Perek 2, Mishná 17, continuación…

 

 

El solía decir: No te corresponde terminar la labor, pero tampoco eres libre de desistir de ella. Si estudiaste mucha Torá, te recompensarán ampliamente. Tu empleador es fiel y te pagará por tu trabajo. Debes saber que la recompensa para los justos será en el Mundo Venidero.

 

Dijo Rabbí Tarfón al final de la Mishná: Tu empleador es fiel y te pagará por tu trabajo. Debes saber que la recompensa para los justos será en el Mundo Venidero. En este mundo estamos acostumbrados a obtener en el día, semana, quincena o mesada la retribución por la labor realizada. Sin embargo, en el Cielo la remuneración se maneja en forma muy distinta. Está escrito en el Talmud: No hay recompensa para las Mitzvot en este mundo, porque no hay en este mundo limitado, algún valor que sea suficiente para pagar los enormes méritos de servir al Eterno, Quien es infinito,[1] quiere decir, el hombre que realiza buenos actos, en general, no recibe todos los beneficios en este mundo, la verdadera recompensa se entrega en el Mundo Venidero, donde se va a poder retribuir al máximo por cada acto y por cada esfuerzo realizado. Sin embargo, en contadas ocasiones, el Todopoderoso nos muestra cómo es que Él valora cada detalle, cada esfuerzo, y las dificultades que el hombre debe sortear para conseguir el cumplimiento de cada Mitzvá.

 

 Hay actos que nosotros los consideramos insignificantes, pero vemos como del Cielo recompensan generosamente, y por otro lado vemos acciones que consideramos colosales, y al final, no se ve la recompensa… el motivo es porque nuestra visión es muy corta y bastante limitada; no vemos todo el pasado, ni siquiera tenemos una visión completa del presente, y ni que hablar del futuro; en consecuencia, no tenemos forma de saber si el pago que recibe alguien, proviene de un acto de algún antepasado, o si la bonanza que tiene en el presente proviene de sus actos actuales o tal vez no, y tampoco sabe si la recompensa le llegará a él en un futuro, o la recibirá alguno de sus descendientes. Lo que sí, debemos tener la certeza, que ningún acto, se quedará sin retribuir, ya que: Tu empleador es fiel y te pagará por tu trabajo. Debes saber que la recompensa para los justos será en el Mundo Venidero.

 

En el libro pequeños milagros parte 2, aparece una historia verdadera que puede ilustrar este concepto: En una bella tarde de verano, un grupo de jóvenes estudiosos de la Torá, se encontraban afuera del plantel haciendo una pausa para almorzar. Uno de ellos notó que pasaba frente a ellos el auto de la funeraria, llamó su atención que el carro no venía escoltado por ninguna persona, como es habitual. El estudiante comentó a sus compañeros: “¡miren la triste escena, este difunto no tiene nadie que lo escolte!”, los demás estudiantes suspiraron profundamente y se sintieron muy mal. “¿Dónde están sus familiares, vecinos o amigos?”, ninguno de ellos podía creer que hubiera una persona que pudiera estar tan sola en el mundo. Intercambiaron miradas y decidieron participar en el entierro, se levantaron y caminaron detrás de la carroza, uno de los estudiantes entró a la Yeshivá y les dijo a los demás lo que estaba pasando, todos cerraron sus libros y salieron a acompañar a la Mitzvá. Minutos más tarde el carro de la funeraria era seguido por una larga e impresionante línea de cientos de estudiantes.

 

Una vez que llegaron al cementerio, salió del carro de la funeraria un Rabino, miró la gran cantidad de personas que los acompañaba y pensó en voz alta, mientras movía su cabeza de un lado al otro: “¡Qué extraño! ¿Cómo es que toda esta multitud escuchó de la muerte de ella? ¡Nadie sabía que ella existía! Por los últimos cincuenta años, ella vivió completamente aislada…”. Uno de los estudiantes lo sacó de su cavilación y le dijo: “Disculpe, escuché lo que usted decía, en realidad, ninguno de nosotros sabe quién viene en la carroza, los seguimos sólo porque nos sentimos mal que no había nadie acompañando a la Mitzvá”.

 

Al escuchar esto, el Rabino comenzó a llorar, gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas mientras les decía: “Queridos hermanos, lo que pasó hoy aquí es claro que viene de los Cielos, hace sesenta años, un hombre judío muy pudiente, donó la propiedad donde hoy se encuentra construida la Yeshivá donde ustedes estudian, él continuó patrocinando todos los gastos de la Yeshivá por el resto de su vida. Cuando el hombre era mayor, los decanos de la Yeshivá quisieron darle un reconocimiento simbólico por haber sido el fundador y por haberla mantenido tantos años, pero el hombre era muy humilde y no quiso recibir ningún reconocimiento, él tenía una única hija y les dijo que si algún día, esta mujer necesitaba ayuda, que ellos estuvieran ahí para ayudarla. Los Rabaním de la Yeshivá le dijeron que no se preocupara, que siempre estarían atentos para ayudarla.

 

El hombre falleció y su hija, la cual era una mujer religiosa, después de un tiempo se alejó completamente de la observancia de las Mitzvot, y terminó desconectándose completamente de la comunidad judía. Eventualmente enfermó y pasó el resto de su vida entrando y saliendo de un instituto psiquiátrico. Los Rabanim de la Yeshivá estaban constantemente tratando de ofrecerle ayuda, pero ella rechazaba todo ofrecimiento. Al paso de los años, los decanos de la Yeshivá también fallecieron, y ella terminó pasando su vida completamente sola y aislada de la gente. Hoy, al funeral que ustedes están asistiendo, es el de la hija del donador de la propiedad de la Yeshivá donde todos ustedes estudian, y al estar presentes aquí, están ayudando a cumplir la palabra de los Rabaním que se comprometieron a ayudarla por el resto de su vida. Están ayudando a cumplir la voluntad del donador de la Yeshivá. Aquí no terminó la historia, uno de los estudiantes se enteró después, que el carro de la funeraria no tenía planeado pasar por enfrente de la Yeshivá. La ruta que el chofer de la carroza había planeado, era tomar otro camino, pero se equivocó y terminó pasando “por error” en frente de la Yeshivá…[2]

 

¿Casualidad? ¿Coincidencia? ¡Nada de eso! El mismo Creador estaba detrás de todo esto, mostrando que, incluso setenta años después, seguía recordando los actos de ese buen hombre, y se aseguró que al menos la hija del filántropo tuviese un funeral honorable, porque Él lo ve todo, se recuerda de todo, y aunque la mayoría de las veces no podemos conectar todos los puntos para poder ver los beneficios de nuestras buenas acciones, podemos estar seguros que, como dictamina la Mishná, un día estará claro en el Mundo Venidero, Él siempre ha pagado y pagará todo acto y que Su recompensa será inmensa, incluso por aquellos actos que podríamos considerar insignificantes.…[3] ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“La recompensa de cada Mitzvá es por la voluntad de cumplirla. Porque llegar a hacerla no está en manos de la persona”.[4]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Kidushín 39b.

 

[2] Extraído de Dosis diaria de Torá; Rab Benni Aharonov.

 

[3] Umtok Haor.

 

[4] Rab Jaim de Tzantz; Hameir Ledavid

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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