Perek 3, Mishná 13, continuación…
Rabí Akibá dijo: La risa y la frivolidad habitúan al hombre hacia la inmoralidad. La transmisión es un cerco (protector) para la Torá; los diezmos son un cerco para proteger las riquezas; las promesas son un cerco para la abstinencia; el cerco para proteger la sabiduría es el silencio.
Esta Mishná viene a condicionar lo que fue declarado en la anterior; sí, es verdad que hay que mostrar una buena cara y ser cordiales con los demás, pero hay un límite que no se debe traspasar para evitar alguna peligrosa caída, estas son: La risa y la frivolidad, ellas conducen generalmente a la promiscuidad. La Torá no exige que andemos con un rostro rígido y que no tengamos alegría en la vida, pues esta es algo indispensable para el buen vivir, encontramos que el mismo autor de la declaración, en ocasiones solía hacer algunos comentarios ocurrentes a fin de despertar el ánimo.[1] Pero cuando una persona se comporta con frivolidad, o sea con una conducta burlona, entremezclada con conversaciones vanas y lujuriosas, conducen a la persona a la inmoralidad. Cuando el hombre se acostumbra a la falta de seriedad, provoca que se rompan las barreras que por naturaleza tienen los seres humanos, y una vez que se desinhibe, cae en la liviandad y de allí a la inmoralidad, esta corrompe la santidad y arrastra al hombre a todo tipo de transgresiones que rompen, no solamente con la integridad que debe imperar en el pueblo de Israel, sino que también serán las responsables de la destrucción de hogares y de familias enteras, como tristemente estamos viendo en esta generación. Es por este motivo, que la Torá es tan exigente y restrictiva en el tema del pudor y el recato, de las Mejitzot (separaciones entre los dos géneros), y nos dicta como convivir sanamente.
Estudiamos en el Talmud: Quien no presenció los festejos de Bet Hashoebá (extracción del agua para las abluciones en el altar), no vio jamás una festividad. Y el Talmud continúa describiendo cómo se desarrollaban los festejos: a la salida del primer Yom Tob (día festivo de Sucot) bajaban al patio de las mujeres del sagrado Templo, en donde realizaron un “gran arreglo”. Posteriormente describe el Talmud los festejos propiamente dichos, y relata que los grandes sabios de Israel y los hombres piadosos bailaban y realizaban todo tipo de malabarismos, mientras que los Levitas interpretaban música con sus instrumentos musicales.[2] ¿A qué se refirió el Talmud cuando mencionó el “gran arreglo”? dijo Rabí Yehoshúa que ubicaban a las mujeres arriba, en unos tapancos que se construyeron para separar a los hombres, y así prevenir conductas indebidas. Salta la pregunta: La planificación del Beth HaMikdash fue entregada por el Todopoderoso a Natán el profeta, nadie podía alterarla en absoluto, ¡Cómo se atrevieron a realizar cambios estructurales! Responden los Sabios: está escrito en el libro de Zejaríá: Y se lamentó la tierra, cada familia y familia por separado. La casa de David por separado y sus mujeres por separado,[3] aprendieron los Sabios de Israel de este versículo que, si en aquel momento de luto y lamentación, que era poco propicio para tener pensamientos frívolos, la Torá estipuló que se debería separar a los hombres de las mujeres, ¡Cuánto más aún es preciso hacerlo en momentos de alegría...! Guardarán Mi encargo, a fin de no hacer ninguna de las prácticas abominables.[4] El versículo está dirigido a los tribunales (a los Jajamim), quienes tienen la responsabilidad de velar por el cumplimiento de los Preceptos.[5] Por lo tanto, los Jajamim decidieron hacer cambios estructurales al Templo, con tal de establecer una sana separación entre hombres y mujeres, y así prevenir actitudes indebidas.
