Perek 2, Mishná 5, continuación…

 

 

El solía decir: El inculto no teme al pecado, el ignorante no puede ser piadoso, el vergonzoso no aprende, el quisquilloso no enseña, y no todo aquel que se dedica de lleno al comercio puede instruirse; y en un lugar donde no hay hombres, esfuérzate en ser hombre.

 

 

En el final de esta Mishná Hilel insta al hombre: donde no haya nadie más para tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad, deberás tomar el liderazgo sobre ti mismo. Puede ser que en alguna ocasión te encuentres en alguna circunstancia donde no hay un Rab o alguien que pueda reprochar o enseñar Torá y alentar a la gente en el cumplimiento de las Mitzvot, en ese momento ¡debes actuar! Está prohibido que te comportes con humildad y pienses que no eres apto para semejante misión: en circunstancias normales uno debería ser humilde y evitar la publicidad. Sin embargo, cuando hace falta gente para servir a la comunidad, entonces la humildad y la modestia son absolutamente inapropiadas.[1] Si te encontraras en un lugar donde se presenta una urgencia médica, ¿Acaso te quedarías sentado esperando a que lleguen los grupos de rescate, o por lo menos intentarías ayudar en lo que pudieras? Y no pienses que al tomar acción (si estás preparado para hacerlo), se te considerará una persona soberbia, sino por el contrario, serás reconocido como una persona responsable.

 

Este concepto es parte del ADN judío. Abraham, nuestro patriarca y fundador de la nación judía, fue el primer ser humano que analizó y llegó a la conclusión que debía haber una primera causa, y fue cuando descubrió y reconoció la existencia del Creador.[2] Fue llamado “Ha'Hibrí” (el hebreo); los Jajamim explican que el origen del nombre significa “del otro lado”, quiere decir, él desafió sólo a toda la humanidad en contra del paganismo, que en su época era habitual, y confrontó a las multitudes en defensa de la verdad que él había descubierto.[3] Luchó y venció incluso a los seres más fuertes de su generación; no temía ni temblaba frente a nadie. Nimbrod, un ser perverso, quien se presentaba a sí mismo como si fuera una divinidad y todos temían frente a él, Abraham fue el único que se atrevió a desafiarlo aún bajo la amenaza de ser arrojado al horno ardiente de Ur Casdim, fue salvado milagrosamente por el Creador. Y fue entonces que quedó grabado en su memoria genética “no callar cuando el honor del Todopoderoso y de Su Torá son blasfemados”. Sembró el compromiso que debemos cuidar, respetar y defender Su honor ante todo apóstata y ante cualquier otra ideología que atente contra los principios de la Torá y de los dictámenes de nuestros Jajamim.

 

Tenemos muchos ejemplos en el acervo de nuestra historia: Pinjás se levantó de en medio de la congregación, todos; incluyendo los lideres del pueblo se quedaron atónitos ante la tremenda escena, donde Zimbrí ben Salú y en un escandaloso alarde de insolencia, trajo y metió a su tienda a Kozbi bat Tzur, la hija del más importante de los cinco reyes de Midián.[4] Entonces, Pinjás se levantó de en medio de la congregación, tomó una lanza en su mano, fue tras ellos a la tienda y atravesó de un solo golpe a Zimbrí y a Kozbí.[5] Gracias al gran celo al honor del Todopoderoso, se detuvo una epidemia que estaba cobrando la vida de miles de personas del Am Israel: en un lugar donde no hay hombres, esfuérzate en ser hombre; cabe acotar que Pinejás, actuó por iniciativa, pero lo hizo con la aprobación de Moshé.

 

En la época de Jananiá, Mishaél y Azariá, descendientes del rey Jizkiahú, el pueblo judío fue exiliado a Babilonia, una tierra que era dominada bajo el imperio de Nabucodonosor. El cruel monarca, quien se creía una deidad, se disponía a inaugurar una gigantesca estatua de sí mismo, que sería objeto de culto en el imperio. Ordenó que todos los pueblos del mundo mandaran una delegación para que participaran en una ceremonia, donde se tenían que prosternar ante ella. El día de la inauguración, el emperador dio la orden que al ingresar la estatua, la música comenzaría a sonar y en ese momento todos deberían postrarse a tierra, bajo pena de quién se negara a hacerlo sería arrojado vivo al fuego.[6]  Había decenas de miles de personas presentes. Todos se arrodillaron como había ordenado el rey, los únicos que no se agacharon fueron Jananiá, Mishaél y Azariá, fueron condenados a morir abrazados por las llamas. Los verdugos los seguían de lejos porque las llamas eran tan altas que quemaban aun a distancia. Los tres jóvenes judíos, ataviados con ropas sabáticas y entonando cantos de alabanza al Todopoderoso, desfilaron frente a la multitud que los observaba de lejos. El ángel Gabriel bajó desde el cielo para salvarlos y formó unas ventanas, por donde la gente podía ver lo que sucedía adentro. Los tres hombres, junto con el ángel Gabriel paseaban dentro del fuego ardiente ante la mirada atónita de los testigos, en ese momento se arrepintieron de su error y decidieron retornar a la senda del Eterno: en un lugar donde no hay hombres, esfuérzate en ser hombre.

 

El Profeta Shmuel[7] relata la manera en la cual Goliat molestaba al campamento de los israelitas: El filisteo se acercaba diariamente, a la mañana y a la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días, retando a que un sólo soldado se enfrentara a él, y aquel que venciera, reinaría sobre los vencidos.[8] El rey Shaúl y todos sus valientes, quienes eran héroes y expertos en el arte de la guerra, temían enfrentarse al enorme soldado. El enemigo profanaba e insultaba al Cielo, David observó que no había nadie dispuesto a enfrentarse con ese gigante malvado y comprendió que la responsabilidad de luchar contra él había recaído sobre su persona; en un lugar donde no hay hombres, esfuérzate en ser hombre.

 

Después de la salida de Egipto, los hijos de Israel arribaron a la orilla del Mar Rojo, estaban rodeados; detrás de ellos miríadas de soldados egipcios comandados por el faraón avanzaban para darles alcance. En los costados, los flanqueaban manadas de fieras salvajes. Frente a ellos, poderosas olas rodaban y se elevaban frente a ellos, la situación era apremiante y el temor abrumador… Entonces, Najshón ben Aminadab caminó con determinación hacia el mar, hasta que el agua le llegó al cuello, y entonces el mar se partió y se convirtió en tierra seca, la congregación de Israel se introdujo dentro de la sequedad, y los egipcios los siguieron, las paredes que dividían las aguas se rompieron y los perseguidores fueron ahogados por las aguas que cayeron violentamente encima de ellos.[9] Najshón tuvo la iniciativa y actuó valientemente arriesgando su vida, en un lugar donde no hay hombres, esfuérzate en ser hombre. Acepta tus responsabilidades, entrega lo mejor de ti, cuando la situación reclame a un hombre, párate con firmeza sobre tus pies y hazle frente a cualquier situación que requiera de ti, pues tú, eres descendiente de Abraham y posees el temple para hacerlo. ©Musarito semanal

 

 

 

“El deber de un hombre está allí donde es más útil”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Rab Shimshon Rafael Hirsh.

 

[2] Shabbat 156a.

 

[3] Midrash Rabá 42:8.

 

[4] Ver Rashi en Bemidbar 25:15.

 

[5] Bemidbar 25:7.

 

[6] Daniel 3:6.

 

[7] Shmuel I 17:16.

 

[8] Ver Sotá 42a.

 

[9] Sotá 37b.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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