Perek 2, Mishná 14, continuación…

 

 

Rabbí Shimón dijo: Se cuidadoso con la recitación del Shemá y de la oración de la Amidá. Y cuando reces, no hagas de tu rezo una rutina, sino pide misericordia, y súplica frente al Omnipresente, Bendito es, pues fue dicho: Pues Él es pródigo y misericordioso, paciente y de abundante bondad y desiste de hacer el mal.[1] Y no seas malvado frente a ti mismo.

 

Rabbí Shimón nos instruye, por un lado, a ser cuidadosos con la recitación de la plegaria, a no hacerlo en forma rutinaria, no ser demandante en lo que pedimos, sino suplicar como lo hace un hijo delante de su piadoso Padre. Por otro lado, nos advierte a no cuestionarnos y decir: ¿de qué sirve lo que hago? ¿qué valor tienen mis plegarias? La exhortación que hace la Mishná es el recordarnos que el rezo es muy importante, todos deben practicarlo, y nadie debe sentirse que no es meritorio para hacerlo. Quien se considera malvado en sus ojos, se desviará por completo del camino de la Torá.[2]

 

Cuentan los Sabios, que en una oportunidad iban por el camino Rabbí Yehudá, Rabbí Yosí y Rabbí Shimón Bar Yojay. Rabbí Yehudá comenzó a alabar a los romanos: "¡Qué agradables son los actos de este pueblo! Establecieron mercados; construyeron puentes e instituyeron casas de baños". Rabbí Yosí se quedó callado. Rabbí Shimón dijo: "Todo lo que hicieron no lo hicieron sino para ellos mismos". Un hombre inescrupuloso que caminaba cerca de ellos escuchó la conversación y divulgó lo que escuchó, el comentario llegó a oídos del césar, inmediatamente emitió un decreto de pena de muerte en contra de Rabbí Shimón, los soldados salieron a buscarlo; el Sabio se vio obligado a exiliarse y se ocultó junto con su hijo Elazar, en una cueva.

 

Estuvieron doce años recluidos en la cueva, el Todopoderoso les hizo crecer milagrosamente un árbol de algarrobo e hizo brotar un manantial, con los cuales se alimentaron y bebieron durante toda la estadía. Dedicaron todos los años al estudio de la Torá y a la plegaria. Para que no se desgastaran sus ropas, se metían hasta sus cuellos en la arena. Al cabo de ese tiempo, llegó Eliahu Hanabí con el mensaje del Todopoderoso, diciéndoles que el césar que los acosaba había muerto y por lo tanto podían salir de allí.[3]

 

Durante todo el tiempo que permaneció en la cueva, Rabbí Shimón Bar Yojay descubrió los más profundos secretos de la Torá, y de ahí surgió el Zóhar y la base de la Kabalá. Lo que él hizo, no lo hizo nadie. Iluminó con sus conocimientos y descubrimientos de los secretos de la Torá, a todo el mundo, para toda la eternidad; algo realmente extraordinario.

 

¿Cómo hubiésemos reaccionado muchos de nosotros en la situación de Rabbí Shimón? Imaginémonos dentro de una cueva oscura, sin alimento ni bebida, con el miedo constante de ser descubiertos en cualquier momento. Seguramente la pasaríamos lamentándonos por nuestra suerte, inculpándonos: “¡Si no hubiese hablado, no estaría en esta terrible situación! ¡¿Cuándo aprenderé a cerrar mi boca?! Rabbí Shimón no se consideró a sí mismo como un malvado… él tomo las riendas de la circunstancia y decidió no recriminarse, ni mortificarse, decidió salir adelante, pensó: “Todo lo que realiza el Creador es para bien”. Se armó de valor, utilizó su lema: “no seas malvado frente a ti mismo”, hizo de lado todos los comentarios negativos que podría formular su mente, eligió sentarse a estudiar Torá, sin importar que sucedería más adelante.[4]

 

Otro episodio que se relata en el Midrásh acerca de Rabbí Shimón Bar Yojay es el siguiente: El Sabio iba por el camino cuando vio que bajaba una terrible oscuridad sobre el mundo. Él le dijo a su hijo, Rabbí Elazar: "Ven, vamos a ver qué es lo que el Todopoderoso desea hacer en Su mundo". Se encontraron con un ángel al que le emanaban de la boca treinta llamaradas de fuego. Rabbí Shimón le preguntó: "¿Qué es lo que intentas hacer?" El ángel le respondió: "Voy a destruir el mundo, porque en esta generación no hay ni siquiera treinta justos". El Sabio le dijo: "Por favor, sube y dile al Eterno que Bar Yojay está en el mundo'. El ángel subió el mensaje y el Creador le respondió: "Ve y destruye al mundo y no hagas caso a las palabras de Bar Yojay". El ángel regresó a ejecutar la sentencia.

 

Cuando descendió, lo vio Rabbí Shimón bar Yojay y lo amenazó: "Si no desapareces, decretaré que nunca más vuelvas a subir al Cielo. Regresa al lugar donde viniste y lleva el siguiente mensaje: 'Si no hay treinta personas rectas, deja que el mundo exista por el mérito de veinte. Si no hay veinte hombres justos, deja que el mundo exista por el mérito de diez, o por el mérito de dos, o por el mérito de uno solo, el mío'". Salió una voz Celestial y dijo: "¡Dichoso de ti, Rabbí Shimón! porque el Eterno decreta y tú anulas".[5]

 

Esta historia es difícil de entender. Si el Todopoderoso tenía la intención de aceptar finalmente el pedido de Rabbí Shimón, ¿por qué entonces rechazó su primera oferta de salvar al mundo, diciéndole al ángel que no hiciera caso a sus palabras? Porque el Todopoderoso desea que cada persona reconozca dónde se encuentra, y cuánto esfuerzo necesita dedicar para elevarse espiritualmente. Él se negó la primera vez al pedido del Sabio para que él siguiera suplicándole por medio de su Tefilá. Rabbí Shimón entendió que, si le dieron el mérito de ver al ángel, esto tenía un propósito y entonces rezó con todo el corazón.

 

A primera vista podríamos pensar que Rabbí Shimón manifestó orgullo al atribuirse los méritos necesarios para salvar a todo el mundo. Pero no es así. Es sabido que el pecado abunda en el mundo y los hombres justos mueren para expiar los pecados de la generación. El hecho de que Rabbí Shimón pidiera mantener la existencia del mundo por su mérito, estaba comprometiendo su existencia, él estaba dispuesto a morir como expiación por la generación. No fue una manifestación de orgullo, por el contrario, Rabbí Shimón puede ser comparado con Moshé Rabenu, quien dijo: Pero si no perdonas a Israel, bórrame de Tu libro.[6] Moshé deseó expiar el pecado del pueblo muriendo por su causa.[7] ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“Los ojos del Eterno están sobre los justos; Sus oídos, [atentos] a su clamor.”[8]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Yoel 2:13.

 

[2] Rambam.

 

[3] Shabat 33b.

 

[4] Rab Mijael Pérets.

 

[5] Midrash Yalkut Meam Loez.

 

[6] Shemot 32:32.

 

[7] Extraído del Sefer Hamidot, Rabbí David Pinto.

 

[8] Tehilim 34:16.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.