Perek 1, Mishná 17, continuación…
Shimón su hijo [de Rabbán Gamliel] solía decir: Todos los días de mi vida crecí entre los sabios, y no encontré nada mejor para el bienestar del cuerpo que el silencio. Y lo principal no es el estudio, sino la práctica. Y todo el que se compromete en conversación excesiva, genera pecado.
Rabbán Shimón ben Gamliel hace tres declaraciones, y todas tienen un elemento en común: “Decir poco y hacer mucho”. Hubo mucha controversia entre los Sabios sobre qué era más importante, el estudio o la acción. Rabbán Shimón muestra su postura y se inclina hacia los que dictaminan que la práctica es lo principal, porque una persona que estudia y entiende, pero no lleva a la práctica lo aprendido, ¿de qué le sirve? [Nótese que no pretendemos descartar el valor del estudio, que por sí mismo es inmensurable, lo que se trata aquí es valuar el sentido de estudiar sin llegar a la acción]. Rabbán Shimón comienza citando al silencio, continúa con la acción y termina amonestando a quien habla excesivamente; Rabbí Ovadyá de Bartenura lo dilucida así: no encontré nada mejor que el silencio, quiere decir, el estudio y el discurso sobre la Torá, no se comparan con nada en el mundo. Y lo principal no es el estudio, sino la práctica, quien interpreta sabiamente las escrituras, pero no las cumple, mejor sería para él que se hubiese callado y no hubiese interpretado lo estudiado. Y todo aquel que aumenta en palabras, genera pecado, pues así hallamos respecto a Javá, quien aumentó en palabras diciendo a la serpiente: “El Creador ordenó que no comiéramos ni tocáramos el árbol”.[1] Ella añadió palabras y la serpiente aprovechó y la empujó hasta que lo tocó y entonces le dijo: “Así como no hay muerte por tocarlo, no hay muerte por comerlo”. Y a raíz de ello llegó al pecado pues comió del fruto. Por esto, es muy importante conocer a detalle todos los conceptos de lo que estás profesando, debes saber exactamente cuáles son las “reglas del juego”, qué cosas puedes hacer y cuales no, pues si actúas arbitrariamente, te puede resultar contraproducente, a esto se refirió Shelomó Hamélej: “No añadas a tus palabras para que no te evidencien y te resulte que engañaste,”[2] a otros o inclusive a ti mismo. Vigila tus pensamientos pues se convierten en palabras. Cuida tus palabras pues se convierten en acciones. Vigila tus acciones pues se convierten en hábitos. Mira tus hábitos pues se convierten en tu carácter. Mira a tu persona pues se convertirá en tu destino…
Y lo principal no es el estudio, sino la práctica. Analicemos, ¿qué es más importante, la teoría o la práctica? En el Talmud se relata una discusión que se suscitó entre los Tanaim acerca de qué es superior, el estudio o la práctica. Fueron expresadas diferentes opiniones y, finalmente, todos coincidieron en que el conocimiento es superior, ya que éste conduce a la acción, sin un adecuado conocimiento, actuar como el Todopoderoso espera de nosotros es imposible, pero dado que el conocimiento es considerado sólo un medio, parecería ser que la esencia, lo realmente importante es: la acción, el cumplimiento de los preceptos.[3]
Al respecto podemos acotar lo que señala el Midrash: Todo el que estudia Torá y no cumple con lo escrito en ella, mejor hubiese sido que nunca viese la luz del mundo.[4] El Talmud afirma: Cuando el bebé está en el seno materno un ángel le inculca y enseña toda la Torá,[5] Según lo mencionado, ¿qué razón tiene el ángel para enseñarle Torá al bebé, si igual en el vientre materno, no podrá practicar nada de lo que aprendió? El Gaón de Vilna explica: Antes de que el bebé nazca, el mismo ángel golpea los labios del pequeño y provoca que olvide todo lo estudiado. Todo ser viene al mundo a estudiar y cumplir la Torá del Eterno, ésta es tan profunda que, si la estudia por si mismo, no podría comprenderla, por lo que es necesario que la estudie de antemano para que alcance a comprender lo que estudiará en el futuro, y mientras crece física y espiritualmente, el bebé sufre una especie de amnesia temporal.[6]
Reza el versículo: Salvaguárdenlos y realícenlos, porque esa es su sabiduría.[7] Explica Rashí: Salvaguardar se refiere al estudio de la Torá, y realícenlos, significa, como la frase lo indica, practicar lo que la Torá ordena; no alcanza solamente con escuchar, sino que es preciso hacer, poner en práctica lo aprendido. Hay gente a quienes les encanta escuchar una buena e interesante disertación. Prestan oídos atentos al conferencista e inclusive comentan al final lo buena que estuvo la clase, pero, todo se queda allí, en el recinto de la plática, no ejercen todo lo que escucharon y estudiaron.