Cierta vez, el Saba MiKélem vio que unos alumnos de su Yeshibá estaban trepando por un cerco para atravesarlo y así cortar su camino. En ese instante exclamó consternado: “¡Si una cerca de madera no fue suficiente para detenerlos, entonces podrán traspasar todo tipo de barreras en sus vidas! ¡Personas así, se encuentran en grave peligro!”.[6]
Otro punto que toca el Taná de la Mishná, es el Masoret, que refiere a la preservación de la ortografía, lectura, pronunciación, musicalidad e interpretación de las escrituras. Según la mayoría de los exegetas, se refiere a los comentarios que se agregaron al texto de los libros bíblicos, y tienen como objetivo explicar cómo las palabras a veces se leen de una manera diferente a como se escriben. Otra explicación dice que, el Masoret es la Torá Oral, que fue transmitida de generación en generación, para enseñarnos la correcta interpretación de las enseñanzas que Moshé bajó del Sinaí. Estos comentarios actúan como una valla en el sentido de que evitan la mala interpretación de la Torá. El arduo y prolongado exilio del 'Am Israel ha esparcido a los judíos a casi todos los lugares del mundo: conservar íntegro el mensaje recibido por Moshé cuando subió al Sinaí, no ha sido una empresa fácil. El temor a perder este invaluable legado llevó a los Jajamim a establecer señales y reglas (vallas), para así conservar con integridad las enseñanzas transmitidas, aun en la diáspora.
Los diezmos son una barrera para preservar la riqueza. Esto se aprende del versículo: Diezmar, diezmarás,[7] es decir, si cumples escrupulosamente con este Precepto, el Eterno te recompensará por el diezmo que des, bendiciéndote con mayor riqueza, para que continúes dando más.[8] Cabe mencionar que la raíz de la palabra Aser (Diezmar), tiene la misma connotación de Osher (riqueza).[9] La riqueza, en ocasiones corrompe al hombre, se siente poderoso, se siente importante, se vuelve arrogante y vanidoso, se le olvida que el Todopoderoso es quien le dio todo; pero aquellos que separan el diezmo, tienen siempre presente que el dinero lo consiguieron, no gracias a su fuerza, ni por su perspicacia e inteligencia, todo cuanto poseen pertenece y fue proporcionado por el Mismo que les ordenó separar una parte para causas sagradas.[10]
Las promesas son una valla para llegar a la abstinencia: al hacer votos, quiere decir, aquel que se priva aun de las cosas que son permitidas, y se impone a sí mismo una promesa para así garantizar su cumplimiento, será una valla que protegerá su voto, pues le ayudará a dominar las inclinaciones que lo incitan a sucumbir ante sus deseos.
El cerco para proteger la sabiduría es el silencio.[11] El Taná no se refirió aquí a no pronunciar palabras prohibidas, calumnias y chismes, pues éstas se encuentran explícitamente condenadas por la Torá.[12] Se refiere a la abstinencia del exceso de conversaciones cotidianas, en las reuniones sociales, pues esto distrae a la persona de reflexionar en la sabiduría de la Torá y del mundo que nos rodea, por lo tanto, debe el hombre ser prudente y colocar vallas con respecto a su habla... hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar.[13] Se requiere mucha sabiduría y una balanza justa para considerar, antes de emitir alguna palabra, sopesar si es correcto hablar o mejor desistir. © Musarito semanal. by Elias E. Askenazi
“Como una ciudad derribada y sin muros es aquél cuyo espíritu no tiene restricciones”.[14]
[1] Bereshit Rabá 58,3.
[2] Suca 51a.
[3] Zejariá 12:11.
[4] Vayikrá 18:29.
[5] Sifté Jajamim.
[6] Extraído de Hamaor, tomo 3, pág. 228; Rabenu David Zaed.
[7] Debarim 14:22.
[8] Berajot 3b.
[9] Taanit 9a.
[10] Tiferet Israel.
[11] Mishná 1:17.
[12] Vayikrá 19:16.
[13] Kohélet 3:7.
[14] Mishlé 25:28.
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