Perek 2, Mishná 7
Él solía decir: el exceso de carne trae muchos gusanos. El exceso de bienes aumenta las preocupaciones. El exceso de mujeres, alienta la brujería. El exceso de esclavas, alienta la inmoralidad. El exceso de esclavos conduce al hurto. Sin embargo: El exceso de estudio conduce a la vida. El exceso de perseverancia conduce a la sabiduría. El exceso de consejos nos conduce al discernimiento. El exceso de caridad conduce a la paz. El que adquiere la buena fama, la adquiere para sí mismo. El que adquiere el conocimiento de la Torá, se asegura la inmortalidad y la vida eterna.
Esta Mishná contiene la última de las declaraciones de Hilel en esta lista. Predica vivir una vida sencilla. Una alejada de los excesos; dedicada no a la fama y las adquisiciones materiales sino al estudio de la Torá. Es conocido el adagio popular que reza: “Todos los excesos son malos”. ¿Es esto cierto? Hilel viene a demostrar que no podemos generalizar, hay excesos que son perjudiciales, y hay otros que son benéficos.
Quien se excede en comer y beber desmesuradamente, sumando carne, musculatura y grasa a su cuerpo, es dañino para su organismo, y aunque hay quienes piensan que un gran volumen proporciona seguridad, fuerza y poder, (en la antigüedad la corpulencia era un signo de riqueza; significaba que uno tenía los medios económicos para comer sin límite). Hoy sabemos que esta es una idea equivocada, pues conforme transcurre el tiempo, el organismo resiente los estragos de la corpulencia, la cual inmoviliza y causa enfermedades al hombre, y como cita la Mishná: al final de los días del hombre, mientras más carne tenga en su cuerpo, más gusanos se deleitarán en la sepultura.
Continúa señalando Hilel: las personas piensan que cuantas más propiedades adquieran, más tranquilidad obtendrán. Aunque parezca que la seguridad financiera trae sosiego a sus poseedores, la realidad nos muestra una cara distinta. La Mishná indica que la ambición del ser humano es insaciable, conforme incrementa sus ingresos, aumentan también sus necesidades, y esto trae sobre sus poseedores más angustia y ansiedad. Viven preocupados sobre su conservación ante los embates del tiempo y de los desastres naturales; quizás algún día les sean confiscadas por el gobierno, o quizás vengan ladrones y les quiten la vida con tal de despojarlos de sus bienes. Se cuenta que, cierto hombre piadoso solía rezar diciendo: “¡Qué el Omnipresente me salve de la dispersión de mi alma!”. Le preguntaron el significado de su plegaria y él respondió: “Le estoy pidiendo al Todopoderoso que los bienes que me provea, no se encuentren en locaciones distintas, de manera en que mi alma se agote pensando en un lugar y luego en el otro…”.
Cuantas más esposas, más brujería; La brujería se asociaba principalmente con las mujeres. Es por esto que, en la prohibición de la hechicería, la Torá usa la palabra femenina “bruja”.[1] Veamos como la Mishná se conduce en forma progresiva: Al principio, un hombre come y bebe y se dedica a comer mucha carne; y después busca adquirir mucho dinero y propiedades. Después de que ha conseguido mucha riqueza, y ve que tiene suficiente en su mano para mantener a muchas esposas, se casa con muchas mujeres. La competencia y los celos provocara que las contrincantes busquen por todos los medios, incluyendo la brujería, para obtener la preferencia de su marido.
El exceso de esclavas, alienta la inmoralidad. Continúa el orden progresivo: el hombre se excede en las comidas, propiedades, y después se casa con muchas mujeres; cada una necesita una sierva personal para que atienda sus necesidades, y se encuentran tan cerca de sus empleadores y de sus actividades personales, que fácilmente encontrarán alguna oportunidad para tentar a sus amos a la maldad y a la inmoralidad.
Puesto que en su residencia habita tanta gente, requerirá de campos y viñedos para proveer a todos de alimento y atuendo, incrementará entonces peones y esclavos para cubrir la demanda; cuanto más se muestra la opulencia, más probable es que induzca a los que no tienen acceso a ella, el despojo de los bienes… Hasta aquí el orden de los excesos negativos.
Hilel da un giro en su declaración hacia el lado positivo y ahora lo hace en un orden ascendente: Cuanta más Torá, más vida, desde pequeños, inculcamos en nuestros hijos el apego hacia el estudio y cumplimiento de la Instrucción Divina, porque ella, es el elíxir de vida, es el propósito más elevado de la existencia. Está escrito: porque es tu vida y la duración de tus días;[2] aumenta la vida literalmente, tanto en este mundo como en el Mundo Venidero.
Después viene la juventud, junto con ella viene la sed de aprender, de entender cada cosa que sucede a su alrededor, encuentra en su camino, cosas que son elementales y también encuentra cuestiones complicadas, y descubre que el exceso de perseverancia es lo que conduce a la sabiduría, al entendimiento, y al encuentro del saber.
El joven continúa escudriñando, se adentra en temas más profundos, busca dentro de las fuentes, pregunta a sus mentores, y solamente los que se esmeran en llegar al fondo del saber y la razón, piden consejo a aquellos que adquirieron más conocimiento, hasta que consigue formar su propio criterio y comprensión: El exceso de consejos nos conduce al discernimiento.
Cuando se hace adulto, se da cuenta que llegó a la etapa de consagrar y transmitir los conocimientos que adquirió, y entonces se interesa por entregar a los demás su experiencia de vida, y la consecuencia de proveer del conocimiento Divino a los demás es el valor más grande que existe: el exceso de caridad conduce a la paz. Todo aquel que a adquirido para sí el conocimiento de la Torá y lo ha compartido con los demás ha adquirido un buen nombre: el que adquiere la buena fama, la adquiere para sí mismo. Y aún más grande que un buen nombre, es el conocimiento de la Torá, que va con una persona incluso al otro mundo Esto lo hará acreedor de la presea más grande que existe.
En conclusión: a diferencia de las posesiones materiales, que Hilel menosprecia en la primera sección de su declaración, él considera que El que adquiere el conocimiento de la Torá, se asegura la inmortalidad y la vida eterna.©Musarito semanal
“Trata de adquirir sabiduría como si vivieses sin final. Y confórmate con lo material como si te restase sólo un día”.[3]
[1] Shemot 22:17.
[2] Debarim 30:20.
[3] Rab David Zaed.
© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.