Perek 1, Mishná 12 continuación…

 

 

Hilel y Samai recibieron la Tradición [la Torá Oral] de ellos [de Shemayá y Abtalión]. Hilel dijo: Sé uno de los discípulos de Aharón, se amante de la paz y procúrala; ama a las personas y acércalas a la Torá.

 

Hilel solía decir: Trata de ser como los discípulos de Aharón; y aprende de sus cualidades, Hilel encarnaba la práctica de amar la paz y a la humanidad. Explican en el tratado de Rabbí Natán que, Aharón HaCohén no sólo amaba la paz, sino que procuraba obtenerla activamente. Cuando dos hombres disputaban, iba y se sentaba con cada uno de ellos y les decía: “Hijo mío, tu compañero se siente muy mal, se golpea el pecho y se rasga la ropa, diciendo: "¡Ay de mí! ¡Cómo levantaré los ojos y miraré el rostro de quien dañé! Me avergüenzo ante él, porque soy yo quien se equivocó. Me gustaría enmendar la situación, pero temo que no acepte mi mano cuando la extienda ante él”. Se sentaba con él hasta que se había quitado toda la ira de su corazón. Habiendo sembrado la semilla de la paz, Aharón iba y se sentaba con el otro y le decía lo mismo que le había dicho al primero. Y cuando los dos hombres se encontraban por azar, se tendían las manos en señal de amistad, y así se lograba la paz.[1] Aharón sabía cómo ayudar a que la armonía reine en los hogares, pues era quien ayudaba a que las personas se reconcilien. Para procurar la paz y la concordia, primero se debe amar realmente la propia paz, alcanzando un nivel personal de armonía y equilibrio interno de lo positivo y negativo, del bien y del mal, y solo después, se puede pensar en ayudar a otros.[2] Para conseguir emular la conducta de Aharón se debe seguir su mismo sistema de valores y su estilo de vida, y luchar por cumplir con la formidable tarea de acercar más almas a la observancia de los Preceptos Divinos

 

La lección de Hilel es una práctica que los judíos han aprendido a través de la historia, y que continúan aprendiendo hoy. Cuando reinó la paz entre ellos, incluso cuando llegaron a adorar ídolos, continuaron teniendo la protección del Cielo. Pero cuando los judíos pelean entre sí, no importa cuántos mandamientos guarden, son fácilmente conquistados. Relata el Talmud que los soldados del rey David, cuando salían a la guerra, a pesar de ser grandes Tzadikim (hombres justos), muchos de ellos morían en el transcurso de las batallas; por el contrario, los soldados del rey Ajab, a pesar de ser malvados e idólatras resultaban triunfantes,[3] el Creador desprotegía a los primeros, pues reinaba la enemistad entre ellos, en cambio, a los segundos los protegía durante las guerras porque ellos convivían con hermandad y paz.

 

Sé uno de los discípulos de Aharón, amante de la paz y procúrala. La palabra Rodef (procurar), puede también traducirse como “perseguir”. Este término no va de la mano con la paz, hubiera sido más lógico decir: busca la paz o algo similar, la expresión perseguir connota una acción contraria a la paz, generalmente se persigue a un delincuente y rara vez se asocia con el bien. Dice el Rab Mijael Perets, que aquí se refiere a conseguir la paz a toda costa y con tal de conseguirla debemos de intentarlo todo. Y la continuación de la Mishná es una secuencia lógica, porque la manera de poder influir en la gente es amando primeramente la paz. Aquel que posee tranquilidad interna podrá dedicarse a la espiritualidad y al estudio de la Torá, porque el que tiene quejas y es infeliz no tendrá la tranquilidad mental para tal sagrada tarea.[4] Grande es la paz; odiosa es la disputa.[5] La misión del hombre en este mundo es buscar la unidad y la paz, la concordia entre las personas y entre su propia conciencia. La persona que no está en paz consigo mismo, será una persona en guerra con el mundo entero. La paz sigue siendo el gran ideal universal cuya realización depende de la voluntad de los hombres y de la bendición Divina.

