Perek 2, Mishná 8

 

 

Rabbán Yojanán ben Zakay recibió de Hilel y de Shamay. El solía decir: Si estudiaste mucha Torá no te vanaglories, pues para ello fuiste creado.

 

 

Encontramos en esta Mishná un desface histórico. La razón por la que las palabras de Rabbán Yojanán no se colocaron en su lugar cronológico, es porque el editor de las Mishnayot quiso enseñar primero todas las palabras de los descendientes de Hilel, quienes sirvieron como Nesím (presidentes) del Pueblo, y continuó con las enseñanzas de sus alumnos, quienes fueron los transmisores de la Torá Shebijtab (Tradición Oral) que se recibió en el Monte Sinaí. Rabbán Shimón ben Gamliel, quien era descendiente de Hilel, vivió en la época de la destrucción del Bet HaMikdash, de hecho, fue uno de los diez mártires que fueron asesinados por los romanos. Su hijo, Rabbán Gambliel, debía suceder a su padre en la presidencia y conducción de la nación judía, sin embargo, no fue así; algunos exégetas sostienen que no tenía edad suficiente para el cargo. Otros opinan que fue porque los romanos estaban persiguiendo a la descendencia de Hilel para borrar su memoria, y por lo tanto, era peligroso colocarlo en el puesto de Nasí. Entonces, optaron por colocar a Rabbán Yojanán ben Zakay. Por este motivo, primero el editor terminó con el linaje de Hilel Hazakén, y luego continuó con las enseñanzas de sus alumnos.

 

Rabbán Yojanán ben Zakay fue el menor de los 80 estudiantes que tuvo Hilel, y uno de los más importantes Tanaim (sabios de la Mishná) que vivieron en la última década del Segundo Bet HaMikdash. Aunque fue el alumno menor de Hilel, su maestro lo llamaba “padre de la sabiduría de las futuras generaciones”.[1] Se dice que, al igual que Hilel, vivió 120 años (el mismo tiempo de vida de Moshé), de los cuales dedicó cuarenta años al comercio, cuarenta años al estudio y los últimos cuarenta a la enseñanza.[2] Se dice que jamás en su larga vida mantuvo una conversación mundana o inútil, ni caminó más de cuatro codos (medida antigua) sin estudiar Torá y usar Tefilín; nadie llegaba antes que él al Bet Hamidrash (casa de estudio), y nunca durmió allí, ni siquiera por un breve rato, ni se salió antes que otros. Nadie más que él abría la puerta para sus discípulos, y jamás dijo que era hora de irse de la casa de estudio, excepto en Pésaj y Yom Kipur.[3]

 

Se decía sobre Rabbán Yojanán ben Zakay: “Si todos los Cielos fueran hojas de pergamino, y si todos los árboles fueran plumas, y todos los océanos fueran tinta, no bastarían para escribir toda la sabiduría que he aprendido de mis maestros. Y a pesar de eso, no alcancé a estudiar de ellos sino sólo en la medida en que una mosca que se sumerge en el gran océano y no sustrae de él sino una mínima parte.[4]

 

