Perek 3, Mishná 5, continuación…

 

 

Rabbí Nejuniyá dijo: Quienquiera que se imponga sobre sí el yugo de la Torá, se librará del yugo del gobierno y de las preocupaciones mundanas; pero aquel que deseche el yugo de la Torá, se le impondrá el yugo del gobierno y el de las preocupaciones mundanas.

 

El comentarista de la Torá, Rabenu David Azulay, mejor conocido como el Jidá, encontró plasmada la enseñanza de la Mishná en un pasaje de la Torá: Y sucedió que cuando Yitzjak envejeció y se debilitaron sus ojos, llamó a Esav, su hijo mayor, y le dijo: “Hijo mío”.  “Heme aquí”, le respondió. “He aquí que he envejecido; no sé cuál será el día de mi muerte. Afila por favor tus armas, tu espada y tu arco, sal al campo y caza una presa para mí”.[1] El anciano patriarca tenía ciento veintitrés años, y sintió que había llegado la hora de bendecir y sellar por medio de esta instancia, el destino eterno de sus hijos Yaacob y Esav, mientras estuviese aún con vida.[2]

 

En su condición de primogénito, Esav tenía el derecho legal de recibir las bendiciones, además, su padre sintió que era él quien más necesitaba de las bendiciones, para que tuviera las herramientas necesarias para luchar contra su tendencia innata hacia el derramamiento de sangre y demás pecados cardinales, mientras que Yaacob poseía suficiente fuerza interior para crecer y santificarse sin la ayuda de las bendiciones. Yitzjak había planeado conferir dos clases de bendiciones, cada una diseñada específicamente para cada uno de sus hijos: Yaacob tendría una misión más elevada, quiere decir, el estudio de la Torá y la supremacía espiritual, en tanto que Esav gozaría de prosperidad material para mantener y ayudar a Yaacob en su misión. Yitzjak sabía del carácter sanguinario de Esav, y por eso le pidió que tomara sus armas y saliera a cazar y degollar ritualmente al animal según los preceptos de la Torá, y colocarlo en la mesa de su padre, misma que sería comparada con el Mizbeaj.[3] Él pretendía que al cumplir esta Mitzvá, probablemente inclinaría algo de sus rasgos negativos al sendero del bien. Por otro lado, Rivká había visto proféticamente que Yaacob era quien debía recibir las bendiciones. También supo que ambos hermanos no podían coexistir al mismo tiempo, que cuando uno ascendiera, el otro caería,[4] vio que el plan de Yitzjak, de enrolar a sus dos hijos en el servicio Divino, no funcionaría y entonces decidió cambiar el plan, y a pesar de que Yaacob encarnaba la verdad, la integridad y rectitud, tuvo que engañar a su padre para tomar la delantera. Ambos hermanos debían desafiar su particularidad antes de ganarse las bendiciones, Esav puso en riesgo su integridad física al salir a cazar al campo, y Yaacob puso en riesgo su esencia espiritual.

 

Yitzjak cae en el ardid que había preparado con astucia Rivká, y bendijo a Yaacob: Que el Eterno te otorgue el rocío de los cielos y de la fertilidad de la tierra; abundancia de cereal y vino. Naciones te servirán y se postrarán ante ti. Serás el señor de tus hermanos, y se postrarán ante ti los hijos de tu madre.[5] Itzjak pensó que estaba bendiciendo a Esav, su intención era que Yaccob fuera súbdito de Esav, para que no tuviera que cargar con responsabilidades materiales que entorpecieran su desarrollo espiritual y se corrompiera. Tampoco quería que tuviera demasiadas aspiraciones a obtener riquezas materiales o el poder, por lo tanto, Yaacob heredaría Éretz Israel y quedaría libre de preocupaciones para servir íntegramente al Todopoderoso. En tanto que Esav gobernaría el resto de la tierra y mantendría a todos los habitantes.[6]

 

