Perek 2, Mishná 12,   continuación…

 

 

Rabbí Yehoshúa dijo: el ojo malo, la inclinación maligna y el odio hacia el semejante, sacan al hombre del mundo.

 

Rabbí Yehoshúa menciona tres cosas que sacan al hombre del mundo. Esto se refiere a que llevan a su víctima hacia la pérdida del valor y el sentido de la vida. Hay quien interpreta que la salida a la que hace mención la Mishná, se refiere a la muerte prematura: Bendito serás cuando entres, y bendito serás cuando salgas.[1] Por lo tanto, debe decirse que toda persona que es celosa de la propiedad de los demás y de su éxito; aquel que se deja llevar por el consejo del Instinto Maligno, y quien odia a los seres humanos, perderá el sabor de la vida y pronto se marchitará.

 

Existen dos sentimientos antagónicos: el amor (sentimiento que liga una persona a otra, o bien a las cosas, ideas, etc.) y el odio (sentimiento de aversión y rechazo muy intenso e incontrolable, hacia algo o hacia alguien). Ambas sensaciones pueden anidarse en el corazón de la persona con, o sin una razón que las provoque. En el amor, podríamos decir que existe aun sin una razón, ¿cuánta gente hay que hace el bien y beneficia a otros, sin esperar nada a cambio? esto se podría denominar como “amor gratuito”. Pero, “odio gratuito” ¿acaso puede existir? Con tristeza tenemos que responder que sí. Quien toma esta actitud, lo hace simplemente porque sí, y el motivo del origen podría ser el siguiente: quien no ama, finalmente llegará al odio sin razón. Si el hombre no pone en su corazón amar y beneficiar a su prójimo, entonces en el primer instante que sienta que los demás no se comportan como él considera correcto, seguro los juzgará para mal, y comenzará a odiarlos y a rechazarlos, porque la distancia que hay entre amar y odiar es muy corta.

 

La gravedad del pecado del odio infundado, trae aparejado otros pecados más graves, por ejemplo: la maledicencia, los chismes, el enojo, el desprecio, las palabras que atentan contra el honor de los demás, la venganza, las maldiciones, incluso puede llegar a la profanación del Nombre Divino. Si uno se encuentra atrapado en una discusión, tiene que alejarse inmediatamente. Hay gente que tiene vergüenza de irse en medio de una discusión. Tienen que recordar las palabras de los Sabios: Es mejor ser considerado toda una vida ante los demás como un tonto, que ser considerado un malvado por un sólo momento delante del Todopoderoso.[2] Es muy meritorio apaciguar una pelea, y reconciliar a los oponentes. Aunque se haya esforzado muchas veces en intentarlo, y a pesar de no haber tenido éxito, no debe desesperar, y tener siempre la esperanza que en la próxima oportunidad podrá lograr la reconciliación.

 

Cuando alguien guarda rencor en su corazón, no piensa ni remotamente que tal vez está teniendo un odio gratuito, porque seguramente estará pensando que la antipatía que siente hacia el otro, está más que justificada. Siempre que surge una discusión, ya sea por asuntos de dinero o por temas de otra índole, cada uno piensa que tiene la razón, y puede que su argumento sea legítimo, pero puede también no serlo. Generalmente cada una de las partes, está sobornada por sus propios intereses, y su razón ya no se encuentra en condiciones de entender a la parte contraria, y es entonces que se despierta el odio entre los contrincantes. Lo recomendable en estos casos, es buscar la asistencia de un Dayán (juez) o un Talmid Jajam reconocido por su rectitud, dueño de un espíritu conciliador y además deberá ser aceptado por las dos partes, exponer cada parte su argumento y confiar que este tercero, quien no tiene ningún interés en el asunto, vaya a ver las cosas de forma correcta, y una vez dictaminado el asunto, las partes deben salir conformes y sin ningún resentimiento.

 

            El Zohar relata que Rabí Aba vio una persona que estaba durmiendo sobre una roca en una montaña debajo de un árbol. Llegó una víbora y se acercó sigilosamente al hombre que dormía; cuando estaba por morderlo, saltó un roedor del árbol y aniquiló a la víbora. Cuando despertó, vio que a su lado yacía una serpiente muerta. Se alejó asustado del lugar, y apenas se quitó, la piedra sobre la que estaba acostado, se desgajó y cayó al abismo… por segunda vez se había salvado su vida. Rabí Aba corrió hacia el hombre y le preguntó, “¿Qué méritos tienes para salvarte dos veces con milagros tan abiertos?”. Respondió que él tenía por costumbre no irse a dormir con enojo hacia alguien, ni siquiera en los casos que él creía tener la razón. Al día siguiente iba a reconciliarse con él, y si no podía, al menos le perdonaba de todo corazón e intentaba ayudarle en lo que pudiera. Rabí Aba se impresionó mucho de su respuesta, y sus ojos derramaron lágrimas de emoción por la grandeza del espíritu de esta persona. Le dijo que sobre él se aplica el versículo: “Quien va por el camino correcto irá seguro…” que el Todopoderoso lo va a salvar de todos los daños posibles en el mundo. Ésta es la gravedad de la pelea y por otro lado, el pago de quien ama y busca la paz.[3]

 

            Las tres cosas que enunció Rabbí Yehoshúa en la Mishná, no son cosas separadas, sino parte de una misma unidad. Cuando un ojo maligno y la inclinación al mal se combinan en una sola persona, el efecto de esta fusión será el odio al prójimo. Una persona que tiene un ojo malo, codicia las pertenencias de los demás, se disgusta, se deja llevar por la inclinación hacia el mal, odiará a los demás, perderá amistades, le dará la espalda a la sociedad, y preferirá la compañía de los animales y elegirá un lugar deshabitado, y no por ascetismo sino por el celo. El resultado de todo esto, será que perderá parte de su estadía en este mundo.[4]

 

            Un importante mandatario invitó a las personas más importantes del mundo a una recepción ofrecida en su honor. En medio del convivio, uno de los asistentes, bajo los efectos del exceso del alcohol, comienza a mostrar un comportamiento nada adecuado para la ocasión, y esto molesta a los demás invitados. El anfitrión inmediatamente ordena a sus guardias de seguridad que acompañen a ese hombre a retirarse, el hombre se resiste y no queda otra opción que sacarlo por la fuerza. El Creador puso a cada persona en este mundo para cumplir una función específica, todo aquel que intenta escapar de su responsabilidad, estará causando un serio estorbo para el Anfitrión, porque molesta el propósito de la reunión. Quienquiera que posea estos tres rasgos malignos, demuestra ser incapaz de poder vivir en sociedad, y por lo tanto, estará sujeto a ser expulsado del mundo en el momento en el que el Anfitrión lo decida.[5] La moraleja de esta Mishná nos muestra lo importante que es la paz y lo mucho que debemos alejarnos de los celos y la discordia. Fortalezcamos la paz en el pueblo de Israel y así seremos meritorios a recibir todas las bendiciones del Cielo.  ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

 

“Todo el tesoro del mundo no se compara a la persona que tiene paz mental”.[6]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ver Rashí en Debarim 28:6 y Babá Metziá 107a.

 

[2] Eduyot 5:6.

 

[3] Rabbí David Shwekey.

 

[4] Rambam.

 

[5] Ética del Sinai, tomo I, pág 230; Rab Irving Bunnim.

 

[6] Rabí Hakadosh de Kubrin

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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