Perek 2, Mishná 10
Rabbán Yojanán ben Zakay les dijo: “Salgan a ver cuál es el buen sendero que el hombre debe apegarse”. Rabbí Eliézer dijo: “El del ojo benigno y favorable”. Rabbí Yehoshúa dijo: “El que se hace de un buen amigo”. Rabbí Yosé dijo: “El del buen vecino”. Rabbí Shimón dijo: “El que prevé las consecuencias”. Rabbí Elázar dijo: “El del buen corazón”. Les dijo entonces: “Prefiero las palabras de Elázar ben Araj a las de ustedes, pues ellas compendian todas las suyas”.
Esta Mishná es continuación de la anterior. En ella se menciona que Rabbán Yojanán ben Zakay dedicó los primeros 40 años de su vida al comercio, 40 estudió Torá y los últimos 40 los invirtió en enseñar lo aprendido.[1] Vivió tiempos muy difíciles, vio la invasión y conquista de Yerushalayim, él fue el responsable de salvar la dinastía Davídica. ¿No te parece querido lector, que un hombre con semejante peso sobre sus hombros, ¡debería provenir de una cuna donde los valores Toráicos fueran impartidos desde su alumbramiento!? La historia nos muestra que la vida del sabio fue distinta a lo que tú o yo podríamos pensar. ¿Sabes cuál es el motivo? Los exégetas nos explican que, Rabbán Yojanán debía lidiar con una serie de vicisitudes que le deparaba el destino. Requería del carácter para entenderse con los Birionim, (los nacionalistas hebreos que resistieron la rendición y debido a su necedad, la terrible masacre fue inmisericorde). Tuvo que aplicar la diplomacia para salvar a la ciudad de Yavne y a sus eruditos. Utilizó el tacto para reanimar la quebrantada fe de los sobrevivientes de la tragedia. Aplicó sus conocimientos para encaminar a los alumnos que quedaron vivos. En suma, aún una sólida base de Torá y Mitzvot no hubiese sido suficiente para lidiar con toda la clase de individuos con los que tuvo que relacionarse. Logró conquistar y convencer el corazón de sus alumnos, e incluso llegó hasta el corazón de sus opositores, tanto judíos como romanos.
Otro ejemplo similar fue Rabbí Akivá, primero fue pastor y a partir de los cuarenta años comenzó a estudiar.[2] También tuvo que pasar por una etapa donde se vio en la necesidad de liderar al pueblo en una época turbulenta. Estos dos ejemplos nos vienen a enseñar que los grandes eruditos que nos precedieron, no solamente eran grandiosos en Torá, también lo fueron en asuntos mundanos.[3] Tuvieron que relacionarse con todo tipo de gente. El conocimiento sobre cómo utilizar todos los medios terrenales, les proporcionó una ventaja adicional. Es posible que algunos piensan que el Jajam es alguien que no sabe hacer otra cosa más que estudiar Torá, que no sabe hacer nada fuera del Bet Hamidrash, o sea en otras áreas de la vida, esto nos desmiente tal noción.[4]
La Mishná menciona a los cinco alumnos más selectos de Rabbán Yojanán ben Zakay, y elogió las cualidades en las que se destacaba cada uno de ellos. El autor de la Mishná nos enseña que, la excelencia de un maestro es tomar la materia prima que posee cada discípulo, y los exhorta a desarrollarla según el carácter, personalidad y aptitud de cada uno. La misión del educador no es formar modelos idénticos a él mismo, esto no es posible, pues todos somos diferentes y cada uno tiene una misión propia. La destreza de un buen mentor, es dejar brotar la singularidad de cada uno y dirigirlo hacia el objetivo, que, en nuestro caso, es la de alcanzar la erudición en el estudio y el cumplimiento de la Torá.
Rabbán Yojanán les dijo a sus alumnos: “Ustedes han acumulado sabiduría de sus padres, de los libros y de los Rabinos que los han acompañado en su desarrollo personal. Sin embargo, todo esto lo han logrado dentro del Bet Hamidrash; quisiera estar seguro de que las bases teóricas que he cimentado en ustedes, son lo suficientemente sólidas como para mantenerlas en el mundo práctico. Por lo que les pido que salgan y descubran que allá afuera existen personas y doctrinas distintas, situaciones disfrazadas de placeres engañosos, e incluso van a encontrarse con escenarios que parecen Mitzvot, les advierto, ¡deben tener mucho cuidado! pues aunque van a parecer tentadoras y atractivas, son todo lo contrario. Salgan y analicen con cautela y determinen con base a su experiencia, ¿cuál es el buen sendero, la mejor cualidad o virtud a la que debería adherirse un hombre?
Cuando regresaron los discípulos, cada uno reflejó en su respuesta, rasgos de su propia personalidad y carácter. Rabbí Eliezer dijo: “Aquel que muestra una actitud empática, generosa e indulgente con los demás”. Una persona que está satisfecho con lo que tiene y no está constantemente “mirando” lo que tienen los demás, se dice que posee un “buen ojo”. Él utilizó generosamente su erudición para legar una correcta transmisión de la herencia judía a las generaciones por venir.
Rabbí Yehoshúa dijo: “El del buen amigo”. Las amistades con las que uno convive son una fuerza muy poderosa, el hombre no se percata de la fuerte influencia que ejercen los amigos sobre él. Un amigo bueno es quien te corrige de tus errores. Busca y sé un buen amigo. Rabbí Yehoshúa era una persona jovial y amistosa, amaba y ayudaba a todos los hombres.
Rabbí Yosé dijo: “El del buen vecino”. Él era un hombre sumamente devoto y piadoso, se alejaba de los problemas y cuando los había, era tolerante y cedía siempre sus derechos en favor de los demás; sobra decir que son los ingredientes requeridos para llegar a ser un buen vecino. Y no solamente hay que procurar ser un buen vecino, sino elegir buenos vecinos, para poder conservar los valores y tener siempre un buen entorno de paz.
Rabbí Shimón dijo: “Aquel que prevé los resultados”. Según la descripción de su maestro, él era un hombre temeroso del pecado, pensaba en el futuro y contemplaba cuáles serán los resultados de sus acciones. Y es por este motivo que pregonaba el prever los errores y los accidentes antes de actuar, pues estos pueden tener repercusiones sociales, espirituales, materiales e incluso algunos que pueden exponer la vida y la integridad física.
Rabbí Elázar dijo: “El del buen corazón”. Dice el adagio: “el corazón tiene sus razones que la razón no entiende”. El corazón es el órgano que mantiene con vida a todo el cuerpo. Es el gobernante que envía las órdenes al cuerpo para que funcione. Es el generador del deseo, del empuje y del coraje, anima al portador a lograr cosas increíbles. Rabbán Yojanán ben Zakay dedujo que el "un buen corazón" es el mejor sendero, porque aquel que lo posee, tendrá todas las demás cosas mencionadas por los otros estudiantes: Será un buen amigo, un buen vecino, generoso con sus semejantes y pensará hasta el final en sus acciones. ©Musarito semanal
“El corazón del hombre es el santuario de la Presencia Divina”.[5]
[1] Rosh Hashaná 31b.
[2] Ketubot 62b.
[3] Ver Sucá 53a.
[4] Rab Mijael Perets.
[5] Péle Yoetz, enojo.
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