Un hombre que vivía solo, sin una familia con quien reunirse, se preparaba todos los días su comida. Un día, se le despertó un fuerte deseo de comer pescado. Fue al mercado, eligió un ejemplar acorde al tamaño de su antojo y pagó su precio. Le preguntó al vendedor: "¿Me podrías dar una buena receta para preparar este pescado?". El vendedor se encogió de hombros y llamó a su esposa, quien solícitamente le escribió la receta sobre una hoja - como se limpia, como se condimenta, como se cocina, con qué se acompaña. Feliz, dobló la hoja y la guardó en su bolsillo. Tomó la bolsa con el pescado y se fue a su casa, saboreando de antemano el exquisito platillo que estaba por degustar.
Entro a la casa, dejó la bolsa sobre la mesa de la cocina, y se dispuso a buscar los ingredientes y los utensilios que necesitaría para preparar el sabroso plato. Mientras se encontraba en la despensa buscando los condimentos, sin que se percatara, entró sigiloso por la ventana un gato, avanzó sigilosamente a hurtadillas, volteó a un lado y luego al otro y cuando se aseguró que nadie lo observaba, mordió el pescado y huyó velozmente por el mismo lugar por donde había entrado. El hombre, al escuchar los ruidos, se dio vuelta y alcanzó a ver al gato que se escapaba con su pescado. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, meneó su cabeza dirigiéndose hacia la ventana y le gritó al gato: "¡¿Para qué te servirá el pescado, querido, si la receta se encuentra aún en mi bolsillo?!...".
Si una persona estudia acerca de un tema en particular, profundiza en los conceptos y va de un lado a otro pregonando que su teoría es muy importante, que la validez del concepto es indiscutible, pero no lo lleva a la práctica, ¿de qué le sirve? ¿para que quiere tener “la receta” un montón de conocimiento, si el propósito principal es llevarlo a la práctica… Si uno no lleva a la acción lo que aprendió, ello es una señal de que no valora debidamente lo que estudió.[8]
Esto se puede comparar con una persona de escasos recursos que trabaja. Y cuando le entregan su salario, lo deja sobre el mostrador, ¿qué beneficio obtuvo de su esfuerzo? Trabajar por necesidad y no recibir nada a cambio, no tiene sentido, esta persona no tendrá la motivación de trabajar más, pues su trabajo no tiene ningún propósito. Lo mismo sucede con el estudio de Torá: cuando no estudia con el fin de poner en práctica lo estudiado, no tiene sentido, pero si uno estudia, por ejemplo las leyes de la observación de Shabbat con el fin de abstenerse de transgredir sus prohibiciones, ello le provee a la persona la motivación para seguir estudiando más y mejor. Qué tengamos todos el mérito de estudiar y aplicar lo estudiado siempre. ©Musarito semanal
“En la erudición de la Torá, hay Sabios. Pero no hay sabios en el cumplimiento de las Mitzvot. Para convertirse en Tzadik, uno debe esforzarse”.[9]
[1] Bereshit 3:3.
[2] Mishlé 30:6.
[3] Kidushín 40b.
[4] Midrash Tanjumá Ekev 6.
[5] Nidá 30b.
[6] Rab Yehudá Leib Jasman.
[7] Debarim 4:6.
[8] Yaabetz.
[9] Rabí Menajem Méndel de Kotzk.
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