Perek 1, Mishná 14

 

 

Él [también] solía decir: Si no soy para mí mismo, ¿quién será para mí? Y cuando yo soy solamente para mí mismo, ¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?

 

Esta Mishná contiene una de las declaraciones más famosas y memorables de Hilel: Si no soy para mí mismo, ¿quién será para mí?, ésta máxima no es una declaración que alaba el egoísmo, sino que se trata de una declaración que coloca y compromete el carácter y las cualidades de una persona directamente sobre sus propios hombros. Una persona debe trabajar en este mundo para adquirir sus propios méritos, pues nadie más podrá hacerlo por él. Continúa diciendo la Mishná: Y cuando yo soy solamente para mí mismo, ¿qué soy?, esta declaración equilibra la primera, quiere decir: aunque una persona debe preocuparse por sí misma, sus responsabilidades no terminan ahí. Quien lo hace solo por sí mismo no contribuye a su pueblo ni al mundo, además ¿quién dice que esto es todo lo que se espera de él? Y si no es ahora, en este mundo, ¿cuándo? Después de la muerte ya no será posible hacer méritos. Según otra interpretación, la expresión: Y si no es ahora, se refiere a los días de juventud; y ¿cuándo?, se refiere a los días de la vejez, ya que quizás no logre hacerlo.[1]

 

Dijo Shelomó Hamélej: El que anula el Musar desdeña su alma, pero el oye el reproche adquiere un corazón.[2] Todo aquel que rehúsa el reproche, estará menospreciando su alma, ya que no quiere mejorarla.[3] Es decir, el Musar conduce a la persona a un mejoramiento de sus rasgos de carácter. Todo aquel que escucha el reproche, estará adquiriendo intelecto, comprensión y temor al Cielo.[4] Si no soy para mí mismo, ¿quién será para mí? Si una persona no despierta su propia alma ¿qué efecto puede tener la reprensión? Nadie puede regresar en Teshubá por otra persona, cada quien tiene sus hombros la responsabilidad de sus actos.

 

 Elazar ben Durdayá se desvió del camino. Se dejó llevar por la tentación y la pasión. Llegó a cometer graves transgresiones. Un día, una mala mujer lo ridiculizó. Esto lo hizo despertar y decidió retornar a la senda del Creador. Salió de la ciudad y cuando se encontraba angustiado y solo en el campo, clamó: “Montañas, ¡pidan misericordia para mí!”. Las montañas le respondieron: “¿Pedir misericordia para ti? ¡Tenemos que pedirla para nosotras!”.[5] Entonces él se dirigió al Cielo y la Tierra: “¡Pidan misericordia para mí!”, ellos le respondieron: “Antes de pedir por ti, tenemos que pedir por nosotros”.[6] Entonces fue con el Sol y a la Luna: “¡Pidan misericordia para mí!”. Le respondieron: “¿Pedir misericordia para ti? ¡Tenemos que pedirla para nosotros!”.[7] Desesperado, miró hacia otro lado y dijo: “Estrellas y planetas, ¡pidan misericordia para mí!”. Le respondieron: “¿Pedir misericordia para ti? ¡Tenemos que pedirla para nosotros!”.[8]

 

Elazar se sentó en el suelo y se puso a llorar. Después de una profunda introspección, puso su cabeza entre sus rodillas y exclamó: “¡He derrochado mi vida cometiendo todo tipo de inmoralidades! ¡Tengo que retornar a mi Creador! Es mi responsabilidad. ¡Tengo que hacerlo yo mismo!”. Lloró y lloró arrepentido por sus actos, hasta que su alma se desprendió de su cuerpo y se elevó hacia las alturas. A continuación, se escuchó una voz que provenía del Cielo y dijo: “Rabbí Elazar ben Durdayá se merece la Vida Eterna”.[9]

 

Cuando Elazar se sintió encerrado en su problema, buscó la forma de evadirlo tratando de atribuir la responsabilidad a fuerzas externas, en lugar de encararlo como debía ser. Primero pidió a las montañas, que simbolizan a sus padres.[10] Quiso decir: ‘No fue culpa mía. No fui educado correctamente. Mis padres no tuvieron el tiempo ni la paciencia para ocuparse de mí….’. Pero, su petición fue rechazada.

