Perek 1, Mishná 3, continuación…
Antígonos de Sojó recibió de Shim'ón, el Justo. El solía decir: No sean como siervos que sirven al Amo con la condición de recibir recompensa, sino sean como siervos que sirven al Amo sin la condición de recibir recompensa; y que el temor del Cielo sea sobre ustedes.
Antígonos nos enseña que debemos servir al Creador sin tener la intención de recibir retribución alguna por nuestras buenas acciones (aunque realmente la recibiremos). Él dice que nuestra única intención debe ser cumplir Su voluntad por el solo hecho de que Él es nuestro Creador, a Él todo le debemos, porque todo le pertenece.
El hombre debe reverenciar y servir con entusiasmo a Su Creador, por el simple hecho de recibir de Él la vida. Todo lo que la persona recibe en este mundo es un regalo, ¿acaso por el simple hecho de estar vivos, no es lo suficiente valioso para agradecer sin parar durante toda nuestra existencia? Pero no sólo nos provee de vida, también nos da salud, hijos, alimento, hogar, sabiduría, amistades y un sinfín de cosas maravillosas, y todo con abundancia… y si todo esto no fuera suficiente, hay algo más, por cada buena acción que realizas, recibes además una recompensa adicional… ¿no es esto grandioso? ¿Podría alguien consciente de todo lo que recibe, pensar en pedir recompensa por sus actos?
Dijo Rabbí Yirmiyá ben El'azar: Llegará un día que saldrá una Voz de los Cielos retumbando sobre las cimas de las montañas y dirá: “Todo aquel que sienta que realizó una labor loable en nombre del Creador y considera que merece alguna recompensa, que venga y la tome…”. ¿Quién me ha precedido para que Yo lo pueda recompensar? ¿Acaso existe alguien qué me haya elogiado antes de que Yo le otorgue la vida y la boca para hacerlo? ¿Quién circuncidó a su hijo antes de que Yo le haya dado la oportunidad de engendrarlo? ¿Quién ató Tzitzit a su vestimenta antes de que Yo le diera esa ropa? ¿Quién colocó una protección en el perímetro de su azotea antes que Yo le otorgara ese techo? ¿Quién erigió una Sucá antes de que Yo le diera un lugar para construirla? ¿Quién dejó la esquina de su huerto para los pobres antes que Yo le otorgara un campo? ¿Quién apartó el diezmo antes de que Yo le diera un granero? ¿Quién ofreció delante de mí un animal puro antes de que Yo le otorgara ese presente para ofrecer en el altar? ”.[1]
Uno de los más ricos comerciantes contrató a un joven para trabajar como aprendiz. El acuerdo consistía en que el joven trabajaría bajo la guía del patrón y recibiría a cambio, alojamiento y comida.
Cierto día, el comerciante y su familia, acompañados por el aprendiz, estaban en medio de una celebración. De pronto entró un extraño y pidió hablar con el comerciante para proponerle un lucrativo negocio. “Estoy en medio de una fiesta y no deseo ser molestado en este momento”, dijo el comerciante. El visitante estaba a punto de irse cuando el aprendiz se puso de pie y lo detuvo. “Yo podré ocuparme del asunto, si usted lo desea.” El patrón asintió y el aprendiz pasó varias horas trabajando en un acuerdo que trajo muy buenos dividendos a la empresa.
Al día siguiente, el comerciante se dirigió al aprendiz: “Estoy muy complacido de que te hayas tomado tanto tiempo para cerrar esta exitosa operación”, dijo. “¿Cómo puedo recompensar tu dedicación?”. El aprendiz respondió: “Nuestro acuerdo fue que yo recibiría casa y comida, y lo estoy recibiendo”. “Lo sé”, dijo el comerciante; “hasta ahora yo había sentido que el buen trabajo que estabas logrando se debía a que sólo querías ganarte el sustento. Ayer, sin embargo, vi que estabas dispuesto a renunciar a tu cena y a tu sueño por ayudarme. Tan generosa devoción merece una recompensa que esté más allá de los términos de nuestro acuerdo original. En consecuencia, estoy dispuesto a agregar algo más que alojamiento y comida.”
El servicio se define como el sometimiento del beneficiado ante su benefactor, a través del cual le retribuye de la mejor manera posible por el bien que éste le proveyó, quiere decir: reconocer todo el bienestar que el Todopoderoso nos prodiga, nos obliga a servirle con amor sin esperar recibir nada a cambio (esto no significa que está prohibido esperanzar retribución por las buenas acciones que realizamos). Nuestro deber de servirlo en virtud de Sus constantes bondades es ilimitado, pues Sus obras y bondades no tienen fin.
Según Antígonos, la recompensa no debe ser el motor que motive al hombre para cumplir los Preceptos. Debemos comprender cabalmente la grandiosidad, omnipotencia, sabiduría y abundancia del Creador, su piedad por el hombre, esto será suficiente para que se dedique a servirlo, y para lograr este cometido, se debe estudiar y practicar la Tradición Oral, que el Todopoderoso entregó por medio de Moshé, con el fin de indicarle al hombre la senda en el servicio que se le debe al Creador. Ésta es la forma ideal de servicio, pues no se basa en la expectativa de la recompensa ni en el temor al sufrimiento, sino en el puro deseo del alma por brindarse incondicionalmente y por propia voluntad a contribuir con todo su potencial para servir al Creador en aras de Su Nombre.[2] …y que el temor del Cielo sea sobre ustedes, los sabios estipularon: sirve por amor y por temor,[3] a pesar de que lo sirves por amor, sírvelo también por temor. Pues quien lo sirve por amor es diligente con los mandamientos positivos, y quien lo sirve por temor se cuida de los mandamientos prohibitivos: y de este modo su servicio es completo.[4] El rey David proclama: Feliz es el hombre temeroso del Eterno, que se complace mucho en sus mandamientos;[5] y agrega el Talmud: en Sus mandamientos y no en la recompensa a recibir por su observancia.[6]
Es comparable a un grano sembrado en la tierra, la contribución de la Torá vendría a ser el trabajo de la tierra: el arado y la limpieza del terreno; la asistencia Divina sería la lluvia que riega la tierra; y lo que ésta produce y hace brotar es lo que queda en los corazones como resultado de un servicio Divino realizado en aras de Su Nombre y no en base a la expectativa de recompensa ni el temor al sufrimiento.[7] ©Musarito semanal
“La mayor recompensa de nuestro trabajo no es lo que nos pagan por él,
sino aquello en lo que nos convierte”.
[1] Midrash Tanjumá, Emor, 7
[2] Jobot HaLebabot, 3,1.
[3] T. Yerushalmí, Berajot 9:9.
[4] Rabbí Obadiá de Bartenura.
[5] Tehilim 112:1.
[6] Avoda Zará, 19a.
[7] Jobot HaLebabot, 3,4.
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