¿Cuáles son los valores que inculcas en tus hijos?
“Las aguas se intensificaron mucho más sobre la Tierra…” (7:18).
El 17 de Jeshván del año 1656 comenzó a llover levemente, con el propósito de que si los hombres se arrepentían, esta lluvia se convertiría en aguas de bendición; pero debido a que no lo hicieron, se partieron todas las fuentes del gran abismo y se abrieron las ventanas de los cielos convirtiéndose en un diluvio. Mientras el arca flotaba a salvo sobre las aguas, en la Tierra se abrieron pozos y fuentes de agua hirviendo.
Los gigantes de la generación tenían muchos hijos; varios tomaron a uno de ellos para presionarlo contra las grietas, a fin de impedir que el agua los inundara. Y cuando las aguas cobraron más fuerza, tomaron a sus otros hijos y trataron de sellar con ellos las aberturas.
Pregunta Rab Eliyahu Dessler, en su libro Mijtab MeEliahu: “¿Cuál es el significado de este Midrash? La respuesta es: cuanto más los hombres se sienten gigantes, cuanto más persiguen el materialismo pensando que es la solución a todo en la vida, más se incrementan sus problemas. En lugar de darse cuenta de que están hundiéndose en el pantano de sus deseos materiales, buscan llegar a descubrimientos tecnológicos más sofisticados, esperando encontrar mediante éstos su deseada meta: una vida de comodidad física y felicidad en este finito e intrascendente mundo, sin tener que preocuparse por el mundo espiritual… Pasan los años y las cosas no cambian; el hombre sigue pensando que allí está la solución y que sólo es cuestión de tiempo conseguirla. Cuando ven que a ellos no les queda esperanza en este sentido, hacen esfuerzos desesperados para asegurarse de que, por lo menos, sus hijos puedan disfrutar de la felicidad material de este mundo. Y entonces tratan neciamente de tapar con ellos las grietas de donde brota el azufre y el agua hirviente que está destruyendo y corrompiendo a la humanidad.
“¡Toda la investigación de los economistas más expertos no ha podido mantener la economía firme y estable! De todas maneras, ellos persisten y piensan que pronto darán con la fórmula exacta, y si no es en esta generación, pues será en la siguiente. Es por esto que hacen que sus hijos estudien y piensen solamente en el avance tecnológico, tratando de llenar su vacío existencial con frívolas cosas materiales y, figurativamente hablando, tratan de detener con el cuerpo de sus hijos el inevitable colapso de la civilización materialista, sin detenerse siquiera a pensar que sus hijos tampoco se salvarán de cometer el mismo error.”[1]
Cierto hombre sabio vivía en extrema pobreza. Para quitarle sufrimientos de encima, un rey le dio una considerable cantidad de oro y plata, pero, para su sorpresa, el hombre sabio fue a verlo a la mañana siguiente a fin de devolverle los presentes. “Aquí están su oro y su plata”, dijo el sabio al rey. “¡Por favor, recíbalos, yo no los quiero!” El rey preguntó, sin ocultar su asombro: “¿Por qué deseas devolvérmelos?”. El hombre sabio respondió: “Mi señor, desde el día en que nací hasta hoy he tenido siempre paz y tranquilidad. Nunca perseguí el dinero y siempre satisfice las necesidades básicas de mi vida, a las que tuve acceso. Debido a mis modestas exigencias, siempre he poseído más de lo que he necesitado y, de esta manera, mi mente estaba abierta para ocuparme en mis estudios.
“Sin embargo, el día de ayer, desde que tomé sus regalos, mi mente comenzó a preocuparse acerca de la forma en que emplearía el dinero: ¿quizás debería adquirir mercancía para obtener mayor riqueza, o tal vez debería adquirir propiedades? Mi mente se sumergió en tal torbellino de ideas que me fue imposible conciliar el sueño. Me encontré tan preocupado con el dinero que ningún otro pensamiento pudo entrar en mi mente. Por tanto, he venido a devolverle el dinero…”.[2]
Las preocupaciones de la actualidad, la presión por conseguir lo suficiente para la manutención de la familia y el ritmo acelerado de la vida que nos rodea, causan que el objetivo verdadero de la existencia sea el de infundir en nuestros hijos el deleite y el placer espirituales que se consiguen viviendo conforme a la voluntad de nuestro Creador. El brillo del oro llega a cegar en ocasiones hasta a las personas más conscientes.
Un hombre se encuentra paseando con su hijo. En el camino hallan varios trozos de vidrio tirados en el piso. El padre toma a su hijo de los hombros y le advierte: “¡Cuidado! Aléjate de los cristales; pueden cortarte”. De pronto, el hombre se percata de que no son vidrios, sino piedras preciosas. Entonces toma de nuevo al niño, se agacha junto con él y le dice: “¡Rápido, toma todos los que puedas…!”.
Aquellos que no inculcan en sus hijos Torá desconocen el valor que tiene. Hay quienes la ven superficialmente como simples cristales y hasta evitan que sus hijos se acerquen… ¡Si supieran que el único camino hacia una vida feliz en este mundo es el de la Torá —estar satisfecho con un mínimo de cosas materiales y tener una gran ambición por los logros espirituales—, empujarían a sus hijos a beber día a día este maravilloso y dulce elixir de vida…! ©Musarito semanal
“Este es el camino de la Torá: pan con sal comerás… y en la Torá te ocuparás. Pues la Torá te dará dicha en este mundo y dicha en el Mundo Venidero.”[3]
[1] Mijtab MeEliyahu, “En busca de la verdad”, pág. 168; Rab Eliahu Desler.
[2] Jojmá Umusar, vol. 1, pág. 5; Las Puertas de la Felicidad; Rab Zelig Pliskin.
[3] Pirké Abot 6:4.
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