Perek 2, Mishná 16

 

 

Rabbí Tarfón dijo: El día es corto y el trabajo es mucho, los trabajadores son perezosos, la retribución es grande y el Patrón nos apremia.

 

Rabbí Tarfón fue un Tanaíta[1] de la tercera generación. Fue colega de Rabbí Akivá y aunque discreparon con frecuencia, fueron colegas. Vivió y enseñó Torá en Lod[2]. Su participación en el Talmud se ubica entre la época de la destrucción del segundo Bet Hamikdash, la caída de Betar y la rebelión de Bar Kojbá. Al ser Cohén, exigía a los correligionarios la Terumá (donación ritual que pertenecía a los Cohanim) incluso después de la caída del Templo;[3] exigía las aportaciones, para que la gente no olvidara las obligaciones de la caridad. Era un hombre sumamente acaudalado, poseía extensos viñedos, por lo que,[4] realmente no requería de ingreso alguno para sí, pero utilizaba las donaciones para fines de caridad. Una vez hubo una terrible hambruna, y Rabbí Tarfón se casó con trescientas mujeres solamente para que pudieran comer Terumá.[5]

 

Era sumamente cuidadoso en la Mitzvá de honrar a sus padres, cuentan en el Talmud que, cuando su madre subía y bajaba de la cama, se agachaba para que ella se subiera sobre su espalda para alcanzar la altura de la cama.[6]  Poseía una extraordinaria modestia; en una ocasión tuvo que mencionar su nombre en un momento de apuro, ya que pensó que al usar su posición de Rabino podría escapar del peligro, sufrió mucho por haber utilizado el conocimiento de la Torá para fines prácticos.[7]

 

Cuando Rabbí Eliezer ben Hurkanus enfermó, fueron sus alumnos a visitarlo: Rabbí Tarfón, Rabbí Yehoshúa, Rabbí Elazar ben Azaryá y Rabbí Akivá. Al verlos entrar, Rabbí Eliezer se dirigió a Rabbí Tarfón diciendo: “Eres mejor para el pueblo judío que una gota de lluvia para el mundo, el agua brinda un gran beneficio a este mundo, tú les brindas beneficio a los judíos, tanto en este mundo como en el Mundo Venidero”.[8]

 

Se le menciona en la Hagadá de Pésaj. Que se sentaba en compañía de los Rabinos mencionados en el relato anterior, estaban reclinados recitando el Séder, en Bené Berak y se quedaron despiertos toda la noche hablando sobre el Éxodo y las maravillas que el Todopoderoso realizó sobre Egipto.

 

Como podemos observar, Rabbí Tarfón fue un Sabio sumamente prolífico. Lo consiguió aprovechando plenamente cada minuto de su existencia, utilizó cada instante y cada ocasión que le presentó la vida para crecer y superarse en el estudio de Torá, en el cumplimiento de las Mitzvot y en su relación con el prójimo. La metáfora que él ofrece en la Mishná, refleja plenamente su esencia.

 

Existimos en el tiempo y en el espacio. Nuestro espacio es ampliable. Podemos adquirir más espacio comprándolo o embargándolo. Nuestro tiempo no es negociable ni tampoco expandible. Si tenemos la fortuna de sortear los peligros de la vida y además poseemos genes de longevidad, podremos vivir hasta una edad madura, pero no es posible adquirir más tiempo, ni a cambio de dinero, ni tampoco por la fuerza, así como podemos adquirir espacio en este mundo. La lógica nos dice que el tiempo debería ser el más valioso de los dos, sin embargo, vemos con incredulidad como el hombre protege celosamente su espacio, mientras que puede desperdiciar irresponsablemente su tiempo.

 

Uno de los motivos es porque no somos conscientes de la enorme labor y responsabilidad que cargamos sobre nuestros hombros. El día [la vida], es corto, y el trabajo [la misión del hombre], es mucho. Hay mucho para ser logrado en un tiempo relativamente corto. El mundo secular establece que el objetivo final del ser humano, es lograr el máximo placer disponible. Sin embargo, hoy existen innumerables cosas para hacer nuestras vidas más placenteras y aun así vemos que la gente no es tan feliz como lo anuncian los publicistas.

 

El Gaón Rabbí Yaakob Israel Kanievski, dijo que si ves a un niño con un traje cuyas mangas se extienden mucho más allá de sus brazos, pantalones que se arrastran detrás de él y un sombrero que le llega hasta debajo de la nariz, sabes que ésa no es su ropa. Obviamente, se ha puesto la ropa de su padre. De manera similar, cuando ves de lo que es capaz la mente humana, claramente no está diseñada para la búsqueda del placer o la satisfacción. Es demasiado grande para este propósito.

 

Entonces ¿cuál es el objetivo final legítimo?

 

La respuesta es que, para el judaísmo, el tiempo tiene una connotación muy distinta al mundo secular, la vida y el tiempo... son los mejores maestros. La vida...nos enseña a aprovechar el tiempo. El tiempo...nos enseña a valorar la vida. El tiempo es la moneda corriente con la cual adquirimos eternidad. Todo judío que hace una Mitzvá como la de ayudar al prójimo, ser honesto en los negocios, dar Tzedaká (caridad), cumplir Shabat, estudiar Torá, etc., está invirtiendo su tiempo de la mejor manera, pues no sólo disfruta en este mundo de sus acciones, sino que también tendrá una gran recompensa en el Mundo Venidero. Cada instante que utilizamos para hacer la Voluntad Divina, elevamos el tiempo a un nivel espiritual, y lo convertimos en eternidad.

 

Ahora la sentencia de Rabbí Tarfon toma sentido: el día es corto; Los días del hombre son setenta, y como mucho, ochenta años.[9] …y el trabajo es mucho, la labor del hombre es el estudio de la Torá.[10] La Torá está muy por encima de todos los demás valores del mundo, porque por medio de su estudio llegamos al cumplimiento, y al dedicarnos a ella adquirimos la eternidad, por lo tanto, debemos dedicar lo que más podamos al estudio de la Torá, y mientras lo hacemos, debemos ser cuidadosos de no interrumpir para hablar o tratar cualquier tema trivial. Enséñanos a contar nuestros días adecuadamente, y alcanzaremos un corazón dotado de sabiduría.[11] Cuando logramos entender lo preciado que es el tiempo y lo mucho que se puede hacer con él, lo cuidaremos como lo más valioso que poseemos. Sobre nuestro patriarca Abraham nos dice la Torá que “estaba anciano, venía con los días”, queriendo decir que Abraham había llegado a la ancianidad junto con cada uno de sus días aprovechado al máximo. No había tiempo perdido. Cada día debe contar de alguna forma; la suma total de nuestros días y lo que hacemos en ella, será el significado y objetivo de nuestras vidas. ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“El tiempo es el reloj de la vida”.

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Sabio Rabínico del tiempo del tiempo de la Mishná.

 

[2] Ver Jaguigá 18a.

 

[3] Tosefta, Jaguigá 3.

 

[4] Nedarim 62a.

 

[5] Tosefta Ketubot 5:1.

 

[6] Kidushin 31b.

 

[7] Nedarim 62b.

 

[8] Sanhedrín 101a.

 

[9] Tehilim 90:10.

 

[10] Ver Mishná 2,8.

 

[11] Tehilim 90:12.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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