con estos ojos? La enfermedad que padeces no es nueva, tiene muchos pero muchos años, todos los estudios nos dicen que hace mucho debiste haber perdido la posibilidad de ver... Para nosotros, el que hayas podido ver hasta ahora es algo sobrenatural...
En ese momento lo entendí todo, mientras estudié y profundicé en mis estudios, mis ojos continuaban haciendo su trabajo aunque naturalmente ya no tenían la posibilidad de hacerlo, Hashem me los mantuvo para que yo siguiera escribiendo nuevas explicaciones y comentarios. Cuando decidí interrumpir con el esfuerzo, los ojos también dejaron de hacer lo suyo. Esta es una enseñanza muy grande de cuánto hace falta concentrar todas nuestras fuerzas para el estudio de la Torá, el cumplimiento de los preceptos y la realización de buenas acciones, inclusive cuando sentimos que las fuerzas no alcanzan...[9]
El hombre para esforzarse nació.[10] Hashem no exige de nosotros resultados, la parte que nos corresponde es saber elegir cómo y en donde invertimos la salud, el tiempo, la inteligencia, y todos aquellos bienes que Hashem nos otorga día a día. Decidir que quieres hacer algo para progresar, para ser un mejor padre, un mejor esposo, un mejor hijo, un mejor yehudí, ¡esto sí está en tus manos...! A pesar de que el éxito también es un regalo de Hashem, tú eres quien tiene la facultad de “andar”, de comenzar, de tratar de hacer bien las cosas. Si eliges sabiamente y con responsabilidad, Hashem te responderá proveyéndote el éxito. Si tú no eres tan exitoso como te gustaría ser, algo no está bien en tu esfuerzo. No hay otra razón para la falta de progreso. Si tú estás dispuesto a esmerarte mucho para alcanzar algo (Lej), El Dueño de todo, puede conceder lo que Él decida para ti (Lejá).
Rab Mendel de Kotzk dijo a sus discípulos: “Las almas descienden del reino de los Cielos por una escalera. Luego esta es retirada. Pero desde arriba llaman a las almas para que retornen. Algunas no se mueven de su lugar porque, ¿Cómo subir al Cielo sin escalera? Otras saltan y caen y saltan nuevamente y abandonan los intentos. Pero están aquellas que saben muy bien que no es posible lograrlo, pero lo intentan y lo intentan una y otra vez hasta que Hashem las toma en sus manos y las eleva a las alturas…”. © Musarito semanal
“Ben Hé Hé dijo: ‘Según tu esfuerzo, así será la recompensa’”.[11]
1 Vease Pirké Abot 5:2.
2 Abodá Zará 9ª.
3 Ver comentario del Dérej Hashem sobre Abot 5:2.
4 Rashí.
5 Zejariá 3:8.
6 Yeshaayá 40:31.
7 Od Yosef Jay.
8 Rabí Menajem Mendel de Kotzk.
9 Yalkut Lekaj Tov
10 Iyov 5:7
11 Pirké Abot 5:22
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