Perek 1, Mishná 16
Rabbán Gamliel solía decir: Procúrate un maestro y líbrate de la duda. Y que el dar diezmo por estimación no se convierta en hábito.
Rabbán Gamliel era hijo de Shimón Ben Hilel HaNasí, mejor conocido como Rabbán Shimón Hazakén, quien a pesar de no aparecer en las Mishnayot del tratado de Avot, fue tan grande que, aun el historiador Yosifun o Flavio Yosefo, con quien Rabbán Shimón iba distanciado, reconoció la rectitud e inteligencia del sabio de esa generación, y atestiguó que al igual que Hilel, fue compasivo e indulgente en cuestiones de ley.[1] Él hizo un somero análisis en la Torá para proteger y apoyar los derechos de la mujer, permitiendo casar en segundas nupcias, a una mujer cuyo estado de viudez fuera confirmado por un solo testigo. También permitió que las mujeres que debían varios sacrificios, trajeran un solo animal y por medio de este decreto, consiguió bajar a una cuarta parte del costo de los Korbanot que, en ese entonces llegaron a costar un dinar de oro.[2] Accedió Rabbán Shimón, al alto honor de ser el primero en ser reconocido con el título de Rabbán, y además le fue anexado el término de Hazakén (el anciano), para que a través de la historia pudiera diferenciarse de su nieto.
A diferencia de las Mishnayot anteriores, donde se mencionaba que, el Taná recibió las enseñanzas de su maestro, en esta Mishná no hace referencia. Rabán Gamliel, era descendiente de la dinastía de los Nesiim (jefes del Sanhedrín) de Hilel y del rey David, recibió instrucción de su abuelo Hilel, quien vivió 120 años.[3] Cabe mencionar que la Mishná no menciona que recibió las enseñanzas de su padre de quien seguramente la recibió, esto con la intención de que, el tratado de Avot no viene a darnos a conocer el linaje de cada uno de los personajes que lo conforman, sino que nos viene a enseñar quienes fueron y de quien recibieron enseñanza. Además, señalan los Jajamim que, cuando el hijo mantiene los saberes de sus ancestros, es considerado como que ellos siguen viviendo, todo tiempo que sus experiencias y sus enseñanzas se mantengan vigentes en sus sucesores.[4]
El segundo cambio que notamos en esta Mishná es que, en los capítulos anteriores los Jajamim se mencionaban en parejas (Zugot), pero a partir de Rabbán Gabliel nace un cambio en la estructura del liderazgo del Am Israel, a partir de haber presentado las enseñanzas de Hilel HaZaken, los párrafos siguientes tratan de las máximas de sus hijos y nietos que lo sucedieron.
Rabán Gambliel actuó como Nasí (presidente del gran Sanhedrín), fueron tiempos difíciles, era en las décadas anteriores a la destrucción de Yerushalayim. Dirigió junto a los Cohanim, Janán ben Janán y Yehoshúa ben Gambla. Después de la destrucción del Bet HaMikdash, el Sanhedrín, se estableció en Yavne, y luego debió trasladarse a Usha, luego a Tzipori y a varios lugares más, cada vez huyendo de los sanguinarios gobernadores romanos. Rabbán Gamliel y su hijo, Rabbí Shimón ben Gamliel, debieron vivir ocultos durante varios períodos para evitar ser asesinados por los romanos. Salvo en el breve gobierno del emperador Nerva, quien tuvo una actitud más justa con los judíos, la situación religiosa fue muy precaria.
Las diversas conclusiones Halájicas que decidió Rabbán Gamliel, eran siempre en la línea de su abuelo Hilel, buscaba alternativas desde la propia Torá, por ejemplo: autorizó a los testigos sobre el nacimiento lunar, que se trasladarán en Shabbat hasta el lugar donde tenían que rendir testimonio; también permitió a aquellos que salvaban una vida o ayudaran a una parturienta, a regresar al sitio de su partida, hasta dos mil codos. Estableció que ricos y pobres sean enterrados con iguales ropas, y otros decretos para no avergonzar a los necesitados;[5] al respecto dijeron los Jajamim del Talmud: Es más valiosa la fuerza del que permite.[6]
Sus objetivos en la toma de decisiones eran a menudo para mejorar el bienestar general y en favor de la paz, para promover la amistad y la armonía.[7] Se cuenta que a una viuda desdichada se le murieron dos hijos, por los cuales lloró durante siete años. Rabbán Gamliel, que era su vecino, también se sentaba sobre el lecho de los niños y lloraba con ella cada noche. Él derramó tantas lágrimas, que perdió las pestañas; al enterarse los alumnos, mudaron de domicilio a la mujer. Al ver el gran maestro que la mujer lloraba por la muerte física de sus hijos, él se conmovía y lloraba por la muerte espiritual de tantos hijos de Israel.
Con respecto al estudio de la Torá, mostraba tanto respeto por ella, que lo hacía parado, los Sabios del Talmud dijeron: “Desde los días de Moshé hasta la época de Rabbán Gamliel, la Torá se estudiaba de pie, al hacerlo de esta forma, se considera una expresión de honor por ella, ya que de esa misma forma fue como se recibió en Sinaí. Cuando Rabbán Gamliel murió, la generación se debilitó y desde entonces, se permitió estudiar sentado.[8] Con la desaparición física de Rabán Gambliel, dice el Talmud, cesó el verdadero honor por la Torá y desapareció la verdadera pureza ritual. [9]
Él solía decir: Procúrate un maestro. Dijo Shelomó Hamélej: Todo camino del hombre es recto ante sus ojos.[10] Ningún ser humano en su sano juicio toma senderos tortuosos, a menos de que esté convencido que no está equivocado y que se dirige en la dirección correcta. Sin embargo, olvida que lo que es debido o lo contrario, no lo decide la persona sino el Creador del Universo, pero el hombre se deja llevar por los deseos de su corazón o por cuidar su honor y entonces busca lo que el Instinto Maligno le pinta como conveniente y entonces su forma de actuar se convierte en justas ante sus ojos, y desde este punto le será muy difícil reconocer que sus actos se pervirtieron, y es por este motivo que Rabbán Gamliel aconseja al hombre que se interesa en buscar siempre la rectitud y seguir los caminos del Eterno, que se haga de un Rab, quiere decir, alguien quien sea imparcial, alguien a quien pueda preguntar y pedir consejo, y de esa forma podrá librarse de la duda, quiere decir, no deliberará sólo todos sus asuntos dictaminando solamente con su razonamiento y esto aplica en todos los niveles, incluso hasta los más grandes sabios requieren de alguien quien les haga ver las cosas objetivamente.
El Gaón de Vilna, “contrató” al Maguid Midubna para que se ocupe de decirle sus errores. También se sabe sobre el Hamarshal, que le encargó a un simple conductor de carretas que busque defectos en su interior. Ellos, los “grandes” del pueblo de Israel, no confiaron en sí mismos, no se apoyaron en su gran sabiduría, y buscaron alguien “de afuera” para que los reproche. Ellos, los más fuertes, las columnas de nuestro pueblo, no confiaron en toda la Tora que estudiaron, buscaron “comprar” la gran cualidad: el oído que escucha el reproche en la vida... ©Musarito semanal
“Hace falta más sabiduría para sacar provecho de un consejo que para darlo”
[1] Yayé Yosef 38.
[2] Keritot 1:2.
[3] Abarbanel.
[4] Tiferet Israel.
[5] Moed Katán 27a.
[6] Erubín 72b.
[7] Mishná Guitín 4,6.
[8] Meguilá 21a.
[9] Sota 49a.
[10] Mishlé 16:2.
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