Perek 3, Mishná 3

 

 

Rabbí Shimón dijo: Si tres hombres comieron en una misma mesa y no dijeron sobre ella palabras de Torá, es como si hubieran comido sacrificios que se ofrendaron a los muertos [ídolos], como fue dicho: Pues todas las mesas están llenas de inmundicia, en ausencia del Omnipresente.[1] Pero, si tres hombres han comido en una misma mesa, y han hablado palabras de Torá, es como si hubieran comido de la mesa del Omnipresente, Bendito es Él, como fue dicho, Y Él me dijo:  'Ésta es la mesa que está delante del Señor'.[2]

 

 El autor de esta Mishná es Rabbí Shimón bar Yojay. Se requieren libros enteros para hablar de su personalidad. Rabbí Akibá tenía doce mil pares de estudiantes, en un área de tierra que se extendía desde Guevat hasta Antipatris en la tierra de Judea; todos perecieron en una epidemia[3] que azotó en un período de tiempo a sus discípulos, porque no se trataban con respeto. El mundo quedó desolado de Torá, hasta que Rabbí Akibá encontró cinco alumnos en Yavne, y recomenzó de nuevo con ellos: Rabbí Meir, Rabbí Yehudá bar Ilay, Rabbí Yosí, Rabbí Elazar ben Shamúa y Rabbí Shimón bar Yojay. Ellos fueron capaces de transmitir la Torá a las generaciones futuras, y así superar la pérdida colosal de Torá que tuvo lugar como consecuencia del fallecimiento de los 24000 alumnos de Rabbí Akivá.[4]

 

Rabbí Shimón bar Yojay fue uno de los más eminentes Tanaim del periodo posterior a su mentor. Estudió durante trece años con Rabbí Akivá,[5] y llegó a ser uno de sus más ilustres alumnos. Él y Rabbí Meir fueron los únicos discípulos entre miles, a quienes Rabbí Akibá nombró oficialmente como Rabíes. Mientras Rabbí Akivá esperaba su ejecución por haber cometido el “grave delito” de enseñar Torá, Rabbí Shimón se atrevió a visitarlo en la prisión para hacerle preguntas con respecto a la Ley de la Torá.[6] Después de la cruel muerte que le aplicaron los romanos a su mentor, Rabbí Yehudá ben Babá reconoció como Rabinos a Rabbí Meir, Rabbí Yehudá, Rabbí Shimón, Rabbí Yosí y Rabbí Elazar ben Shamúa. Rav Avyá agregó que Rabbí Nejemyá también estaba entre los ordenados. Sabían que estaban desafiando la ley imperante, y de esta forma pusieron en riesgo sus vidas. El imperio se enteró, Rabbí Yehudá fue condenado a muerte por su ofensa, pero los recién nombrados lograron escapar.[7]

 

Cierto día, Rabbí Yehudá, Rabbí Yosí, Rabbí Shimón y Yehudá ben Guerim, estaban discutiendo sobre el impacto del gobierno romano sobre la Tierra de Israel. Rabbí Yehudá alabó a los romanos por la excelente infraestructura que habían desarrollado: mercados, puentes y casas de baño. Rabbí Yosí guardó silencio. Rabbí Shimón bar Yojay le respondió: “Todo lo que ellos establecieron lo hicieron para su propio beneficio: los mercados los construyeron con propósitos inmorales, las casas de baño para embellecerse y los puentes para recaudar impuestos”. Yehudá ben Guerim, fue y relató las declaraciones en su casa, y éstas continuaron difundiéndose hasta que fueron escuchadas por la monarquía. Entonces los sentenciaron así: Yehudá, quien elevó el régimen romano, sería elevado y designado como cabeza de los Sabios; el orador prioritario en todo lugar. Yosí, quien permaneció en silencio, sería exiliado de su hogar como castigo y enviado a la ciudad de Tzipori en Galilea. Y Shimón, que injurió al gobierno, fue sentenciado a morir.

