Perek 3, Mishná 4

 

 

Rabbí Janiná ben Janijay dijo: Quien vela en la noche, quien anda solitario por un camino, y quien libra su corazón al ocio, se está condenando a sí mismo.

 

Rabbí Janiná ben Janijay fue un Taná de la generación de Rabbí Shimón bar Yojay, ambos fueron discípulos de Rabbí Akibá. En el Talmud se relata que cuando regresó a su ciudad natal, después de trece años de estudio ininterrumpido, encontró las calles tan cambiadas, que no pudo reconocer el camino hacia su casa. Fue y se sentó a orillas del río, donde escuchó que una joven era llamada “hija de Janinai”. “Sin duda debe ser mi hija”, pensó, y la siguió hasta su casa y entró sin previo aviso; ante semejante sorpresa, su esposa conmocionó y murió instantáneamente. Rabbí Janiná levantó sus ojos al cielo y dijo: “¿Es esta la recompensa de esta pobre mujer, que luchó sola durante tantos años, y todo para que yo pudiera estudiar?”, rogó por ella y la mujer volvió a la vida.[1]

 

Se le permitió participar en debates ante los Sabios ordenados en Yavne, un privilegio que fue concedido a muy pocos.[2] Tenía fama de ser uno de los cuatro sabios que conocían setenta idiomas.[3] Vivió durante la ocupación romana, cuando el estudio de Torá se consideraba un grave delito que se castigaba con la muerte. Sin embargo, para este gigante, era incomprensible que la nación judía pudiese seguir existiendo sin el vital estudio diario de la Torá. Aun a pesar de la amenaza que pendía sobre su cabeza, sacrificó su vida para continuar con la enseñanza de la Torá. Fue uno de los diez mártires torturados hasta la muerte por los romanos, exhalando su último suspiro de vida a los noventa y cinco años.

 

Posiblemente, tomando en cuenta las circunstancias de peligro que corrían, a sabiendas que no toda la gente tenía el nivel de fe que él poseía, no escribió en su máxima que se debía estudiar Torá durante todo el día, pero por lo menos, el hombre debía hacerlo en los momentos en los que no corría tanto peligro, por ejemplo: cuando se encontrara despierto por la noche, mientras todos los demás dormían, o mientras transitara en un camino público desolado, donde nadie pudiese descubrirlo.

 

Pero, las Mishnayot no fueron escritas solamente para un momento de la historia, fueron escritas para todas las épocas. Entonces, el mensaje de Rabbí Janiná ben Janijay es: El hombre tiene la obligación de estudiar Torá de día y de noche.[4] Poniendo al margen las excepciones sobre las personas exentas, los que sí tienen la oportunidad de estudiar y no lo hacen, están condenados a pagar con su alma, pues al desaprovechar la oportunidad conferida, no solamente estarán comprometiendo sus vidas, sino que también estarán exponiendo la existencia de toda la nación judía. ¿Por qué tanta severidad? Acaso, lo que uno haga en su vida ¿no es una libre elección?

 

Lo primero que debemos recordar es que hay una sola cosa que, si la perdemos nunca se podrá recuperar: no el dinero ni las piedras preciosas, sino el tiempo que el Todopoderoso nos otorgó de estancia en esta tierra.[5] El tiempo es lo más valioso que puede poseer cualquier persona, es un trampolín para aprender, para crecer, para dar o para lograr cualquier objetivo. Si aprendes a utilizarlo crearás más tiempo, pero si no, podrás quedar atrapado dentro del mismo…. Esto está en manos de cada uno. El mismo tiempo llega a dos personas distintas y cada uno le da un contexto distinto. Cada uno forja una relación consciente con cada instante vivido. Es decir, cada uno elige si lo “vive” en plenitud o lo ve pasar pasivamente, dependerá del conocimiento de cada uno del potencial que el tiempo tiene. A todos se nos conceden cada día las mismas 24 horas, y cada uno decide en que utilizarlas, como si fuera un recipiente que espera ser llenado. Querido lector: Si lo ves desde esta perspectiva, cada instante, cada vivencia, es una valiosa oportunidad que el Creador te está otorgando, una posibilidad de acercarte a tus metas, a profundizar, a aprender y crecer como persona y como judío: Hasta que no te valores a ti mismo no valoraras tu tiempo. Y hasta que no valores tu tiempo no harás nada con él.

 

La noche es utilizada como un símbolo de la ignorancia, porque es la carencia de la luz del conocimiento. Rabbí Janiná ben Janijay insta a todo aquel que esté despierto, quiere decir, que no deambula solo en la oscuridad, que no está en un estado de inconciencia y posee la inteligencia para detectar a la maldad, y se percata que existen dos senderos: el que conduce al mal y que tiene sus consecuencias, y el que conduce al bien y al Creador del universo. Esta persona debe estudiar incansablemente la Torá, y debe buscar la forma de iluminar el mundo para dispersar la ignorancia. Lleva a cuestas una gran carga, pero es su responsabilidad. El Pueblo judío siempre a cargado con este cometido, y aun a pesar de que en las épocas donde el oscurantismo mantiene a las personas atrapadas en las redes del pecado. Y nos enseña el Rambam: Los pensamientos promiscuos tienen lugar en la mente cuando el corazón está apartado de la sabiduría.[6] A veces una persona se siente confundida, vacía y deprimida, no entiende que es lo que necesita para sentirse bien, busca a su alrededor y nada lo llena. No entiende que esa carencia proviene de su interior, que su alma le está pidiendo volver a la luz que busca su alma, y esta está oculta en la Torá.

 

¿Por qué se destruyó Yerushalaim? Por abandonar la Torá. ¿Acaso es posible que en la época del Bet HaMikdash no haya habido un solo Sabio que estudie Torá? El Ra”n explica que en realidad sí estudiaban Torá, pero no valoraban el estudio de la Torá en toda su dimensión; no la consideraban tan importante. Cuando la persona estudia Torá, cumple con su obligación. Pero si no tiene conciencia de que la Torá es lo único que nos protege y lo que nos salva de todas las desgracias, ese estudio tampoco protege a la persona, ni del Instinto Maligno ni de los ataques de los enemigos.

 

Puede ser que tú, querido lector, no puedas estar estudiando todo el día, o ni siquiera medio día.  Pero debes hacer tu estudio diario, aunque sea poco, un hábito y que sea bien aprovechado. Seguramente el esfuerzo que pones cuando dejas todas tus ocupaciones y te sientas a estudiar, es muy grande. Pero debes saber que el tiempo que dedicas al estudio de la Torá, es la mejor inversión que puedes hacer en tu vida, porque ya sea que estudies, mucho o poco, (dependiendo de tus posibilidades reales) te protegerá a ti y a todos tus seres queridos, los beneficiará, y será directamente proporcional a cuánto ansíes llegar a una mesa de estudio en una clase de Torá, cuánto anheles beber de esa inagotable fuente de sabiduría. Si así lo aplicas en tu día a día, el Todopoderoso te enviará Su Favor y disfrutaras de ello, porque lo has ansiado desde el fondo de tu corazón: Si no decides a tiempo… el tiempo decidirá por ti…. ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“¿Amas la vida? Entonces no desperdicies el tiempo, que es la sustancia de la vida”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ketubot 62b.

 

[2] Sanhedrín 17b.

 

[3] Shekalim 5,1.

 

[4] Yehoshúa 1:8.

 

[5] Rabetzen Esther Jungreis.

 

[6] Isuré Biyá 22,21.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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