Recién salía Yaacob, entró Esav y su padre le preguntó: “¿Quién eres?” y él dijo: “Soy tu hijo primogénito, Esav”. Yitzjak se estremeció, pues percibió el Gueinóm abriéndose a los pies del recién llegado, y fue entonces que se dio cuenta que todo el tiempo había estado engañándolo y que era realmente un hombre malvado. Le dijo que su hermano se había llevado astutamente sus bendiciones, que lo había hecho señor sobre él y a todos sus hermanos y se los había dado como sirvientes, que le había otorgado el cereal y el vino para que lo sustentara a él. Esav lloró y solicitó que también fuera bendecido. He aquí que de la fertilidad de la tierra será tu residencia y del rocío de los cielos desde las alturas. Por tu espada vivirás, pero a tu hermano servirás; sin embargo, cuando te sientas agraviado, podrás liberarte de su yugo sobre tu cuello.[7]

 

¿Qué significa cuando te sientas agraviado? Interpretan los comentaristas que se refiere a que en el momento en que Israel transgreda o abandone la Torá, carecerá de los méritos para ejercer el poder, y Esav tendrá derecho a sentirse agraviado por el hecho de que le hayan quitado sus bendiciones; Entonces, podrás librarte de su yugo que tienes colgado sobre el cuello.

 

Explica el Jidá: cuando la Mishná menciona el yugo del gobierno, se refiere al reinado de los descendientes de Esav. Dice el Talmud,[8] que Shimón HaAmasoni [y hay quienes dicen que fue Nejemiá HaAmasoni] acostumbraba a explicar todos los "veet" (y a) que figuran en la Torá, por ejemplo, Honra a tu padre y a tu madre, él decía que el conector "y a" viene a agregar que también se debe honrar al hermano mayor.[9] Si es así, deberíamos estar obligados a honrar y servir a los descendientes de Esav, pues él es el primogénito. Pero por otro lado, también está escrito: Y al Eterno temerás,[10] la proposición "y" en este versículo se refiere a los Talmidé Jajamim, que hay que respetarlos.

 

Dijo el Jidá: cuando una persona recibe sobre sí el yugo de la Torá, entonces se considera un Talmid Jajam, y por ende, Esav está obligado a respetarlo y servirlo. Pero que sucede si Yaacob desecha el yugo de la Torá, regresa la Halajá original y entonces los descendientes de Yaacob deben respetar y servir de algún modo a la simiente de Esav. Esto es lo que sentencia la Mishná: Quienquiera que se imponga sobre sí el yugo de la Torá, se librará del yugo del gobierno y de las preocupaciones mundanas, todos aquellos que se consideren Talmidé Jajamim, estarán exentos de servir a los reyes, a los pueblos, y a Esav. Pero aquel que deseche el yugo de la Torá, se le impondrá el yugo del gobierno y el de las preocupaciones mundanas, y entonces Yaacob estará obligado a servir a Esav. La fuerza del pueblo judío la constituyen el estudio de la Torá y la Tefilá, más la fuerza de los otros pueblos reside en las armas (las manos). Cuando el pueblo judío estudia Torá y le reza al Creador, ellos pueden vivir con libertad. Debemos dar la importancia, la constancia y la prioridad del estudio de la Torá eligiéndola por encima de todas las cosas. ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“Porque es tu vida (en este mundo) y la largura de tus días (en el Mundo Venidero)”.[11]

 

 

 

 

 

 

[1] Bereshit 27:1-3.

 

[2] Rashbam.

 

[3] Berajot 55a. Ver comentario Mishná 3:3.

 

[4] Ver Bereshit 25:23.

 

[5] Bereshit 27:28,29.

 

[6] Sforno.

 

[7] Bereshit 27:32,39.

 

[8] Debarim 5:16.

 

[9] Pesajim 22b.

 

[10] Debarim 10:20.

 

[11] Debarim 30:20.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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