Rabbán Yojanán ben Zakay vivió en la conquista del segundo Bet Hamikdash, Yerushalayim estaba fuertemente sitiada; el hambre, la sed y el miedo azotaba a todos sus habitantes. Los almacenes de granos habían sido quemados por los rebeldes, y esto fue el acabose. Rabbán Yojanán, sabía que finalmente la ciudad caería en manos de los romanos, decidió salvar lo que se pudiera. Entonces le pidió a su sobrino que lo sacara de la ciudad. Sugirió que simularan su deceso y así podían sacarlo dentro de un féretro. Sus alumnos lo llevaron a través del protegido muro de la ciudad. Rabbí Eliezer cargaba el ataúd por delante y Rabbí Yehoshúa por detrás. Cuando llegaron a la puerta, los celadores quisieron atravesar con una lanza al “cadáver” para ver si realmente estaba muerto, los alumnos abogaron por él y los dejaron salir. Una vez afuera, Rabbán Yojanán fue al campamento romano y pidió hablar con Vespasiano, el comandante del ejército romano. Cuando estuvo ante a él lo saludó: “Que la paz sea contigo, ¡Oh, majestad!”. Vespasiano se ofendió y le dijo: “¿Por qué me llamas así? Si el rey se entera que la gente me llama de este modo, me mataría. Y sí realmente me consideras rey, ¿por qué has venido hasta ahora a verme? Rabbí Yojanán respondió: “Si no estuvieras destinado a ser rey, Jerusalén no te sería entregada.[5] No vine antes porque los Birionim (el grupo de fanáticos que niegan la rendición) han cerrado los portones y no me dejaban salir. Pronto llegó un correo de Roma para anunciar que el emperador había muerto y que el senado romano lo había elegido a él como sucesor, por lo que debía regresar inmediatamente para recibir los honores correspondientes.

 

Vespasiano quedó tan maravillado y conmovido ante la precisión de la profecía de Rabbán Yojanán que, ofreció otorgarle cualquier favor que pidiera. De inmediato respondió: “Dame la ciudad de Yavne y a sus eruditos para que continúen estudiando Torá después que destruyas la ciudad”. Él se había dado cuenta que la Torá era lo único que mantendría vivo el judaísmo y gracias a esta solicitud, salvaguardó y aseguró el futuro de la Torá.

 

Después que las hordas romanas rompieron las murallas, conquistaron la ciudad y destruyeron el Segundo Templo. Rabbán Yojanán escapó a Yavne, donde ayudó a que el pueblo judío siguiera existiendo a pesar del gran trauma que acababa de sufrir. Él sabía que solamente la Torá es la que mantiene viva a la nación, es la que le da sentido y significado a la vida de un judío, es lo que lo convierte en un instrumento del bien en el mundo del Creador. Sumergirse en la Ley Divina, es vivir con un propósito y significado, lo hace crecer en espíritu. Le abre los ojos para darse cuenta de la dependencia de Su Gracia y Providencia. Rabbán Yojanán tenía miles de discípulos, legó la tradición a las generaciones que le procedieron. No obstante, dijo: “Si estudiaste mucha Torá no te vanaglories por eso, pues para eso fuiste creado”. Cada ser humano nace con alguna habilidad para aportar algo a la humanidad. El judío nació para estudiar Torá, y que no se considere digno de aplausos y alabanzas, pues es su deber y su obligación.[6] El Todopoderoso le concedió una mente analítica, con capacidad de memorizar y razonar. Un soldado o un policía que no lleva puesto el uniforme, se desprende de su identidad. El judío no puede desprenderse de la Torá en ningún momento, desde que despierta, la forma en la que se incorpora de la cama, la forma en que se asea, se viste, etcétera, todos sus movimientos lo conectan con ella y por ende con el Creador. Todos deben estudiarla para aprender como vivirla. Cada uno a su capacidad, no existe ningún instrumento para medir cuánta Torá aprende cada persona, cada uno tiene su propia capacidad y deberá invertir todos sus recursos y esfuerzos para explotar todo el potencial con el que fue creado, y cuando lo haya conseguido… deberá compartirlo con los demás, así estará asegurando la supervivencia del Pueblo judío, tal como lo hizo Rabbán Yojanán ben Zakay. ©Musarito semanal

 

 

 

“¿Quién merece el Mundo Venidero? El humilde que agachado entra y agachado sale, se ocupa de la Torá siempre y no se enorgullece”.[7]

 

 

 

 

 

 

[1] Talmud Yerushalmi; Nedarím 5,7.

 

[2] Rosh Hashaná 31b.

 

[3] Sucá 28a.

 

[4] Masejet Sofrim, 7.

 

[5] Ver Yeshaayá 10:34.

 

[6] Rab Irving M. Bunim.

 

[7] Sanhedrín 88b.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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