Perek 2, Mishná 17

 

 

El solía decir: No te corresponde terminar la labor, pero tampoco eres libre de desistir de ella. Si estudiaste mucha Torá, te recompensarán ampliamente. Tu empleador es fiel y te pagará por tu trabajo. Debes saber que la recompensa para los justos será en el Mundo Venidero.

 

En la Mishná anterior Rabbí Tarfón mencionó que el día es corto y el trabajo mucho; no es una alegoría, en realidad la Torá es sumamente extensa; estudiar, entender, memorizar y cumplir todo lo que dice en los Cinco Libros (Jumash), los Profetas y las Escrituras, la Mishná y los enormes volúmenes del Talmud, los Midrashím y sus interpretaciones. ¿Cuántos textos se han agregado a la literatura post Talmúdica? observemos la colosal cantidad de libros que llenan los anaqueles de las bibliotecas; mucha tinta se ha derramado a lo largo de los siglos para interpretar y entender la forma correcta de aplicar todo lo que dicta el Shulján Aruj. Y si todo esto no es suficiente, faltó mencionar todo lo que tiene que trabajar la persona para adquirir una virtud o perfeccionar una cualidad. Profundizar en temas de ética y filosofía judía… y todavía no termina la lista…, no obstante, no debemos levantar las manos en señal de desilusión ante la inmensa tarea que debemos afrontar. Dijo Rabbí Tarfón: “No te corresponde alcanzar todo, tampoco eres libre de desistir totalmente, solamente te corresponde actuar, el Patrón evaluará y renumerará la dedicación, la intención y el esmero que inviertas en conseguir tus objetivos, y al final, el decidirá si los consigues o no.

 

Hay una parábola sobre un rey que contrata trabajadores para rellenar un colosal agujero. El trabajador necio echa un vistazo al boquete y dice: "¡Es enorme! ¡Jamás terminaremos de llenarlo!" El trabajador inteligente se dice a sí mismo: “A mí me pagan por día, entre más tiempo tome la labor, más tiempo conservaré el empleo”. Así el Eterno le dice a Su pueblo: “Todos ustedes son contratados solo para este día. Hagan el trabajo de hoy y mañana veremos…”.

 

En ocasiones, la persona quiere tomar una Mitzvá, por ejemplo, dice: “De hoy en adelante, no pienso escuchar ni un solo Lashón Hará, pasan dos horas y viene alguien y sin pedirle permiso le cuenta algo que hizo la vecina. En ese momento dice: ¿de qué me sirvieron las dos horas que cuidé? ¡acabo de tirarlas a la basura! Esta idea es errónea. Las cuentas en el Cielo se manejan muy distinto a como se remunera en este mundo. Cuando uno contrata a un carpintero para que le haga una mesa, pasan varias semanas y el ebanista se presenta con la mitad de la mesa y argumenta que no va a poder terminarla, debido a que tiene otros trabajos por entregar. Obviamente que el dueño de la mesa no aceptará un mueble incompleto que no pueda utilizar, y aunque el carpintero le pida solamente la mitad de lo acordado, no será aceptable…

 

Podríamos pensar que la recompensa por estudiar Torá y cumplir las Mitzvot es por terminar el trabajo. Viene Rabbí Tarfón y dice:  No te corresponde terminar la labor, pero no eres libre de desistir de ella, tú solamente comienza, haz tu mejor esfuerzo y Él se encargará del resto…

 

En la ciudad de Grudna, Bielorrusia (Rusia), las autoridades destruyeron el cementerio judío del lugar. Juntaron en cajones todos los huesos que encontraron, y los dejaron en un depósito. Rabí David Shmidal, quien trabaja en Agudat “Atra Kadisha” (una institución que se ocupa en defender y cuidar los cementerios en Israel y afuera de ella), cuando se enteró llamó a los gobernantes con los que tenía contacto, y luego de largos trámites los rusos accedieron a enterrar los huesos nuevamente. Rab Shmidal designó a un enviado para que recibiera las osamentas y las sepultara en ese mismo día, para también cumplir con el precepto “porque lo enterrarás en aquel día”.[1] El enviado llegó a Grudna y se dirigió a la oficina correspondiente y solicitó los huesos de los judíos”. En un principio intentaron evadirlo, diciéndole: “el responsable no se encuentra”. “Bien, lo esperaré hasta que llegue”, dijo con determinación. “Usted no ha entendido. El no llegará en unos minutos, vendrá en dos semanas”. “De acuerdo, he traído conmigo suficiente comida, lo esperaré aquí hasta que venga…”. Cuando vieron que no sería fácil persuadirlo, hicieron algunas llamadas, y le dijeron: “Bien, acérquese al depósito en tal lugar – con un camión, y tome de ahí las bolsas con los huesos”.

 

El enviado salió, contrató a un gentil del lugar con su camión para que lo ayudara a trasladar los huesos. Le explicó que debían terminar de enterrarlos en ese mismo día y le ofreció un monto extra por el esfuerzo adicional. Los dos cargaron los huesos y los llevaron al cementerio judío. “Ahora”, dijo el judío al gentil, “debemos finalizar de enterrarlos antes que se ponga el sol”. “¡¿Cómo dijo?!”, se sorprendió el gentil, “¡Eso no era parte del arreglo!”. “Sí, es lo que habíamos convenido”, insistió el enviado. “Aun si aceptara, ¡no alcanzaremos a sepultarlos antes de la puesta del sol! Si trajéramos cinco trabajadores, ágiles y veloces, podríamos terminar el trabajo a tiempo, pero de esta forma – ¡es imposible! El enviado miró su reloj y se dio cuenta que tenía razón. ¡La verdad que era una misión imposible! ¿Qué podía hacer? Se paró e hizo Tefilá desde lo profundo de su corazón: “Dueño del mundo, he hecho lo que está en mis manos, ¡ahora Tú has el resto!”. Antes que terminara su Tefilá, sintió que tocaban su espalda. Miró hacia atrás y había un judío. Le preguntó: “¿dónde se encuentra la tumba de Fulano? “No lo sé”, le contestó, mientras volteaba a ver que varios jóvenes lo acompañaban. “¿Quiénes son ustedes?” “Vinimos acá a rezar…”. “¿Y cuántos vienen?”. “Cincuenta…” El enviado les explicó y les pidió su ayuda. Los muchachos se quitaron sus trajes, se remangaron las camisas y empezaron a trabajar con una completa entrega. Unos minutos antes de la puesta del sol, se había concluido con la sagrada tarea.

 

El encargado volvía satisfecho a Israel, y durante el vuelo alzó sus ojos al Cielo y dijo: “Dueño del mundo, me has concedido una Mitzvá muy grande, pero mi felicidad no es completa, ya que en mi casa tengo un par de hijas que necesito casar. Que sea Tu voluntad que se casen y encuentren tranquilidad en sus propias casas”. Y así, el milagro se cumplió en la casa del enviado: a los dos meses sus dos hijas se habían comprometido y pudieron formar una casa fiel en Israel; Tu empleador es fiel y te recompensará por tu trabajo…[2]  ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“El trabajo que nunca se empieza, es el que más tarda en terminarse”.

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Debarim 21:23.

 

[2] Umtok Haor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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