Perek 1, Mishná 11

 

 

Dijo Abtalyón: ¡Oh sabios, sean prudentes con sus palabras! No sea que se hagan merecedores del exilio y sean exiliados a un lugar de aguas amargas, y los discípulos que los sucederán las beban y mueran, y con ello sea profanado el Nombre del Cielo.

 

Abtalyón formuló una advertencia a los sabios: …sean prudentes con sus palabras, hablen con claridad a sus discípulos para que su enseñanza sea bien comprendida, y evite que ellos se tropiecen en un medio hostil, contaminado con aguas amargas, y den margen a los herejes para hacerlos errar a partir de la malversación de sus lecciones.[1] El encargo que tiene el Sabio es enorme, pues es responsable de continuar la tradición y enseñar al mundo la interpretación adecuada de las Escrituras. Él tiene el deber, no solo de enseñar recitando lo que sabe, sino que debe asegurarse de que el oyente también lo entienda.

 

Una enseñanza inadecuada eventualmente obligará al maestro a dejar su lugar en el exilio e ir a un lugar de aguas amargas (creencias heréticas). La advertencia de Abtalyón, estaba basada probablemente en la experiencia de su maestro, Rabbí Shimón ben Shataj, cuando muchos estudiantes de Torá abandonaron el camino de los Sabios y se unieron a otras sectas, como los saduceos o los esenios.[2] Un discípulo que abandona el camino de la Torá y se une a otras sectas, no es solo una pérdida para el discípulo, sino que es una profanación del Nombre Divino.

 

Continúa advirtiendo la Mishná: No sea que se hagan merecedores del exilio, es decir, si por abandonar la Torá, son desterrados a tierras ajenas y allí abandonan las enseñanzas y costumbres de sus ancestros: …y se entremezclan con las naciones, y aprenden de sus acciones,[3] hasta el grado que no haya hombres que expongan la Torá adecuadamente. Entonces, la siguiente generación estará expuesta a enseñanzas que no concuerden con la Sagrada Ley, y los harán sucumbir a la tentación de absorber las ideas de los herejes, quienes malversarán las palabras de los Sabios y las torcerán de acuerdo con su razonamiento, y será entonces que el Nombre del Cielo estará profanado, y dada la gravedad de este pecado: y sus discípulos beban (las aguas amargas) y mueran a causa de ello.[4]

 

El hecho de que una persona que conocía y rechaza las enseñanzas de la Torá, hace que su abandono sea más trascendente que quien la rechaza por ignorancia. Su negación, podrá Llevar a otros a pensar que si alguien que conocía tan bien la Torá dijo que no era verdad, entonces dirán: ¿por qué deberíamos molestarnos en aprender? Por esta razón, los maestros deben tener mucho cuidado de que los estudiantes no malinterpreten sus palabras.

 

Rabbí Yojanán ben Zakai agonizaba en su lecho, sus estudiantes entraron a visitarlo. Cuando los vio, comenzó a llorar. Sus alumnos le dijeron: ¡Luz de Israel! Representante de la columna derecha del Templo. El Yunque más fuerte. Su obra de vida es la base del futuro del pueblo judío, ¿por qué llora? Con una vida tan prolífica como la suya, ¿qué es lo que le causa semejante malestar?

 

Él les respondió: “Lloro por temor al juicio celestial, ya que el juicio de la corte celestial es diferente al juicio de los hombres. Si me estuvieran conduciendo ante un rey de carne y hueso cuya vida es temporal, que está aquí hoy y mañana podría yacer muerto bajo la tierra. Sí está enojado conmigo, su enojo no es eterno y, en consecuencia, su castigo tampoco lo es. Sí me encarcela, la reclusión no es perpetua, ya que podría mantener la esperanza de que finalmente algún día seré liberado. Si me condena a la muerte, su decreto no es absoluto, ya que hay vida después de cualquier muerte que él pueda decretar. Además, podría mantener la esperanza de apaciguarlo con palabras e incluso sobornarlo con dinero, y aun así lloraría ante el juicio real.

 

Ahora que me conducen ante el supremo Rey de Reyes, el Santo, Bendito sea Él, que vive y permanece por los siglos de los siglos, y que carece de todas las imperfecciones de los seres humanos; sí Él está enojado conmigo, su ira es eterna. Sí me encarcela, su condena es eterna. Sí me mata, será a perpetuidad. No puedo ni pensar en apaciguarlo con palabras y mucho menos sobornarlo con dinero. Además, tengo dos caminos delante de mí, uno conduce al paraíso y el otro al infierno, y no sé por dónde me llevarán, ustedes creen que ¿no debo verter lágrimas…?[5]

 

A esto se refiere la Mishná: Rabbí Yojanán ben Zakai sabía que él merecía ser conducido a un lugar privilegiado en el Cielo, en su época hubo grandes discusiones sobre la política a seguir sobre religión y gobierno, él mantuvo firme su postura y sembró las bases que fortalecieron al pueblo y a la Torá. Pero no podía asegurar si sus palabras y enseñanzas habían quedado claras en sus discípulos, no estaba seguro sobre la actitud que tomarían ellos después de su partida, y con seguridad proclamarían en el futuro, que sus actos, ya sean correctos o inadecuados, fueron acordes a los conceptos e indicaciones vertidos por su Rab.

 

Si los alumnos se equivocan después de su muerte y declaran que todo lo hecho por ellos, tienen como base las enseñanzas recibidas, el único culpable es el Rab, ya que erróneamente entendieron sus enseñanzas. En Rosh Hashaná se abre el libro de los hechos de cada persona, y también se abre el de aquellos que ya no se encuentran en este mundo. Se entiende la revisión de las acciones de los hombres que todavía tienen la oportunidad de reflexionar y corregir sus acciones, pero ¿cuál es el motivo que se abre el libro de quienes ya no tienen la posibilidad de corregir sus actos? Esto nos viene a enseñar que la cuenta del hombre no termina con la muerte, ya que después de ella, son consideradas las acciones de sus descendientes, discípulos y todo aquel que haya aprendido algo de él.

 

Ahora podemos entender el motivo del llanto y la preocupación de Rabbí Yojanán antes de su muerte, él lloró porque su corazón dudaba ya que no estaba seguro del camino que tomarían sus alumnos, si caerán en pensamientos y concepciones lejanas a la Torá y por ende, se hagan merecedores del exilio y sean exiliados a un lugar de aguas amargas, donde reinan ideas equivocadas y los discípulos que los sucederán las beban y mueran, y con ello sea profanado el Nombre del Cielo.[6]©Musarito semanal

 

 

 

“Aférrate a la instrucción. No la dejes ir. Guárdala porque es tu vida”.[7]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Rambam.

 

[2] Ver Pérek 1, Mishná 3.

 

[3] Tehilim 106:35.

 

[4] Rabenu Yoná.

 

[5] Berajot  28b.

 

[6] Rabbí Reubén Katz; Dudaé Reubén Perashat Ahazinu.

 

[7] Mishlé 4:13.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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