 

Rabbí Shimón era perseguido y se vio forzado a ocultarse con su hijo, Rabí Elazar, quien sin duda también estaba en peligro. Se escaparon a una caverna cercana a Gadera (un pueblo en el norte de Galilea) durante trece años. Allí subsistieron alimentándose mediante un árbol de algarrobo que brotó milagrosamente, y bebieron de un manantial que brotó del interior de la cueva, proveyéndoles la nutrición básica para que pudieran sobrevivir. Ellos comenzaron a estudiar Torá durante años sin ninguna interrupción. Para que sus prendas no se gastaran, se desnudaban y se enterraban en la arena hasta el cuello. De esa forma estudiaban durante todo el día, excepto cuando salían brevemente para rezar, sin embargo, sus cuerpos se cubrieron de llagas.[8]

 

Bajo esa muestra de fe y abnegación, Rabbí Shimón y su hijo obtuvieron el acceso a los más profundos secretos de la Torá, y de ahí surgió el Zóhar y la base de la Kabalá. Un día, el profeta Eliahu se paró en la entrada de la cueva y dijo: “¿Quién le avisará a bar Yojay que el emperador ha muerto y sus decretos han sido anulados?”. Rabbí Shimón y su hijo entendieron que había llegado el momento de salir de la cueva. Rabbí Pinjas Ben Yair vio su piel lastimada y comenzó a llorar, las lágrimas cayeron sobre su piel lastimada y Rabbí Shimón soportó el dolor. Le dijo a Rabbí Pinjas: “Dichoso que me ves en este modo, si no me vieras así no hubiera llegado a ser quien soy”. Rabbí Shimón bar Yojay estableció una Yeshivá en Merón,[9] (donde descansa su cuerpo y donde, año con año asisten en Lag Baomer multitudes de personas a honrar la memoria del Sabio). En sus últimos años fue con Rabbí Elazar ben Yosé a Roma, para persuadir al emperador de abolir los duros decretos, impuestos contra el cumplimiento de tres Preceptos vitales para mantener la tradición vigente, y su misión fue exitosa.[10]

 

Rabbí Shimón es reconocido como uno de los más grandes y santos Sabios del Talmud. Su nombre aparece constantemente en la Mishná, con el principio de que sigue la opinión de Rabbí Shimón antes que la de sus compañeros, pero no por encima de ellos, quiere decir, si la mayoría dictamina en su contra.[11] En su generación nunca apareció un arcoíris.[12] El arcoíris es un signo de Ira Divina, que alude a que el mundo debería sufrir otro diluvio si no fuera por la promesa Divina, de que eso no volvería a suceder. Mientras Rabí Shimón vivía no era necesario confiar en esa promesa. Una de sus cualidades más notables era su enorme amor y admiración por cada judío, grande o pequeño, recordemos que era alumno de Rabbí Akibá quien promulgó el lema de que uno de los principios fundamentales de la vida judía es lo que dicta el versículo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.[13]

 

Rabbí Shimón bar Yojay opina que la persona debe siempre dedicarse a la Torá y su trabajo será hecho por otros.[14] El sustento es responsabilidad del Todopoderoso, y así como Él se encarga de proveer todas las necesidades de todas sus criaturas, así también se encargará de proveerlo de todo lo necesario para cumplir con la misión de vida de cada uno de nosotros. Que su mérito nos proteja siempre. ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“Así como la perfección del Eterno no depende más que de Él. Así, la búsqueda de la perfección del hombre depende de sí mismo”.[15]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Yeshaayá 28:8.

 

[2] Yejezequel 41:22.

 

[3] Algunos exegetas sostienen que era Difteria.

 

[4] Yevamot 62b.

 

[5] Vayikrá Rabbá 21:7.

 

[6] Pesajim 112a.

 

[7] Sanhedrín 14a.

 

[8] Shabbat 33b.

 

[9] Midrash Tanjumá, Pekudé 7.

 

[10] Mehilá 27b.

 

[11] Eruvin 46b.

 

[12] Bereshit Rabbá 35:2.

 

[13] Vayikrá 19:18.

 

[14] Berajot 35b

 

[15] Rabbí Shelomó de Redomsk.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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