Perek 1, Mishná 12
Hilel y Samai recibieron la Tradición [la Torá Oral] de ellos [de Shemayá y Abtalión]. Hilel dijo: Sé uno de los discípulos de Aharón, ama la paz y procúrala, ama a los hombres y acércalos a la Torá.
Hilel y Shammai, fueron la quinta y última "pareja" de las Zugot, recibieron la tradición de sus antecesores: Shemayá y Abtalión. Presidieron el Sanhedrín en el imperio del rey Herodes (Hordus), cien años antes de la destrucción del templo. Hilel era el Presidente y Shamay el Jefe del Tribunal. Fueron los fundadores de las dos grandes escuelas conocidas por sus nombres: (Bet Shamai y Bet Hilel), forjaron con sus enseñanzas una nueva era en la historia judía. Intervinieron en innumerables discusiones y controversias sobre la Ley Judía. El Talmud registra 316 controversias entre ambas escuelas; de esta cantidad, en sólo cincuenta y cinco casos la escuela de Shamai dictaminó con más indulgencia que la de Hilel, que funcionaba conforme al modelo establecido por su fundador, en el sentido de ser leves e indulgentes, pero sin desviarse de la Ley.
Hilel descendía del Rey David, llegó de Babilonia, fue prontamente conocido por los Jerosolimitanos por su bondad y amor por el prójimo. Existen varias leyendas sobre él, la mayoría de ellas sobre su gran humildad y amor. Hilel solía decir: sé de los discípulos de Aarón, ama la paz y persigue la paz, amando a la humanidad y acercándolos a la Torá.
Y a pesar de que las sentencias de Hilel y Shamai diferían en sus decisiones Halájicas, dice el Talmud, que la discusión se mantuvo durante tres años, hasta que salió una voz del Cielo y anunció: estos y aquellos son (por igual) palabras del D-os viviente (alt. las palabras vivas del Creador).[1] Hoy practicamos según el dictamen de Bet Hilel ¿Por qué? El Talmud nos ofrece la siguiente explicación: “Los Rabinos que estudiaban en la Yeshivá de Bet Hilel se consideraban, delante de los alumnos de Bet Shamai (sus contrincantes en las doctrinas de ley), más serenos y humildes. Ellos no solamente examinaban sus dictámenes, sino que también analizaban la opinión de Bet Shamai antes de pronunciar sentencia”. Preguntan los Jajamim: “¿Acaso una ley se dictamina con base en la humildad?”. ¡Las leyes se deciden conforme a la verdad y no conforme a la humildad! La respuesta que ofrece el Talmud es que el único camino para llegar a la verdad es la humildad. Una persona que se empecina en mantener su opinión no piensa ni escucha el consejo de otra que no se encuentra “sobornada” por la misma situación, quien podrá generalmente darle una mejor opinión.
Un gentil que pasaba junto a una Academia y oyó a un maestro describir a sus alumnos las magníficas vestimentas del Cohén Gadol (Sumo Sacerdote), el hombre quedó cautivado por la apasionante descripción del pectoral y el efod. Siguió su camino y se encontró con unos judíos y les preguntó: “¿Por qué ustedes no visten las prendas sagradas? Ellos le respondieron: “Esas vestimentas son exclusivas para el Cohén Gadol”. El gentil se obsesionó con el deseo de usar esas prendas. Entonces se acercó a Shamai y le dijo: “Deseo convertirme al judaísmo, pero sólo bajo la condición que yo llegue a ser Cohén Gadol y me permitan usar sus esplendidas vestimentas”. “¡Una persona no puede condicionar su conversión!”, respondió Shamai con enfado, “¡Si tu realmente deseas ser judío, debes adoptar nuestra religión incondicionalmente!”, y le pidió que se fuera.
El gentil estaba anonadado y se presentó ante Hilel, quien accedió a enseñarle, pensando: “una vez que el hombre aprenda más acerca del judaísmo, se dará cuenta que sus intenciones son ridículas y absurdas, y con el tiempo aceptará el judaísmo con todo su corazón”. El gentil, lleno de alegría expresó: “Estoy listo para probarme las prendas del Cohén Gadol!”. Hilel le preguntó: “¿Acaso conoces las leyes que conciernen a ese puesto? ¿No crees que deberías primero instruirte acerca de sus responsabilidades? ¿Puede alguien llegar a ser coronado rey sin conocer las leyes y las normas de gobierno? Ven y te enseñaré las leyes del sacerdocio. Hilel tomó un Jumash y comenzó a mostrarle las leyes concernientes al Cohén y al Tabernáculo. Y cuando llegaron a la parte donde describe cómo montaban y levantaban el Mishkán (Tabernáculo) en el desierto, la Torá menciona que solamente los Cohanim tenían permiso para servir dentro del área del patio, y leyeron juntos el versículo: “El extraño que se acerque será ejecutado”. El converso se detuvo y preguntó aterrorizado: “¿A quién se refiere el versículo?”. Hilel respondió: “Incluso si el rey David intentara desempeñar este servicio, estaría condenado a morir. Y entonces el converso se estremeció del miedo y se percató de lo grave de su petición: “Si los mismos judíos, quienes son llamados “hijos del Señor”,[2] no tienen permiso a entrar, cuanto más un converso que no posee el mérito de sus antepasados que lo proteja, cuanto más y más que tiene prohibido entrar allí”.
Entonces se acercó a Shamai y le dijo: “Entiendo ahora porque me rechazaste. Estoy arrepentido de haber pretendido convertirme en Cohén Gadol, ahora se que pude haber muerto. Luego fue con Hilel y dijo: “Ojalá que las bendiciones recaigan sobre tu cabeza por haberme traído bajo las alas de la Presencia Divina”.[3]
Relata el Talmud que fueron tres hombres a los que Hilel convirtió al judaísmo, y en una ocasión que se encontraron y compartieron experiencias, todos coincidieron en que estaban agradecidos con la paciencia y la comprensión de Hilel y le dieron gracias al Creador por haberlos enviado a él. Ellos dijeron: “La impaciencia de Shamai nos podría haber alejado de nuestra recompensa eterna. Pero la humildad y la paciencia de Hilel nos congregó bajo las alas de la Presencia Divina.
Hilel nos dejó una gran enseñanza, debemos acercar a la gente, al estudio de la Torá, y solamente lo conseguiremos si amamos a la gente, porque si la persona es mala, se convierte en un peligro, para todos aquellos que lo rodean, ya que el amor es más fuerte que la antipatía, y es mucho más fácil influir en las personas con amor que con miedo, porque el amor es verdaderamente la mejor motivación en la vida. Al actuar de esa manera, Aarón pudo acercar a la gente a la Torá.
Pongamos atención en que Hilel dice: ama a los hombres y acércalos a la Torá, no dijo enséñales, dijo acércalos, porque cada uno de nosotros está obligado a acercar más judíos a la Torá. Desafortunadamente, algunos piensan que es necesario ajustar la Torá al nivel del judío alejado a fin de logar el acercamiento. Hilel está advirtiendo que está prohibido alterar o falsificar cualquier parte de la Torá para conseguir este fin. La Torá debe permanecer en su totalidad y nuestro esfuerzo debe ser acercarlos a ellos a la Torá, y no acercar la Torá a ellos.[4]©Musarito semanal
“Cuando quieras influenciar en alguien, es importante que el mensaje que perciban de ti es que los quieres y que te importa su bienestar”.[5]
[1] Erubín 13b.
[2] Shemot 4:22.
[3] Shabat 31a.
[4] Biurim le Pirké Avot.
[5] El Gaón de Vilna
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