 

Nuestros Sabios afirmaron: el Todopoderoso no encontró un recipiente mejor para posar Su bendición para el pueblo de Israel sino la paz. Todo el universo está compuesto por materias antagónicas, y de no ser por la paz y la armonía en la que conviven, sería todo un caos. El universo es como un cuerpo, en el que todos los órganos se complementan unos a los otros, y trabajan en armonía. Eso es Paz. Y por eso uno de los nombres Sagrados del Eterno es Shalom, que significa Paz. El Creador es la Paz que mantiene la armonía en el universo. Y no sólo en el universo material, sino en el mundo espiritual.[6] Como está escrito: El que hace la Paz en las alturas, que haga la Paz sobre nosotros... La paz constituye el elemento que posibilita adquirir la sabiduría innata de la Torá, pues, como lo afirma el Talmud: La bendición del Creador es la paz, [7] como cita el versículo: …el Eterno dará fuerza a Su pueblo, el Eterno bendecirá a Su pueblo con la paz…,[8] Después de todas las bendiciones que le dan

los Cohanim al Am Israel, dicen la palabra Shalom. Porque si no hay paz, todas las

bendiciones no sirven para nada,[9] así lo expresa el Talmud: Todo tiempo en que la paz no exista, la bendición del Omnipotente no puede recaer sobre el mundo,[10] debido a que: no existe un recipiente más propicio para recibir la bendición del Creador que la paz.[11]

 

Uno de los allegados del Rabbí Meir Simja de Dovinsk autor del “Or Sameaj” era Rab Yosef Sharshvitzki. Él relató que cierta vez llegó a la casa de su Rabino y lo encontró bailando en medio de la sala junto a un hombre, un niño y una señora; padre e hijo lo tomaban de sus manos, mientras que la mujer los observaba con gruesas lágrimas en sus mejillas. Luego del baile aquella familia se fue feliz y el Rabbí le pidió a Rab Yosef que se acercara y le dijo: “Veo que te quedaste muy sorprendido por lo que viste, déjame que te cuente lo que pasó. Resulta que ayer llegó el hombre con la mujer pidiendo que los divorcie, cada uno expuso una larga lista de reclamos contra el otro. Cuando terminaron les pregunté si tenían hijos, me respondieron que solo tenían uno. “¿Con quién se quedará?”, antes de que me respondieran les pedí que trajeran al niño.

 

Cuando llegaron, tomé al niño, lo senté sobre mis rodillas y con lágrimas en mis ojos le comencé a decir: “Querido, tus padres han decidido dejarte huérfano, sin papá ni mamá. Pero no sufras ni te asustes, si ellos no te quieren yo te adoptaré como hijo”. De inmediato, el niño rompió en llanto y en pocos segundos la madre también, y con la voz ahogada ambos padres gritaron: “Rabino, estamos arrepentidos ¡por favor no nos divorcie!”. Salté de la silla y de la alegría comencé a bailar, el niño me tomó de la mano y comenzó también a danzar y su padre lo siguió...[12] ©Musarito semanal

 

 

 

“La paz es la reina de todas las cualidades por lo mismo, debe de protegerse con el máximo cuidado”.[13]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Abot de Rabbí Natán 12:3.

 

[2] Meam Loez.

 

[3] Yerushalmi Peá 1,1.

 

[4] Otsar MiSinai, cap. 1, pag 561.

 

[5] Bereshit Rabbá 38:6.

 

[6] Malbi”m.

 

[7] Meguilá 18a.

 

[8] Tehilim 29:11.

 

[9] Haemek Dabar; Nasó.

 

[10] Taanit 24b.

 

[11] Oktzín 3:12.

 

[12] Extraído de la revista Pájad David; Perashat Sheminí;Rab David Pinto.

 

[13] Akedá, Bamidbar 6:24, Sha'ar 74.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.