Perek 2, Mishná 10,   continuación…

 

 

Rabbán Yojanán ben Zakay les dijo: “Salgan y vean cuál es el mal sendero del que el hombre debe alejarse”. Rabbí Eliézer dijo: “El del ojo maligno”. Rabbí Yehoshúa dijo: “El que se hace de un mal amigo”. Rabbí Yosé dijo: “El del mal vecino”. Rabbí Shimón dijo: “Quien pide prestado y no paga. Quien toma prestado del hombre es como si tomara prestado del Eterno, Bendito es, pues fue dicho: El malvado toma prestado y no paga, pero el justo es pródigo y da”. Rabbí Elázar dijo: “Tener un mal corazón”. Les dijo entonces Rabbán Yojanán: “Veo mejor las palabras de Rabbí Elázar ben Araj a las de ustedes, pues ellas compendian todas las suyas”.

 

En el comentario anterior, se mencionó que Rabbán Yojanán ben Zakay envió a sus alumnos a descubrir cuál es el sendero recto al que debe apegarse el hombre. Analizaron las respuestas y volvió a pedirles que salieran de nuevo, y en esta ocasión observen ¿cuál sería el mal sendero del que debía alejarse el hombre?”. Cada uno de ellos volvió y sugirió su versión. ¿Era necesario preguntarles esto? ¿Acaso no se podía deducir de sus primeras palabras, que el mal camino es lo opuesto del buen camino? Responde Rabí Obadiyá de Bartenura que la Mishná mencionó la parte negativa, porque no todo lo que es bueno, lo contrario tiene que ser malo; por ejemplo: la cualidad de ser Jasid (piadoso), o sea, quien hace más de lo que requiere la Torá, obviamente se considera alguien bueno, pero, otro que no se comporta de esta forma, ¿se consideraría un hombre malo? Y de igual manera, podríamos preguntar respecto a las demás cualidades. En consecuencia, era necesario enlistar también las cosas que llevan al hombre al mal sendero y de las cuales deberá alejarse.

 

En el comentario anterior, vimos el método de enseñanza que practicaba Rabbán Yojanán. Él era sumamente consciente de la capacidad de cada uno de sus alumnos, en la Mishná anterior alabó a cada uno por sus características particulares. En esta Mishná afirma que el comentario de Rabbí Elázar es mejor que el de los demás alumnos, ¿cómo? ¿acaso no era él tan meticuloso en ponderar la singularidad de cada discípulo? Esta declaración, podría desalentar a los demás alumnos o podría tal vez despertar una insana competencia entre ellos.

 

Analicemos: el hombre por naturaleza busca superarse en lo que hace. Esta virtud viene arraigada en su ser desde su nacimiento. Desde que el ser humano tiene uso de razón, compite con sus hermanos en sus juegos, desea todos los juguetes e incluso lucha por obtener “el cariño” de sus padres. De niño compite con los amigos y con los compañeros de clase. De joven contiende en los deportes y juegos de destreza; lucha incluso contra sí mismo e intenta romper sus propias marcas. De adulto, se afana en aventajar a sus competidores. De anciano, por ufanarse entre sus colegas; en fin, la vida del hombre es un desafío permanente…

 

La superación personal contempla dos fases, tiene su lado positivo y también tiene el lado negativo. La parte positiva es el factor que le ha permitido al hombre, vencer enfermedades, transportarse, comunicarse y generar progreso. Esta virtud es la responsable de superar y conseguir el desarrollo y la transformación de la humanidad. Gracias a ella se ha conseguido alcanzar los avances tecnológicos, en la medicina, la ciencia, la informática, etc.

 

La parte negativa, corresponde al sentimiento de frustración. El hombre que intenta superarse para alcanzar un objetivo, debido a la necesidad psicológica de demostrar que vale. Hace cosas para comprobar que es más poderoso, más rico o exitoso que los demás; si no lo consigue, la decepción y los celos lo llevan a la amargura, y ésta a la frustración. Esto arrastra al hombre hacia el sentimiento de fracaso, y se siente desafortunado y hasta inútil.

 

Dicen los Sabios que la discusión entre Bet Hilel y Bet Shamai fue una controversia en nombre del Cielo, y por ende perdurará para siempre.[1] Esta disputa surgió de raíces puras, y el deseo de ambos era el de llegar a encontrar la verdad, pues ésta, es la base de la Torá. Cuando Bet Shamai daba su interpretación, de inmediato los alumnos de Bet Hilel se sentaban a analizar sus palabras con la intención de investigar si realmente tenían razón.[2] Y esta es la manera de comportarse en lo que respecta a la Halajá. Lo que los llevaba a discutir era el deseo de entender mejor la Torá para poder cumplirla de la manera más perfecta y no la discusión por sí misma. Es sabido que Bet Hilel y Bet Shamai casaban a sus hijos entre ellos, para demostrarle a todo el mundo que la disputa, era sólo por amor al Todopoderoso y no para competir y demostrar quién tenía la razón.[3]

 

Otro ejemplo aleccionador: Rabbí Yosef Caro (Marán) escribió el Shulján Aruj, que es el libro básico para las Halajot y de ahí salen las leyes para todo el pueblo de Israel. Simultáneamente, Rabbí Moshé Iserles (Ramá) estaba pensando escribir un libro similar; de hecho, él ya había escrito una parte importante de su libro, pero al ver la obra de Rabbí Yosef Caro decidió no editar su libro por separado, sino que agregó acotaciones en base a las cuales, en caso de discrepancia con el Marán, se conduce el judaísmo de procedencia europea (Ashkenazi). Y así tenemos un compendio llamado Shulján Aruj, donde los ashkenazim estudian la opinión del Rabbí Yosef Caro y los sefaradim la opinión de Rabí Moshé Iserles. ¿Qué hubiese sucedido si él hubiese editado su libro por separado? Hoy tendríamos un Shulján Aruj para los sefaradim y otro para los ashkenazim y muy probablemente esto hubiese provocado ruptura en la cadena de transmisión de las Leyes de generación en generación.

 

Rabbán Yojanán conocía a cada uno de sus alumnos, y sabía que ellos estaban en busca de la verdad, y no porque su mentor les decía que la interpretación de uno de ellos era el mejor, esto no causaba sentimientos de celos ni de competencia: “no porque digo que algo es bueno, el otro tiene que ser malo…”, a pesar de que cada uno poseía su versión, sacaban conclusiones y se escuchaban unos a otros para encontrar la verdad; cuando todos los miembros de un equipo persiguen y compiten para alcanzar un objetivo común, esta unión es la base del éxito, porque esto causa gran regocijo al Creador, y cuando Él ve que todos se unen para hacer Su voluntad, provisiona Su bendición y la misión siempre será exitosa .©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

 

 

 

“Sólo el intercambio y la búsqueda colectiva nos permiten apropiarnos de la sabiduría contenida en la Torá”.[4]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Pirké Avot 5:17.

 

[2] Eruvín 13b.

 

[3] Yevamot 14a.

 

[4] Berajót 63b.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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