 

Entonces intentó justificar sus errores dirigiéndose al Cielo y a la Tierra, que simbolizan a la sociedad en la que vivía. Argumentaba que la gente con la que se juntaba había moldeado su personalidad; decía que, si hubiera crecido en otro ambiente, habría sido otra persona.  Esta petición, también fue rechazada.

 

Continuó intentando: ‘Sol y Luna, ¡ayúdenme!’. Ellos son el símbolo de la abundancia y la prosperidad.[11] Él quiso culpar a la opulencia de la sociedad en la que había vivido: ‘Todo lo que conocí fueron cosas materiales. Crecí en la plenitud de la abundancia. Lo único que buscaba en la vida era el gozo, porque pensé que esa era mi meta en la vida…. eso fue lo que me enseñaron. Si yo hubiese carecido de toda esa exuberancia, no habría cometido esas transgresiones…’. Pero, el argumento tampoco fue aceptado.

 

Finalmente, cuando su desesperación llegó a un punto insoportable, clamó a las estrellas y a los planetas, que simbolizan el destino con el cual nace cada persona. Está escrito que la posición en que se encuentran los astros al momento del nacimiento de un ser humano influye sobre el carácter y la predisposición que va a tener la persona para ciertas cosas, ya sean buenas o lo contrario.[12] Intentó zafarse con el pretexto de que su propensión a la promiscuidad fue lo que lo instó a pecar. Le respondieron que el destino de Israel está por encima de los astros, y aun cuando ello hubiera influido, la plegaria tiene la fuerza de cambiarlo, por lo que su argumento fue refutado.

 

Cuando vio que no tenía escapatoria, Elazar ben Durdayá comenzó a hurgar en su conciencia y encontró la verdad: ‘No hay ningún factor externo sobre el cual pueda trasladar la responsabilidad. ¡Cada quien es responsable por sus actos..!’. Este argumento si fue recibido en el Cielo, porque: Si no soy para mí mismo, si no eres capaz de asumir tu responsabilidad, independiente de los factores que te llevaron a cometer tus actos ¿quién será para mí…?

 

  Continúa la Mishná: Y cuando yo soy solamente para mí mismo: explica Rabbí Obadyá de Bartenura, que una persona que ya decidió tomar la responsabilidad de sus actos, ¿qué soy? Le preguntamos a esta persona, no te conformes con esto, pues ¿estás seguro que es todo lo que podías hacer? Además ¿crees tú que lo conseguiste por tus propios medios? Recuerda que es el Todopoderoso Quien te da todos los medios para que puedas conseguir tus metas.

 

El Jidushé Harim lo explica así: Cada persona en este mundo tiene un propósito por el cual se encuentra en este mundo: Si no soy para mí mismo, ¿quién será para mí? y si tú no cumples con la misión para la que fuiste encomendado, el plan Divino no es perfecto. En una orquesta sinfónica cada musico tiene su momento y las notas que debe interpretar para que la música sea armoniosa, cada uno de los músicos tiene que tocar su instrumento en el momento preciso, así es con cada persona, cada uno tiene su papel y tiene un momento exacto para desempeñar su rol, por este motivo es que nadie se puede exentar de lo que le toca hacer porque nadie lo va a hacer mejor que él… ©Musarito semanal

 

 

 

“Podrás eludir la responsabilidad, más no podrás escapar de las consecuencias”.

 

 

 

 

 

 

[1] Rabbí Obadyá de Bartenura.

 

[2] Mishlé 15:32

 

[3] Metzudat David.

 

[4] Malbim.

 

[5] Ver Yeshayahu 54:10.

 

[6] Ver 51:6

 

[7] Ver 24:23.

 

[8] Ver 34:4

 

[9] Abodá Zará 17a.

 

[10] Ver Bamidbar 23:9.

 

[11] Ver Rashí, Debarim 33:14.

 

[12] Shabat 156a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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