Perek 2, Mishná 11, continuación…
Ellos solían difundir estos tres principios: Rabbí Eliezer dice: “Que el honor de tu prójimo te sea tan preciado como el tuyo propio, no te enojes fácilmente, y arrepiéntete, aunque sea un día antes de tu muerte. Benefíciate del calor que emite el fuego de los sabios, pero cuídate de no quemarte con sus brasas. Pues sus mordeduras son como la de los zorros, sus picaduras son como la del escorpión, sus susurros son como la de las serpientes venenosas y sus palabras son como brazas ardientes”.
Rabbí Eliezer, quien era uno de los cinco alumnos de Rabbán Yojanán ben Zakai, hizo mención a tres principios, si nos fijamos en la Mishná encontramos que hay más de tres conceptos. ¿por qué dijo que difundía tres principios? El Rambam ofreció la siguiente respuesta: los primeros tres principios son los que Rabbí Eliezer profesaba y enfatizaba para su cumplimiento, las demás se añadieron porque también eran parte de su instrucción. Rabbí Obadiá de Bartenura explica que el honor al prójimo y el enojo, son uno solo, pues todo el que se esmera en cuidar el honor de su semejante, no se va a enojar tan fácil con él. El arrepentimiento es el segundo. Y el respeto por los Jajamim, con todos sus detalles es el tercer principio.
En el comentario anterior analizamos los dos primeros, ahora nos enfocaremos en el tercero: Rabbí Eliezer advierte: Benefíciate del calor que emite el fuego de los sabios, pero cuídate de no quemarte con sus brasas. El fuego es muy benéfico para el hombre, le proporciona luz y calor, y su naturaleza es tal, que si alguien se acerca demasiado se quema, y si se aleja mucho, podrá seguir obteniendo luz, pero del calor ya no tendrá más provecho. Tenemos la obligación de acercarnos a los Jajamim para obtener de ellos la sabiduría y la forma correcta de conducirnos según los estatutos de la Torá, y vivir conforme a sus principios. Pero tenemos que saber guardar la prudente distancia, y dejar que su irradiante calor y luz nos influyan y nos llenen de saludable luz y energía espirituales, sin embargo, si nos comportamos con ligereza ante ellos o ante lo que profesan, correremos el riesgo de tropezar como ha sucedido a través de la historia, y quien no lo crea, que mire la semblanza amarga que nos ha mostrado la historia; todos aquellos que pensaron “iluminar” al mundo judío con sus falsas doctrinas, esos que han pretendido interpretar arbitrariamente los textos sagrados, solo consiguieron “oscurecer” y “congelar” a los corazones que los siguieron, y ellos no se dieron cuenta que lo hacían en pro de conseguir sus propósitos, los resultados han sido nefastos, todos ellos y los que se apegaron a sus falsedades terminaron asimilados entre las demás naciones. Es por esto que la Mishná advierte el asombroso poder de la Torá, la cual tiene la propiedad de alumbrar y calentar y también puede quemar y destruir al hombre, todo depende del uso correcto y el acercamiento en la forma adecuada.
Reza el versículo: Todo el que toque el monte, ciertamente morirá.[1] El monte de Sinaí (donde se recibió la Torá), tenía un cerco alrededor por el cual la gente no podía pasar, todo aquel que se acercaba y lo tocaba, moría. Si esto está dicho sobre una inerte montaña, que solamente por que tenía a la Torá encima, había que mantener una prudente distancia, ¡cuánto más y más hay que hacerlo sobre un estudiante de la Torá, quien posee la Torá dentro de sí…!
La Torá le ordena al pueblo a andar en todos los caminos del Eterno y apegarse a Él.[2] pregunta Rashí en este versículo:[3] ¿Acaso es posible acercarse al Todopoderoso? En otro lugar de la Torá Él es descrito como un fuego devorador,[4] entonces, ¿a qué se refiere el versículo? El Sifrí responde que se refiere a los Talmidé Jajamim,[5] quien se apega a ellos, es considerado como si se apegara al mismo Creador. La causa principal por la que la persona fue creada en este mundo, es para adquirir la sabiduría de la Torá, ya que, por medio de ella, el hombre llega a conocer a su Hacedor. Además, la Torá es comparada con el fuego,[6] y todo aquel que posea la enseñanza y el cumplimiento impregnado en su corazón es una intensa fuente de luz y de calor, todos los que se apeguen a ellos. Esta Mitzvá también incumbe a las mujeres, aunque ellas no están obligadas en la Mitzvá de estudiar Torá, están obligadas a escuchar a los Jajamim para que las guíen en el servicio Divino y en sus tareas diarias.[7]
En conclusión, Rabbí Akivá explicó que el versículo que dicta al Eterno has de temer, se refiere a los Talmidé Jajamim,[8] como si fuera que el honor del Todopoderoso se igualara al de ellos, y todo el que escuche y se guíe por sus palabras, es como si escuchara el mandato del Creador. Sobre esto solía clamar Rabbá: Qué necios son aquellos que se paran en honor al Séfer Torá y no se ponen de pie por los Talmidé Jajamim, porque cada Talmid Jajam es considerado como un Séfer Torá vivo.[9]
Sucedió con un alumno del Rab Yehonatán Aibshiz. Era un joven que no midió sus palabras y le había faltado el respeto al erudito, él decidió por cuenta propia salir al destierro para que ese sufrimiento le sirva como Kapará (expiación) por lo que había hecho. Llegó así a Turquía y escuchó que en una Yeshibá habría una disertación de Rabbí David Bacar, uno de los grandes Jajamim de ese lugar. Fue a escuchar el discurso y a la mitad, no entendió algo, le preguntó al Rab, pero éste no le contestó. Intentó volver a preguntar, pero de nueva cuenta el Rab no le respondió. Al final de la disertación el Rab le dijo: “No te respondí porque en tu frente veo que hay un Rab importante que está enojado contigo. También veo que recibiste sobre ti el destierro para expiar por tu falta. Pero ¿de qué sirve este sufrimiento si antes no le pides perdón? ¡Corre! ¡Apresúrate y quizás llegues a tiempo...!” El alumno escuchó y partió hacia la ciudad de Rabbí Yehonatán. Al arribar al lugar encontró a miles de Yehudim que acompañaban un fallecimiento. Era la gente que acompañaba al Rab Yehonatán Aibshiz. El alumno no alcanzó a pedirle perdón… y cuando el Gaón de Brisk escuchó lo sucedido, lloró sin consuelo por la suerte de aquél jovén. ©Musarito semanal. Elias E. Askenazi
“Delante de los justos y sabios posa el honor”.[10]
[1] Shemot 19:12.
[2] Debarim 11:22.
[3] Ver también Ketubot 111b.
[4] Debarim 4:24. El versículo habla en sentido figurado.
[5] Estudiantes que han adquirido conocimientos y dan cumplimiento a las leyes y los valores de la Torá.
[6] Debarim 33:2.
[7] Séfer hajinuj, mitzvá 434.
[8] Pesajim 82b.
[9] Makot 22b.
[10] Yeshayá 24:23.
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